Rocío Cruz
Cuando hablamos del dinero que recibe Andalucía cada año del Estado, no estamos hablando de cifras abstractas. Estamos hablando de cuántos médicos hay en tu centro de salud, de si tu hijo tiene profesores de refuerzo en su colegio, de si tus mayores tienen una residencia digna o si puedes operarte sin esperar meses. Porque la financiación autonómica es eso: lo que sostiene nuestra sanidad, nuestra educación y nuestros servicios públicos.
Pero el sistema actual está mal hecho. Muy mal hecho. Porque no trata igual a todo el mundo. Y Andalucía siempre sale perdiendo.
Resulta que hay comunidades que tienen un sistema especial, como el País Vasco y Navarra, que les permite quedarse con casi todos sus impuestos y apenas contribuir a la solidaridad con otras regiones. Es decir, tienen un trato de privilegio que no existe para el resto. Y luego está el sistema general, que tampoco es justo porque, aunque intenta igualar un poco, deja diferencias enormes: algunas comunidades reciben mucho más por habitante que otras. Entre la que más recibe y la que menos, la diferencia es de 25 puntos. Y si metemos en la ecuación a Euskadi y Navarra, la desigualdad se dispara a 150 puntos. Es un auténtico despropósito.
En Andalucía esto se nota mucho. Somos la comunidad con más población, pero también de las más pobres y, para colmo, de las peor financiadas. Cada andaluz recibe 170 euros menos al año de lo que debería si estuviéramos en la media. Si sumamos a los más de ocho millones que somos, significa que nos faltan más de 1.400 millones de euros cada año. ¿Te imaginas lo que significaría tener ese dinero en sanidad, en colegios, en empleo? Sin embargo, no llega.
Y lo peor es que, mientras reclamamos más dinero, nuestro propio gobierno andaluz perdona impuestos a los más ricos. Sí, Moreno Bonilla ha eliminado el impuesto de patrimonio (que solo pagaba quien tiene más de 700.000 euros en bienes), ha bonificado casi al 100% las herencias millonarias y ha bajado tramos de IRPF que benefician sobre todo a quien más gana. Resultado: los más ricos se ahorran más de 1.000 millones de euros al año en impuestos gracias a estas medidas. Es decir, casi lo mismo que reclamamos al Estado para poder mejorar nuestros servicios públicos.
Así es imposible avanzar. Porque, ¿Cómo vamos a exigir justicia y solidaridad si aquí perdonamos impuestos a quien más tiene? Mientras tanto, la sanidad pública se deteriora, se desvían fondos a hospitales privados y la educación pública pierde recursos.
Y encima, para reformar el sistema de financiación hace falta que las comunidades con más poder político acepten cambiarlo. Pero no quieren, porque son las que salen ganando. Las que más dinero tienen, las que más recaudan y las que más influyen. Las que, si pueden, bloquean cualquier cambio que implique repartir mejor. Así, las comunidades más ricas se hacen todavía más ricas y las más pobres seguimos atrapadas.
Andalucía merece respeto. Andalucía no pide privilegios. No quiere ser más que nadie. Pero tampoco menos. Queremos lo que es justo. Queremos que nuestro esfuerzo se vea recompensado. Queremos que nuestros jóvenes no tengan que marcharse a buscar un futuro, que nuestros mayores vivan con dignidad, que nuestra gente no tenga que hacer colas infinitas en urgencias o renunciar a tratamientos porque no hay recursos.
Va de sentido común y de justicia. Sin reproches, pero con la verdad en el corazón. Es cierto que el gobierno de coalición progresista ha mejorado derechos sociales y laborales. Pero debe recordar que Andalucía no es solo una tierra de sol y turismo, es un pueblo con alma y dignidad. Aquí nacen y crecen millones de personas con sueños, con talento y con historia.
Ha llegado la hora de dejar de ser la última en la fila. Porque si Andalucía se levanta, España también avanza.
Paralelo 36 Andalucia Espacio de pensamiento y acción política
