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Sobre la necesidad del aumento del gasto en Defensa y otras patrañas neocons

Desde las ya antiguas crisis de los 70s y 80s, que supusieron un cambio radical en la política internacional, con la caída de la URSS, el asentamiento de la CE, y la tan mal llamada “Pax Americana”, que revolucionó el capitalismo para prepararlo hacia una globalización salvaje y a la financiarización de la actividad productiva, le siguió lo que Fukuyama llamó el “final de la historia”, en la creencia más o menos ingenua de que puestas las bases del equilibrio y el desarrollo, nada iba a impedir que el mundo fuese cada vez más justo, más humano y sobretodo, más aburrido en cuanto a hechos relevantes y disruptivos. Los únicos elementos que ensombrecían el futuro de una humanidad en claro progreso, sin guerras nucleares, sin conflictos a gran escala, eran el Calentamiento Global y el “peak oil”, pero por el contrario, la revolución digital, los aumentos espectaculares de la productividad, el reforzamiento de los lazos diplomáticos mundiales  y el mayor período de inflación casi nula que haya tenido el planeta en toda su historia hacían mirar con optimismo hacia el mañana.

Las figuras de los “cisnes negros” que tanto negaba Fukuyama, empezaron a florecer con las sucesivas crisis a la que nos estamos enfrentando desde el año 2008. Primero la Crisis Financiera Global que hipotecó/endeudó al mundo para pagar el dinero que no había realmente en los balances de los bancos y empresas, mostrando al mundo las vergüenzas de la economía financiera y de cómo se había abandonado la economía real y productiva en mor de los “productos titulados” que valían sólo para ser vendidos aumentando el fraude sin tener nada dentro. Los enormes flujos de inversión dedicados exclusivamente a los derivados financieros drenaron y en qué forma, la capitalización del sistema productivo de fabricación, abocando a incrementos de la rentabilidad prohibitivos para la economía real que no podía competir en condiciones de igualdad con el capitalismo financiero impuesto desde los años 80s.

La siguiente crisis, la Pandemia del Coronavirus, provocó el mayor colapso conocido desde la IIGM y un altísimo coste que aún seguimos sufriendo, viendo cómo se han roto en mil pedazos las cadenas de suministros globales que mantenían los precios a la baja y las productividades por las nubes a cambio de consumir de una forma desaforada y mantener un sistema de transporte inviable a la menor de cambio. No era broma cuando nos decían que el aleteo de una mariposa en Perú podría provocar una tempestad en el norte de África, pues tal era el grado de dependencia de los sistemas “Just In Time”, que un barco atravesado en el Canal de Suez podía poner en jaque a la industria del automóvil europeo. No es que, como decían en el 2008, estemos viviendo por encima de nuestras posibilidades, sino que nos arriesgamos, con la deslocalización total de la cadena productiva, a ser rehenes, tal y como se ha puesto de manifiesto, de un endiablado sistema de comercio mundial, donde nada se empieza y se acaba en el mismo sitio.

