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No es eso, no es eso. Sobre el concepto de decrecimiento

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Manuel González de Molina, Rafael Rodríguez de León, Francisco Garrido.07/11/2011.

Más allá de lo relativamente novedoso de algún que otro lema de divulgación (decrecimiento, adelgazamiento, etc.), el concepto de “decrecimiento”, en cuanto desaceleración y reducción absoluta de la extracción y consumo de materia y energías y de la producción de residuos; no es más que la función objetivo central de la economía ecológica, nada nuevo y nada que tenga que ver con lo que Juan Torres critica como “decrecimiento” o lo que algunos grupos, tan minoritarios como moralistas, confunden con un ascetismo de raíz metafísica. La impugnación que Juan Torres realiza, en su artículo sobre el decrecimiento, afecta en realidad a la economía ecológica en su totalidad. ¿Es posible una economía ecológica que no implique decrecimiento? Sólo negando la termodinámica sería posible. Martínez Alier, uno de los más consistentes representantes del la economía ecológica, no de ahora sino desde hace muchos años, expresa claramente la vinculación entre ecologismo y decrecimiento cuando dice: “En los países ricos debe darse un ligero decrecimiento económico que sea socialmente sostenible. Debemos entrar en una transición socio-ecológica. La economía ha de decrecer en términos de materiales y de consumo energético”. (Martínez Alier,J. Decrecimiento sostenible. SinPermiso. 23/02/2009).

 Los dos dogmas críticos, en términos quineanos, de la economía ecológica contra la economía neoclásica son: primero, la impugnación ecológica del crecimiento como función objetivo central del sistema económico, por imposibilidad termodinámica. Y dos, la impugnación epistemológica de la metodología de la economía neoclásica, por ocultar los costes e impactos físicos y ecológicos. Pocos conceptos han sido más criticados en la economía ecológica que el PIB como indicador fidedigno de la riqueza. Por eso resulta sorprende que un científico social tan riguroso como Juan Torres confunda en su artículo “decrecimiento” (reducción del consumo de materia y energía: un indicador físico) y “recesión” (caída del PIB: un indicador monetario). Y además atribuya a los partidario del decrecimiento sus propias confusiones y errores; acusando a estos de estar obsesionados con el PIB. Adjuntamos este otro artículo de Martínez Alier para que puedan comprobar lo alejado que está la economía ecológica decrecentista de los vicios que le atribuye inopinadamente el profesor Torres ( Hcai).

 La prueba empírica de que el PIB y el crecimiento neto en consumo de materia y energía no son ni simétricos ni equivalentes es esta crisis que nos azota. Si miramos las cifras que da el FMI en su informe Perspectivas de la Economía Mundial, de abril del 2011 (Materias primas FMI.pdf) (pags.104-108) se puede observar el desacoplamiento en los países de la OCDE entre PIB y consumo de energía primaria. Así pues ni la recesión es un equivalente automático a decrecimiento, ni el decrecimiento implica necesariamente recesión. Esta confusión entre recesión y decrecimiento es más propia de un enemigo común, la economía neoclásica, que de un feroz crítico del neoliberalismo como es Juán Torres

La acusación de perspectiva ricocéntrica al decrecentismo y de ignorar las condiciones de vida de las poblaciones de los países empobrecidos y de las clases trabajadoras, no puede ser más inexacta, además de injusta. La economía ecológica, el movimiento pro decrecimiento han planteado siempre una estrategia de decrecimiento selectivo que debería afectar básicamente a las clases sociales y a los países más consumidores y derrochadores. El decrecimiento es global no local. En un reparto selectivo de las cargas a unos (los ricos) les tocará decrecer, y a otros (los pobres) crecer; pero al final las cuentas tienen que cuadrar negativamente en lo tocante al consumo total de materia y energía. Para ayudar a comprender y contabilizar la distribución desigual de los impactos ecológicos del crecimiento la economía ecológica y la ecología política han construido instrumentos conceptuales como son la “huella ecológica” o la “deuda ecológica”. Suponemos que el profesor Torres conocerá dichos instrumentos. El mismo protocolo de Kyoto, con todas sus insuficiencias y trampas, estaba imbuido de esta filosofía de distribución selectiva de los costes del decrecimiento (en este caso de emisiones de GEI).

