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Un susanato llamado España

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La presidencia de Rajoy es a estas alturas un hecho incuestionable gracias al trabajo de la fontanería política de ciertas cúpulas del socialismo hispano. No soy capaz de predecir qué ocurrirá con un partido que cuenta con una fiel militancia y que aún mantiene un importante músculo electoral. No creo en la debacle, tampoco en el ostracismo como sus homónimos europeos, lo que no quiere decir que la travesía vaya a ser fácil y poco tortuosa.

La apuesta del PSOE en este envite no es sólo una cuestión de liderazgos -aunque tenga mucho de esto-, es un viaje al lugar donde replantear la ideología y la estrategia ante el nuevo panorama político y económico que hoy presenta España. El felipismo sabe el calor que es capaz de proporcionar el acercamiento al poder económico y lo caro que puede salir poner en cuestión el modelo por ellos montado a partir de la crisis. Quizás estemos ante la continuación de la huida del espacio de la socialdemocracia hacia el social-liberalismo que se iniciara con Zapatero en 2010, raíz fundamental de los males que hoy afectan al PSOE.

Con todos los defectos y errores que ha cometido Pedro Sánchez, quizás su opción tenía el valor de entender la nueva pluralidad política y la necesidad de encontrar un espacio político propio una vez que Podemos y Ciudadanos habían ocupado parte del espectro que durante décadas ha rentabilizado casi en solitario. Quizás no entendió –o sí- que la cohorte felipista jamás pensó en él como tuareg que guiaría la travesía y que su ascenso era el resultado estratégico de la espera de Susana Díaz. Aun así ha sido capaz de forzar la hoja de ruta y hacerse fuerte frente a la baronía felipista.

Quizás alguien piense en tres graves errores cometidos por el Comité Federal del PSOE retirando a Pedro Sánchez. El primero de ellos es que los barones, auténticos ejecutores del golpe, son en realidad un heterogéneo grupo multiterritorial que difícilmente le pueden otorgar la cohesión política que hoy precisa el PSOE. El segundo gran error que puede entenderse es el hecho de que, por segunda vez, la oligarquía socialista ha vuelto a dinamitar a alguien salido de unas primarias, en tiempos en los que las militancias pueden hacer pasar factura por ese hecho. Valgan los ejemplos de importantes agrupaciones socialistas votando en contra de las decisiones del Comité Federal. Y tercera, y última, los ejecutores son unas cuantas generaciones mayores que la dirección dinamitada, es decir, ha existido el enroque generacional de una oligarquía que no estaba dispuesta a que las generaciones jóvenes del partido lleven a cabo los cambios necesarios en este momento y han envejecido al partido en un mal momento.

Pueden ser tres grandes errores, aunque también puede ser el resultado del “susanato”. Si analizamos la realidad andaluza y la comparamos con la realidad socialista tras el asalto, comprobamos algo que el socialismo cuenta en anónimo: Susana Díaz siempre se rodea de políticos mayores que ella jamás de políticos de su generación que le puedan hacer sombra. Su gobierno en Andalucía o sus compañeros de viaje en el asalto a Ferraz así lo atestiguan. Me inclino a pensar que el felipismo dominante del partido apostó a la vez por el social-liberarismo y por Susana Díaz como representación del mismo. Quizás ahí entendamos la poca esencia de izquierdas de la presidenta andaluza -y de sus pocas ganas de parecerlo-, quizás ahí entendamos la alfombra roja de los medios del gran poder a la salida de San Telmo, quizás eso nos haga entender la ruptura con IU-CA en el gobierno andaluz, pero sin duda, lo que nos hace entender es la necesidad de Susana Díaz de tener tiempo para rehacerse en Andalucía, donde no ha permitido un relevo, y, sobre todo, la necesidad de rehacerse en el Estado, donde unas terceras elecciones no permitirían ni uno sólo de sus objetivos propuestos.

Quizás tengamos que entender que Susana Díaz de ser Andalucía, ella sola, quiere pasar a ser España… y de ahí primero España y luego el partido que hemos escuchado estos días. Susana se siente España y el partido a la vez, pero unas terceras elecciones le cortarían el paso… el mismo que se le abre a Rajoy.

Marcos Quijada.

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