José Manuel Abad Liñán./ El disfrute del paisaje que ofrece esta cordillera va más allá del placer estético. Esta cordillera se ha convertido en observatorio científico privilegiado y único en España para detectar las variables del cambio global.
Desde las cumbres y laderas de Sierra Nevada es posible medir alguno de los índices más claros del cambio global y traducirlos casi de inmediato en medidas concretas para evitar el deterioro de la mayor reserva de biodiversidad del Mediterráneo español. Es el objetivo del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada. Está en juego no solo la supervivencia de su impresionante variedad biológica (más de 2.100 especies vegetales, 200 de vertebrados y un número aún por precisar de invertebrados), sino sobre todo el buen funcionamiento de los ecosistemas, que suministran servicios como suelo fértil, agua para cultivos y -que no se olvide- disfrute escénico.
Para protegerlos, los científicos echan mano de su pericia y de la última tecnología de medición de la “vitalidad” de Sierra Nevada. Y es que un sistema de montaña es una realidad ecológica muy compleja, pero precisamente por ese motivo resulta muy jugoso a los expertos en cambio global. Las variables son tantas y tan diversas (se miden unas cien, como la pluviosidad, la temperatura del suelo o la evaporación) que en su conjunto aportan indicios claros de cómo el cambio global ocurre también a escala local. En palabras del catedrático de ecología de la Universidad de Granada Regino Zamora, que trabaja como coordinador científico del Observatorio, “en las montañas se concentran las condiciones ambientales que, en otros entornos, solo se expresan en superficies muy extensas”.
Científicos «de bota» y «de bata»
El trabajo de seguimiento de sus casi 80 científicos y técnicos, tanto de los «de bota» (los que trabajan en el terreno) como los «de bata» (los que analizan los resultados en el laboratorio), se basa en estar alerta a esas variables, desde las enfermedades de la fauna al adelantamiento de la floración, pasando por el incremento de las plagas y los incendios. La introducción de especies invasoras y la pérdida de biodiversidad son otros indicadores interesantes.
Además, están muy atentos a los cambios en la extensión y duración de la cubierta de nieve mediante estaciones meteorológicas y datos de satélites, y a las condiciones climáticas de Sierra Nevada, que cuenta con más de 40 estaciones meteorológicas en su perímetro. Y no se olvidan de los elementos que más directamente tienen que ver con la actividad de los hombres, como la expansión de las áreas óptimas de cultivo o la evolución en los usos ganaderos y forestales.
Para entender este modelo de trabajo hay que pensar en un «ciclo de la vida» que reúne a científicos y gestores. Los científicos recogen los datos sobre el terreno y los interpretan. Así crean mapas climáticos de alta resolución o hacen inventario de la biodiversidad, y luego “pasan el balón” a los gestores, para que tomen medidas en consecuencia. El resultado de estas medidas de gestión es evaluado por científicos y gestores a posteriori y sirve para definir los problemas y plantear nuevos objetivos, que derivan en nuevos enfoques científicos.
Un caso concreto: la restauración del bosque cuando ocurre un incendio forestal. ¿Cómo mejorar la eficacia de la restauración forestal después de un incendio? Aprovechado la capacidad de recolonización natural de algunas especies. Lo explica Regino Zamora: “En vez de repoblar de forma homogénea con sólo especies de árboles, que es la típica repoblación uniforme, utilizamos además arbustos”. Estas especies se distribuyen de manera muy heterogénea en lo que se denominan “islas de vegetación”. Para la creación de esos núcleos se eligen especies de matorral que crezcan muy rápido para generar en poco tiempo cobertura vegetal y que florezcan y fructifiquen (preferiblemente de frutos carnosos) lo antes posible. De este modo la fauna los diseminará por la zona quemada más próxima.
En otros casos, los datos científicos desmontan la utilidad de medidas de conservación tradicionales. La mayor parte de la inversión para reducir el impacto de la procesionaria sobre los pinares se dedica a fumigar con químicos que inhiben el crecimiento de las larvas de todo tipo de insectos. Tras analizar el grado de infección de todos los pinares de Andalucía, han comprobado que la fumigación no tiene el efecto letal sobre la plaga que se deseaba.
