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Teresa y el señorito andaluz

 

Un cuento de navidad, de los que dan miedo.

 

Podría haberlo titulado perfectamente “Teresa y la casta”, porque este relato con que nos ha regalado la SG de Podemos en Andalucía es toda una metáfora de muchas cosas a la vez. Hay que agradecerle a Teresa que se haya molestado en relatarnos el incidente en vez de guardárselo, así sabemos que en el reino de lo políticamente correcto, nada es tan correcto como parece, ni mucho menos. Los señoritos que en los años cuarenta y siguientes se montaban grandes juergas en las que abusaban a sus anchas de jóvenes andaluzas que cantaban, bailaban y hacían todo lo necesario para alegrar los días y las noches de los patriarcas de turno, tienen sus dignos herederos en estos siniestros personajes de la patronal andaluza. Nos lo han querido recordar con esta “broma” pesada, que ha tenido de víctima a una mujer que quiso ser amable pasándose a saludar a unos personajes que no se merecen ni el saludo…

 

Tiene el incidente algo de ajuste de cuentas con la mujer más destacada de la izquierda andaluza, hay algo que no le perdonan. Puede ser que se trate precisamente de eso, de ser una mujer completa, descarada, que habla libremente y se cuela con desparpajo en el terreno antes reservado a los hombres; o puede ser un intento de escarmiento a una persona que siempre acierta apostando por las personas más débiles de la sociedad. Y, desde luego, también es un aviso para navegantes: el acto de abuso no ha llegado a ser completo, pero evidencia las intenciones ocultas de quienes lo han  cometido. “Estamos aquí, somos los de siempre”, parecen decirnos. Me han recordado a los miembros residuales del Ku-klux-klan: actúan de otra manera, ya no pueden hacer lo que hacían, pero siguen pensando lo mismo, esperando mejores tiempos…

 

Estos personajes impresentables no son de opereta, son de carne y hueso y su actuación demuestra lo que llevan dentro. Son los clientes perfectos de las luces azules de carretera y los protagonistas de las fiestas con las que se cierran negocios importantes. Son unos cobardes, que han abusado y engañado a una persona que quiso ser amable con ellos. Uno, el osado bromista y otro, el presidente que quería enseñar su despacho y que contempló el incidente como una escena cotidiana en su vida. Ambos deberían irse lejos, muy lejos, por lo menos a los años cuarenta, a pasar el hambre, las humillaciones y las necesidades que millones de personas pasaban entonces. Ambos deberían encontrar el pasado que parecen añorar, pero vivido desde la otra orilla, la de las personas humilladas. Han querido volver a la época del abuso impune a través de una broma propia del señorito indolente: lo importante es pasarlo bien, da igual lo que piense o sufra la víctima. La patronal andaluza debería de hacérselo mirar, con estos representantes se explica uno muchas cosas.

 

Pero no es solo la patronal andaluza la que se pone en entredicho. Este incidente no es un hecho aislado. Lo sabemos perfectamente. Que estos personajes hayan llegado a hacer lo que han hecho explica muchas cosas. Debajo de los asesinatos machistas se esconden actitudes y formas de ser y de pensar como esta. Miles, cientos de miles de “pequeñas” agresiones están ocultas y de vez en cuando salen a la luz como auténticas tragedias, por eso no hay que pasar por alto este incidente. Teresa nos lo dice con su relato

Antonio L. Girónfoto-juerga

 

Un comentario

  1. Los que estáis llamando «facha» y «señorito andaluz» a Muñoz Medina entiendo que no habéis visto nunca a un violador/acosador del norte de la península, pobre y de izquierdas ¿no? Pues por desgracia los hay y a patadas. Verán ustedes, señores, por más que quieran desviar el tema, las violaciones las cometen hombres. Ni fachas, ni ricos, ni andaluces. Los que violan a las mujeres son los hombres. Basta ya de machitos de izquierdas camuflando la problemática machismo con otras transversalidades y basta de andalufobia.

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