Parece extraño que el profesor Torres olvide que el crecimiento económico per se genera desigualdad. Ya lo dijo Marx al referirse al mecanismo íntimo de sistema capitalista, la acumulación ampliada del capital. Luego un estado estacionario, punto final del proceso de decrecimiento o adelgazamiento, en realidad lo que hace es reducir las desigualdades (las sociedades preindustriales y aquellas en las que el dominio del capitalismo ha sido menor, han sido sociedades más igualitarias desde el punto de vista material).
Las desigualdades sociales en los países ricos se han trasladado también a los territorios: un abismo separa hoy a países pobres y ricos y la condición de los primeros se debe a que los ricos se han apropiado de sus fuentes de de energía y materiales para seguir creciendo. Sólo decreciendo en los países ricos será posible que los países pobres crezcan y la desigualdad territorial y social se atenúe.                                           .

Lo mismo cabría decir de la «desmaterialización» del desarrollo (porque esto es lo que pretende el decrecimiento, desacoplar la prosperidad del consumo de energía y materiales que han ido unidas desde la revolución industrial): la prosperidad no material se puede compartir en mucha mayor medida que la posesión y el consumo de bienes materiales.

En consecuencia con lo anterior, el decrecimiento sostenible no será posible sin cambios sociales muy profundos que, entre otras cosas, reduzcan sustancialmente la desigualdad social. La desigualdad no es para la ecología política una cuestión ética, es una patología ecosistémica ya que está íntimamente vinculada con la degradación ambiental (es origen de ella) y con la viabilidad futura de la propia economía. Lo que-Juan Torres ignora en su artículo es que su propuesta de keynesianismo productivista creará empleo (aunque cada vez es más difícil de garantizar esto) a medio plazo, pero no logrará reducir las desigualdades sociales, sino al contrario.

Así pues acusar al decrecentismo, y por ende al ecologismo, de olvidar las injusticias, es algo peor que ignorar… Es realizar juicios de intenciones con todas las evidencias en contra. Y aquí es donde nos asalta una inquietante preocupación del artículo del profesor Torres pues somos compañero de trinchera contra el liberalismo neocriminal y compartimos mucha de sus opiniones críticas contra la orgía de especulación y robo en el que estamos inmersos. Disociar la lucha por la igualdad de la lucha por la sostenibilidad (que es imposible de conseguir físicamente sino es decreciendo) es un gravísimo error que conduce a un callejón sin salida a la izquierda contemporánea. Uno de los mayores enemigos políticos de la profundización y universalización de los derechos sociales es el consumo de masas como practica social (en los países ricos) y como promesa (en los piases pobres). Parece que las opiniones en materia de economía ecológica del profesor Torres pueden ser representativas de cierta izquierda que piensa que todo es un problema de distribución, ignorando las bases materiales de la producción y los límites físicos.

2 Comentarios

  1. José Antonio Pino

    Comparto plenamente el contenido de este articulo. El corto plazo no puede dilapidar el futuro. Asumo que no es fácil intervenir desde la izquierda política ( con siglas o sin ellas) y no intentar proponer salidas keynesianas- productivistas inmediatas. Pero, desde luego, no parece que sea rigurosa una propuesta que no encaje la igualdad social y territorial con los límites biofísicos del planeta.

  2. Ayer, tras eso que han llamado debate, leí este artículo en diagonal. Ya me pareció bueno y lo compartí. Esta mañana fresca lo he vuelto a leer más tranquilamente. Igual que a ustedes me sorprendió el anterior texto de Juan Torres, afamado líder del pensamiento económico de izquierdas, y al que este da certera respuesta. Para los que piensan que unir a la izquierda es sumar siglas, les recomiendo una pausada lectura. El trasunto de la unidad no puede ser otro que una interpretación objetiva de lo que está pasando y de cómo salir de esta puñetera crisis, no solo con el menor coste social posible, si no con una perspectiva de futuro amable que interrumpa del vértigo de la desigualdad.

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