El cambio global a escala local
¿Se ha hecho notar ya el cambio global en Sierra Nevada? O, mejor dicho, ¿puede confirmarse? En el análisis de este fenómeno hay que estar alerta a largas series temporales de datos que permitan fijar tendencias generales y discriminar los acontecimientos puntuales. El observatorio aún está poniendo en marcha algunas metodologías, pero ya ha obtenido resultados llamativos. Eso sí, para que algunos sean sólidos tendrá que transcurrir más tiempo (y obtener aún más datos):
–La cubierta de nieve se va reduciendo de manera patente, sobre todo en las cotas más altas. Se retrasa el inicio de las primeras nieves y se adelanta la fecha del deshielo. También aumentan las temperaturas máximas y mínimas, aunque los cambios son aún débiles.
–Han ocurrido cambios muy importantes en los usos del suelo y la cubierta vegetal en los últimos 60 años. Por ejemplo, se ha observado un aumento de la superficie ocupada por otros bosques naturales (encinares y robledales), que los científicos atribuyen al abandono de la ganadería y la agricultura extensivas. “En algunas ocasiones, hemos observado un desplazamiento en altura del límite del árbol, probablemente provocado por una combinación de cambio climático y abandono de usos tradicionales, que frenaban el desarrollo del bosque. Estos cambios en el funcionamiento del bosque implican que es necesario rediseñar las políticas de gestión de dichas forestas para adaptarse al cambio global”, apunta Regino Zamora.
-Se ha analizado el índice de bienestar de la población en las últimas décadas. “Hemos observado cómo el hecho de que Sierra Nevada sea un espacio protegido ha amortiguado el descenso del bienestar de la población desde finales de los años ochenta del siglo pasado. Es decir,el bienestar se ha reducido menos en los municipios que hay dentro del espacio protegido que en los que están fuera”, explica Zamora.
Para llegar a estos resultados, los científicos y técnicos han creado un complejo sistema de información. “Se trata de una herramienta que nos permite gestionar de manera coherente y homogénea toda la gran cantidad de datos que se generan en virtud de más de 40 metodologías diferentes. El sistema de información nos permite gestionar y consultar todos estos datos. También es capaz de sintetizar y agregar los datos en bruto para obtener indicadores de estado de los ecosistemas”, indica el catedrático de ecología. La tecnología va de la mano de las casi 80 personas que colaboran directa o indirectamente con el proyecto: “Contamos con una wiki dentro de este sistema de información que recoge centenares de artículos diferentes sobre las metodologías de seguimiento y los resultados que obtenemos”.
Un modelo muy imitado, pero con una financiación incierta
El modelo de Sierra Nevada, iniciado en 2006, ha inspirado la red de Observatorios de seguimiento del cambio global de Andalucía, en la que se incluyen espacios con gran trayectoria en el seguimiento como Doñana y otros de reciente creación (zonas áridas de Andalucía, medio litoral y monte mediterráneo). Por otro lado, el programa de seguimiento de los efectos del cambio global en los Parques Nacionales de España también ha asumido alguna de las ideas básicas.
Del proyecto forman parte la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía -principal financiador-, la Agencia de Medio Ambiente de Andalucía -sus técnicos se ocupan de la toma de datos sobre el terreno- y el Laboratorio de Ecología del Centro Andaluz de Medio Ambiente, que coordina la parte científica. Cuenta con un presupuesto cercano a los 500.000 euros anuales, que sería mayor si no fuera por la participación de personal público, los agentes de medio ambiente.
Sin embargo, el Observatorio no es ajeno al actual panorama de crisis económica de las administraciones regionales y estatales, y sigue buscando apoyos añadidos para sus proyectos.
Aunque no todo es un problema de fondos. “Es tremendamente complejo transmitir conocimiento útil a los gestores cuando, en buena medida, ese conocimiento todavía no está consolidado”, confiesa Regino Zamora. Además, los investigadores y los gestores tienen una forma muy distinta de aproximarse al cambio global. “Los gestores necesitan respuestas rápidas para adoptar decisiones lo más rápidamente posible y los científicos demandan tiempo para realizar las investigaciones oportunas frente a un problema ambiental determinado”. El Observatorio de Sierra Nevada también es un laboratorio para mejorar su entendimiento.