El radiobiólogo Eduard Rodríguez Farré, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas es entrevistado hoy en La Vanguardia. Rodríguez Farré es miembro de CIMA (Científicos por el Medio Ambiente), y es experto en los efectos sobre la salud pública y el medio ambiente de la energía nuclear (se puede descargar una ponencia suya con el título «Impacto de la energía nuclear sobre la salud pública y el medio ambiente«, ofrecida en el Encuentro de Primavera de CIMA 2006).
El científico afirma que a pesar de que «no debemos preocuparnos por la radiación que llega desde el aire», «el problema lo tendremos con el pescado por la radiación que se está expandiendo por el mar, las migraciones de los peces y la movilidad de los pesqueros españoles». Para Rodríguez Farré, más que las cifras en milisieverts, lo importante es «la naturaleza de cada radioelemento, qué pasa con ellos y el tipo de emisión que hay». Por ello los contaminantes radioactivos más peligrosos son aquellos que tienen una mayor afinidad biológica con el funcionamiento del cuerpo humano, como el yodo-131, el cesio-137, el estroncio-90 o el plutonio. Estos radioelementos son asimilados con facilidad por el cuerpo:
Porque sustituyen a los elementos reales que necesita el cuerpo. Por ejemplo, el cesio 137 es muy similar al potasio, que es un elemento esencial en nuestro organismo. Tenemos potasio en casi todos los músculos, las neuronas, en todos lados, y esto está irradiando desde el interior de las células. Esta es la gran disputa con los tecnólogos, la irradiación probabilística. Si se te pone un átomo o una cantidad de esta sustancia dentro de una célula, la radioactividad desde fuera no la verás porque es radiación beta, muy poco penetrante. Tú comes el alimento y la sustancia se te queda en el cuerpo e irradia la célula desde dentro. Esta energía ioniza los elementos de la célula, sobre todo el agua, que se convierte en agua oxigenada y todos hemos visto las burbujitas que hace cuando la ponemos en una herida. Ioniza también muchas otras moléculas haciendo radicales libres y esto junto con la radiación si el electrón te toca el ADN en un punto determinado dependerá del azar el efecto que tendrá.
Si el punto del ADN es un punto secundario no pasa nada, pero si te toca un punto muy crítico te puede matar la célula. Tampoco pasa nada si una se muere. Pero como te toque un gen que regula tumores o que es supresor de tumores o que está actuando sobre la inmunidad o sobre el desarrollo en el caso de un feto o un niño, puede tener una serie de manifestaciones determinadas o acabar con tumores. Además no se puede detectar. Las imágenes que vemos de Japón en que detectan la radiación de la gente con contadores es sólo para lo que se queda en la piel, lo que ya está en las células no se puede detectar así. Sólo se pueden detectar por las cantidades que se eliminan vía la orina o intestinal. No es sólo pasar el aparato.
El radiobiólogo advierte de que organismos como la UE elevaron las tasas máximas de radioactividad aceptada en los alimentos después del accidente de Chernóbil y ahora lo han vuelto a hacer después del accidente en Fukushima Daiichi:
Por lo tanto quedan anulados los niveles que se aprobaron el 2006 y se aceptan unos niveles de radioactividad 3 veces superiores por ejemplo en la leche o en muchos animales. Además esto lo aprueban desde Industria, no desde Salud. Por ejemplo, yo estoy en el comité científico de nuevos riesgos para la salud de la Unión Europea y no nos han dejado decir nada de este tema, lo hace el comité de radioprotección que está directamente ligado a Industria. Por lo tanto la decisión de estos niveles está en manos de ingenieros, físicos nucleares… vinculados a la industria.