Paralelamente a estas dos crisis, no vimos a Donald Trump, a Joel Bolsonaro, a Putin, a Duterte, a Steve Bannon, al Brexit, en definitiva a los neofascismos, como algo importante y estructural en el tiempo. Al igual que los movimientos de las Primaveras Árabes, los movimientos Anti-Sistemas globales, el “Occupacy Wall Street” y las reacciones democráticas de Syriza, el 11M, fueron bajando al mismo nivel que bajaba nuestra calidad de vida, hicimos la equidistancia entre ambos movimientos, sin saber que los discursos de odio, los discursos en contra del otro, tienen una vida más larga que los discursos sobre la esperanza, la creación democrática y el entendimiento político. Es más fácil odiar y destruir que colaborar y crear. Además, los nuevos Sistemas de Información mundiales (las grandes tecnológicas) habían implementado el mecanismo perfecto para que esos discursos de odio, de falta absoluta de sororidad, humanidad, etc., triunfasen, dando voz mediante un supuesto “sistema democrático” a todos por igual sin importar la calidad de la información y primando exclusivamente la cantidad generada de ella. La necesidad de datos de estas empresas, puesto que es su verdadero negocio,  hacen que inexorablemente creen herramientas que están destinadas a sacarlos sin importar el cómo, cuándo y porqué, de forma que los algoritmos atrapan todo y el verdadero programa fuente, la Matrix del sistema, el Metadato, es el nuevo petróleo de este incipiente y desastroso, por ahora, mercado digital. Las NFTS, las criptodivisas, el Metaverso como realidad paralela a real, valga la redundancia, mantienen el patrón económico de liberalización total de principios de los años 80s con los Reagan, Thacher, Davos, etc., sin importar el valor real de lo producido, pasando de una economía basada en la demanda real de bienes producidos a otra de oferta sin fin por ser, precisamente esos bienes ofertados, puro humo, en definitiva, nada.

Sin coser las costuras de las anteriores crisis, y a pesar de todos los análisis sesudos y en contra de toda lógica del siglo XXI, nos encontramos ahora la terrible invasión, por parte de la Rusia de Vladimir Putin, de Ucrania. Nada más y nada menos que una guerra convencional en Europa del tipo de las que sufríamos en el S.XX con bombardeos, artillería, armas tecnológicamente más mortíferas, cerca de 100.00 muertos, millones de desplazados, un país destrozado totalmente y otro que se convertirá sin duda, en el próximo estado paria como Corea del Norte y durante décadas.

No cabe duda, después de más de 3 meses de guerra entre Rusia y Ucrania, que dicho enemigo era un gigante con pies de barro que ha mostrado lo peor de sí mismo. A la falta total de justificación y de moral por atacar al más puro estilo criminal a un país soberano, se une el desconcierto de los think-tanks occidentales clásicos sobre el devenir de la invasión, mostrando una falta de preparación, tecnología y logística que ha asombrado a propios y ajenos, llevando a Rusia a convertirse en un país paria, débil y necesitado como todos de la interconexión comercial que une a todo el mundo.

El uso intensivo de armamento moderno, que estaba diseñado más para la disuasión que para emplearlo en el campo de batalla, junto con las capacidades de información total que mantienen ciertos países como EEUU, han demostrado que el principal problema de la guerra tal y como se entendía en la ortodoxia militar, esto es, la situación en tiempo real de todo el escenario bélico, ya no existe. La vigilancia global exhaustiva que poseen los países occidentales no tiene parangón en ningún otro país del mundo y ha enseñado las vergüenzas del que fuera, hasta hace tres años, el segundo o tercero ejército más poderoso del mundo. Toda la maquinaria bélica rusa se ha caído como un castillo de naipes, manteniendo únicamente la posibilidad por parte de Rusia de tener una guerra total de desgaste y posiciones tal y como fue la IGM de 1914. Algo parecido pero evidentemente a menor escala se vio en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, donde la guerra acorazada sucumbió, y de qué forma, ante la tecnología barata y eficiente de los UAVs.

Estos dos conflictos nos están enseñando precisamente lo contrario de lo que se pide por parte de grandes e interesados sectores de la política actual, que es incrementar la inversión en defensa, en armas, en sistemas costosísimos que pueden quedar totalmente obsoletos dentro de un par de años.

El run run cada vez más evidente y notorio sobre la supuesta necesidad de aumentar el gasto en defensa por mor de estar preparados para posibles conflictos más o menos tradicionales está en la agenda de los principales lobbies mundiales y va a ser algo de lo que se hablará de forma exhaustiva en todos los medios. Además todo ello a pesar que ya la suma del gasto en defensa de los seis principales países de la CE (Alemania, Francia, Italia, España, Polonia y Holanda) en el año 2020 fue más  de 155.000 millones de euros, si bien hay grandes diferencias entre ellos ya que tanto Francia como Alemania cuadriplican el gasto de España, Polonia y Holanda, doblando con creces los de Italia que es el doble de los anteriores países citados.

