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Pura barbarie

cogida

Alejandro Víctor García.

La imagen de Julio Aparicio ensartado por el asta de un toro es el mayor argumento gráfico que he visto nunca para detestar el toreo. No diré para prohibirlo pero sí para aborrecerlo. Durante muchos años he sentido la atracción del magnetismo primitivo de la lucha entre el hombre y la bestia. He ocupado asiento en muchos cosos y he visto torear y he conversado con grandes toreros. Leo el Cossío en horas muertas. Entre las fotos de mi infancia hay una docena de imágenes con un jovencísimo Paco Camino. La primera vez que vi un programa de televisión fue en una peña taurina. Y he ido cumpliendo años sin saber muy bien si me gustaba o no la fiesta. Pero la imagen de Aparicio cogido por la mandíbula inferior, como si el pitón fuera unos de esos ganchos que se usan en la matanza para arrastrar el cerdo, me ha revelado a las claras el hiato que separa el salvajismo de la civilización. Ya no se trata de elucubrar si el toro sufre o no, si le duelen los arpones de las banderillas o si, como dicen algunos, cada herida del rejón constituye un oscuro estímulo para su bravura. Ya no es el toro lo que duele sino la sinrazón del torero, la gratuita exposición a la muerte o la despiadada reproducción de la cornada. Allí no hay arte, ni dignidad, ni valor, ni pintoresquismo. Solo barbarie, pura barbarie.

Publicado en los diarios andaluces de la cadena Joly. 23/05/2010.

Un comentario

  1. Agradezco sobre todo la mutilación de la foto. El sábad me asaltaba desde todos los rincones de internet, de los periódicos, obligándome a volver la cabeza. Que un espectáculo público permita la posibilidad de ver algo así en directo parece, ciertamente, pura e injustificable barbarie!

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