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La educación pisada

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Una vez escuché decir que los colegios concertados jamás critican sus sistemas educativos, que se ponen de perfil en esa foto porque les va el prestigio y el dinero. Lo escuché y desde entonces he comprobado que es cierto, que cuando se critica al sistema educativo parece que se hace con la salvaguarda de la educación privada que pagamos todos, crucifijos incluidos.

El nuevo pim, pam, pum del informe PISA es un buen momento para comprobar lo que digo. Parece como si la educación andaluza a la que se refieren como ese instrumento caótico que sólo sirve para el malgasto social y que parece una fábrica generadora de analfabetos, fuese exclusivamente la educación pública andaluza. Sin duda, que la consejera de educación andaluza justifique sus resultados en base a un mal muestreo socioeconómico de los centros, no hace sino echar leña al fuego de este perverso postulado. En el pecado llevaba la penitencia.

No sé cuánta gente de la que opina del informe PISA sabe realmente qué es ese complejo entramado evaluador de la OCDE, para ello recomiendo el artículo de Carlos Manuel Sánchez, “PISA: un negocio multimillonario”. Yo me quedo con la opinión del exministro Gabilondo cuando planteó la perversidad de que fuesen los ministros de Economía, y no los de educación, los que opinaran y crearan opinión sobre los sistemas educativos. Quizás ahí esté parte de la clave.

Las críticas a la enseñanza andaluza por parte de la poderosa derecha social, política y mediática, a partir de los resultados de PISA, no es más que parte de la continuación de la “leña al mono” al que someten una vez, y la otra también, a esta tierra. Si hace días nos pagaban la sanidad los madrileños, ahora malgastamos el dinero que nos dan en educación. Y no sólo eso, se vuelve a trasladar la imagen de una Andalucía analfabeta, subsidiada del resto del Estado, incapaz de hacer valer las oportunidades que se le brindan, incapaz de subirse al tren en el que Castilla León y Madrid van viento en popa. Qué casualidad que ambas son comunidades bastión del PP y ésta y Extremadura bastiones del PSOE.

No seré yo quien niegue la mayor y no reconozca las graves deficiencias que aún hoy presenta esta tierra, ni me convertiré en un inmovilista de la educación viendo todos los días lo que veo dentro de las aulas. Tengo la suerte de que a mí no me tienen que contar qué es y qué no es la educación en Andalucía y por eso me rebelo contra toda esa batería malintencionada de la derecha española. Sé que en el fondo lo que está en juego es, por una parte, el suculento pastel de la educación en Andalucía donde cada vez más la pública conforma el paisaje sólo de los barrios periféricos de las ciudades, y, por otro, el siempre ansiado gobierno de la mayor comunidad autónoma de España por parte del PP. Asistimos, de nuevo, a una especie de rejonazo de muerte a costa de la educación pública, que a ellos tanto les encanta denostar.

No nos cuentan que Andalucía está en la media de los países de la OCDE, que la diferencia entre Comunidades en España son de décimas, que si esos datos lo convirtiéramos en altura de personas, toda España estaría entre los 1,72 y los 1,69 metros. Quizás no nos cuenten que el sistema PISA analiza aspectos muy parciales de la educación totalmente descontextualizados y tomados como una foto fija. Los datos de PISA no analizan la educación, sino sólo ciertos aprendizajes, y pone el énfasis en analizar cómo serían los operarios competentes más que los ciudadanos democráticos. Y sirve además para que en la pretendida mejora del ranking, los países y Comunidades trabajen aquello que quiere la OCDE. Precisamente por eso no se analiza el espíritu crítico del alumnado, las mejoras en integración o solidaridad, la concepción frente a la pluralidad social o el conocimiento político, en definitiva no se analiza el carácter democrático del alumnado. ¿Se imaginan a los países compitiendo en estos aspectos para mejorar el ranking?, seguro que no ocurrirá.

Es cierto que si los datos hubiesen sido positivos Susana Díaz habría ocupado primeras páginas de información, de la misma manera que las justificaciones dadas por la Consejera dejan mucho que desear, sobre todo conociendo la talla académica de la misma –muy diferente a la de la presidenta-. Pero eso no quita para que debamos anclar todo este asunto en la indigna utilización de la educación como arma arrojadiza y del consecuente desprestigio de los profesionales y de la sociedad a la que afecta. La imagen desdibujada de la Andalucía atrasada, analfabeta, inculta forman parte de la utilización política que la derecha ha hecho de este instrumento de la OCDE. Qué casualidad que esta mayor contundencia de los datos contra Andalucía coincida en el tiempo con el nombramiento de Wert como embajador español ante la OCDE y de su pareja, Montserrat Gomediano, como Directora General adjunta de educación de la OCDE. Nada es casualidad en las alturas.

Marcos Quijada

 

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