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Stephen Hawking: El fin de la teología

cura

 

Eduardo Robredo Zugasti.

Los «líderes religiosos«, la prensa llamada sociorreligiosa y sus intelectuales han reaccionado airadamente ante la próxima publicación del libro de Stephen Hawking, The grand design: «El filósofo Hawking deja de ser científico y niega la existencia de Dios«. Por fortuna hoy en algunos lugares del planeta ya no vivimos en teocracias y esta ira santa no se traducirá en la ejecución del hereje, como pasó en los casos de Menocchio, Bruno, Vanini y otros convictos históricos de ateísmo que ya habían llegado a conclusiones similares a las de Hawking, aunque fuera desde distintas justificaciones filosóficas. Eso sí; sin duda los titulares de la prensa religiosa hubieran sido muy diferentes en el caso de que el físico británico hubiera pintado un cuadro más favorable y reconciliatorio con la religión. No habría más que recordar que muchos de los mismos teólogos que ahora braman contra Hawking, dan la bienvenida a noticias del tipo: «Autenticidad de Sábana Santa de Turín es confirmada por recientes estudios, según expertos reunidos en Lima» y similares.

The Times ha adelantado un extracto del libro junto con un artículo (Vía):

Así como el darwinismo eliminó la necesidad de un creador en la esfera de la biología, una nueva serie de teorías han convertido en redundante el papel de un creador para el universo. 

«El universo puede y seguirá creándose a sí mismo de la nada porque existe una ley tal que la gravedad. La creación espontánea es la razón por la que existe algo más bien que nada, de por qué existe el uniververso, de por qué existimos», escribe.

Hawking escribe que el primer soplo de inspiración fue la confirmación en 1992 de que se había observado a un planeta orbitando una estrella que no era nuestro sol. «Esto hace que las coincidencias de nuestro sistema planetario, un único sol, la afortunada combinación de la distancia entre la tierra y el sol y la masa solar, mucho más remarcable, constituya una evidencia mucho más convincente que la idea de que la tierra haya sido cuidadosamente diseñada sólo para agradar a los seres humanos», escribe. Predice que la física está al borde de escribir una teoría de todas las cosas, un marco único que pueda explicar enteramente las propiedades de la naturaleza. Tal teoría será el santo grial de los físicos desde la época de Einstein, aunque hasta ahora haya sido imposible reconciliar la teoría cuántica, que explica el mundo de lo subatómico, con la gravedad, que explica cómo interactúan los objetos a escala cosmológica. 

El profesor Hawking sugiere que la Teoría-M, una forma de teoría de cuerdas, conseguirá este objetivo. Escribe que «La Teoría-M es la teoría unificada que Einstein esperaba encontrar. El hecho de que los seres humanos, que son ellos mismos meras colecciones de particulas fundamentales de la natuaraleza, hayan sido capaces de llegar tan cerca de entender las leyes que nos gobiernan y que gobiernan el universo, es un gran triunfo.

A veces salpimentado con salmos insultantes, el argumento subyacente de los teólogos para rechazar el planteamiento de Hawking, del que por ahora sólo hay un extracto periodístico, descansa en la idea (aunque empleada de forma muy oportunista y selectiva, como vemos) de que las entidades que postula la teología y en su caso la filosofía, como sierva suya, entidades tales como «Dios», «Alma» o «Libre albedrío» sencillamente no tienen nada que ver con las ciencias positivas. Estos conceptos típicamente religiosos, invulnerables al estudio empírico, no podrían ser confirmados o disconfirmados por la experiencia.

Sin embargo, las afirmaciones religiosas están solapándose constantemente con las afirmaciones científicas. Esto es cierto incluso desde la fundación intelectual de la teología, hace 2.500 años en Grecia, cuando «Dios» mismo, como primer motor que ponía en movimiento el resto del cosmos aristotélico, era una parte en sí mismo de la física.

El supuesto naturalista de Hawking consiste también en que un cosmos con un Dios creador no es el mismo, empíricamente hablando, a un cosmos sin Dios creador. De la misma forma, un universo en el que existen almas inmateriales no es empíricamente idéntico a uno en el que no existen almas inmateriales. Ni es idéntico un universo con «Karma» o sin él. O un universo con «Bodisatvas» o sin ellos.

Tampoco una vida en la que existe «diseño inteligente» es empíricamente idéntica a una vida sin diseño trascendente, y la prueba es el desasosiego histórico de los teólogos provocado por el darwinismo naturalista junto al intento, nunca sofocado, de proponer una teoría «alternativa».

Es indudable que la existencia de todas estas entidades pretendida y literalmente meta-físicas, en la medida en que interactúan causalmente con el universo, tiene necesariamente consecuencias empíricas y por consiguiente entran en el dominio de la ciencia positiva. No es lo mismo un universo con Dios que sin él, y por eso la teología no es invulnerable a la física cosmológica.

Stephen Hawking: «La ciencia ganará porque funciona«.

ACT. Sean Carroll hace una interesante observación. Más que «probar» la inexistencia de Dios, lo que el modelo cosmológico de Hawking hace es sugerir un entendimiento de la existencia del universo que descansa enteramente en leyes naturales. Carroll sugiere que sería posible seguir «creeyendo» en Dios, pero 1) en uno que no tiene ninguna implicación (física) en el universo tal como lo conocemos (a diferencia del Dios de Aristóteles) o bien 2) en otro que difícilmente se preocupa por los asuntos humanos (como los dioses griegos o el Dios de la ontoteología cristiana). En ambos casos sigue siendo cierto que los dos principales cursos históricos de la teología (el Dios personal y el Dios cosmológico) tocan a su fin si la ciencia de Hawking es correcta.

Publicado en www.revolucionnaturalista.com.

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