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Grecia al borde de una fractura social

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Bruno Lima Rocha .Por razones profesionales tuve la alegría de ir a Estambul (Turquía) a mediados de julio último. Desde allí y por motivación militante, me animé a ir a conocer un poco de la lucha del pueblo griego, específicamente en pleno verano ateniense. El texto que sigue al respecto es mucho más impresionista que analítico. En otro momento saldrá por este medio un segundo texto buscando algún análisis de mayor profundidad.

 

La primera impresión es que en Grecia no hay desinformación, no al menos desde la parte más actuante. Esta fue la conclusión a la que llegué cuando vi la Plaza que operaba (hasta el desalojo de la policía por orden judicial) como eje de la lucha pública. El local está delante del Parlamento griego, sobre la Avenida Amalias, Centro de Atenas. Más abajo se localiza la Plaza Sintagma. Este fue el foco de las manifestaciones del 28 y 29 de junio último, cuando los legisladores acataron el paquete de medidas trazados por el Banco Central Europeo (BCE) junto con el Fondo Monetario Internacional (FMI). No por casualidad, es allí donde se dieron la mayoría de las batallas callejeras casi insurreccionales contra las divisiones de policía municipal (azul) y anti-motín (verde). 

 

Pasados menos de dos meses de la fatídica fecha, nadie se olvida de lo ocurrido y la tensión es visible, literalmente. En la misma calzada frente al Poder Legislativo están dos pasacalles o pancartas verticales gigantes, ambas imitando los premios de “empleado del mes”, comunes en los establecimientos comerciales. A La izquierda, una pancarta conmemora el “premio empleado del año” del FMI, y el laureado es el primer-Ministro George Papandreu. A La derecha, el premiado como “empleado de la década” de la Goldman Sachs (GS) es Mario Draghi, futuro presidente del BCE, ex vicepresidente de la GS Europa y ex-presidente de la Banca d’Italia en el gobierno del objetado Silvio Berlusconi. 
Más allá de lo simbólico, la respuesta de los sectores organizados (en esta marcha se juntaron más de 200 mil personas) inmediatamente después de la aprobación del paquete del BCE/FMI fue tomar la Plaza Sintagma. Según quien estuvo acampado (cerca de 200 personas permanentes y unas mil fluctuantes), la idea es reconstruir el espacio público, ocupándolo por barracas y debates permanentes, directamente inspirados por la Puerta del Sol de Madrid, campamento por la Democracia Directa, en la actividad también conocida como 15 de mayo (15-M). Aún en pleno verano griego (con temperaturas diurnas oscilando entre 35º y 41º) y vacaciones escolares, las actividades no pararon. Todas las noches hubo un debate central, con cerca de cien participantes, además de la exhibición de películas, la mayoría documentales políticos. 

Las marcas de la fractura societaria son otras, bien visibles y nada simpáticas. En el entorno de la región de concentración turística, quedan estacionados –como mínimo– un autobús entero de policías de verde y casco blanco, dos decenas más de los policías azules, sin contar con un pelotón de motocicletas en alerta permanente. Sorprende el aparato, pues la capital de la república helénica es muy segura, casi sin criminalidad, siendo común inclusive ver mujeres solas caminando despreocupadamente de madrugada. Por lo tanto, la conclusión es obvia. La presencia de las fuerzas de orden es para contención de la protesta social. 

 

Cuando la cultura rebelde se junta a la defensa de derechos básicos

 

La historia contemporánea de los helenos se inicia el 6 de diciembre de 2008, cuando el joven Alexandros Grigopoulos, de sólo 15 años, fue asesinado a tiros por la policía en medio de las calles de la región de la Plaza Exárquia, en una noche de sábado. Este barrio, bien próximo al centro, es una especie de zona autónoma, aglutinando anarquistas y adeptos a subculturas libertarias desde la segunda mitad de los años ’70. Allá también se localizan instalaciones universitarias, como la Escuela Politécnica, centro nervioso y operacional de toda la protesta en el país desde la misma década de los ‘70. El crimen de Estado dio inicio a una revuelta que duró tres semanas, de dimensión nacional y apoyo popular, sólo concluyendo en la navidad de aquel año. Desde entonces, Grecia se incendió. 
Para los códigos de la ciudadanía griega, muy en función de la última dictadura (1967-1974), es inadmisible la represión política a este nivel. El detalle es que los coroneles griegos fueron retirados del poder por la presión de la lucha directa, siendo que los acuerdos de transición vinieron tras el fin de la gobernabilidad y de cualquier legitimación dictatorial. No hubo Pacto de La Moncloa en Grecia ni nada por estilo.
Esto ha dejado un caldo de cultura política de protesta, siendo hoy esta cultura transversal a como mínimo tres generaciones. El PASOK (equivalente al partido socialdemócrata) ganó las últimas elecciones con el actual primer Ministro George Papandreou reproduciendo parte de los discursos de la revuelta del año anterior. Pero, ya los primeros meses de gobierno, este capital político se diluye a partir de la imposición de medidas de “austeridad” impuestas en función del ataque contra los papeles griegos, ocurrido en febrero de 2010. 
La deudocracia y los gestores de la deuda misma

 

La desilusión vino, y es proporcional al considerable tamaño del hueco en las cuentas públicas. Este totaliza 190 mil millones de euros en “posiciones expuestas”, lo que en el argot del mercado financiero implica compromisos no cubiertos; mientras tanto, los recursos adquiribles hoy, juntando reservas y ventas de bonos del tesoro totalizan sólo 82 mil millones de euros. Para empeorar, la “muy noble y correcta” agencia de análisis de riesgo Moody’s, ha rebajado nuevamente la calificación de la deuda griega. 
Por eso es que las semanas anteriores a la votación del plan de metas del FMI (28 y 29 de junio de 2011), surge un neologismo político contemporáneo, un acierto conceptual que caracteriza la situación como “deudocracia”. El cratos (mando) de la colectividad es de los ejecutores de la deuda y no de los detentores del mandato popular. Este término marca el divorcio entre la representación política y la población que se embarcó en la visión del oasis de la zona euro y ahora se ve frente a la suspensión de pagos y la pérdida múltiple de derechos sociales históricos.

 

Bruno Lima Rocha es politólogo (phd y msc), docente universitario y periodista profesional (bsc). Concentra sus trabajos en el portal Estratégia & Análise (publicando en Portugués, Castellano e Inglés) y es vinculado a los sectores más combativos de la lucha popular en el  Cono Sur de América.

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