Dejando aparte las magnitudes que diferencian a estos países en cuanto a población, PIB, etc. Nos encontramos con la curiosa cifra por la que estos países de la CE triplican el gasto de defensa de Rusia, la supuesta potencia militar que encabeza los rankings de armamento y a la que se le supone segunda-tercera potencia militar.

Sola Francia o Alemania invierten prácticamente la misma cantidad de euros en defensa que Rusia, pero como el PIB de las primeras es el triple que la última, tenemos que el porcentaje de gasto en defensa respecto al PIB es más bajo. ¿Significa esto que se invierta menos? Claramente no, pero usando los parámetros OTAN estos países no cumplen con sus condiciones de inversión que tanto importa a los Estados Unidos.

Aparte de las cifras macro de los presupuestos militares europeos, muchos de los cuales están maquillados bajo otros epígrafes de inversión en I+D+I, o en créditos multiperiodos de inversión diferida, nos encontramos también con la curiosa realidad que la CE tiene una industria de defensa que está situada en el segundo ranking mundial, solo por detrás de los USA, y mantiene un nivel tecnológico y de exportación que la convierte en un referente en el mercado de defensa mundial.

Para poder comparar estas cifras a nivel europeo, bastaría con decir que el presupuesto de la PAC (políticas agrarias comunes) que es el de mayor importe que gestiona Bruselas para el periodo 2014-2020 fue de 315.000 millones, lo que arroja un importe anual de 52.500 millones, que es precisamente lo que Francia destina en un año a su presupuesto militar.

Entonces nos podemos preguntar cuál es el problema? porqué debemos aumentar el gasto en defensa más que el gasto en agricultura por ejemplo?

El problema claramente ya hemos visto que no es de un déficit en inversiones, es decir de cantidad, sino más bien, el problema radica en la calidad de esas millonarias inversiones.

Francia desarrolla y tiene un MBT (tanque de batalla principal) que es el Lecrec, Alemania invirtió en el suyo que es el Leopard e Italia hizo lo mismo con su Ariete. Por su parte, tanto España como Holanda y Polonia compraron el Leopard alemán en un concurso en el que los países de la CE competían entre ellos y con la industria norteamericana.

La lista de sistemas de armas europeos que compiten entre ellos es larguísima, desde fragatas y barcos (donde compiten España, Italia, Francia y Alemania) pasando por IFV (transportes tácticos de tropa), obuses autopropulsados (Caesar francés vs Hotwizer alemán) hasta llegar a lo más caro y complicado como son los aviones de combate y transporte, helicópteros y drones. Baste decir que del proyecto Eurofigther se salieron tanto Francia como Italia desarrollando la primera el Rafale y comprando la segunda aviones norteamericanos.

Siguiendo estos datos sería una redundancia decir que la falta absoluta de homogeneización en proyectos comunes de defensa europeos es sin duda el mayor problema al que se enfrenta la CE y además, es un problema que se sigue manteniendo con los futuros proyectos que se desarrollan, siendo por su coste el antagonismo entre el FACS y el Tempest (aviones de sexta generación) un ejemplo paradigmático de las circunstancias que tenemos en lo que respecta a la colaboración en defensa de la CE.

Está claro que cada país tiene sus propios intereses en cuanto a defensa (hay países que no tienen costa, otros son más pequeños, unos quieren capacidad de proyección internacional y algunos son simplemente reacios a tener un ejército numeroso). Pero esa falta de homogeneización no se produce entre los países antes mencionados (el núcleo duro de la CE) y que si bien se producen colaboraciones puntuales en distintos proyectos (la futura corbeta europea o el Eurodrone) ésta dista mucho de ser el principal vector de inversión y eje estratégico para una defensa común europea.

Si tenemos un presupuesto común para el sector primario, un presupuesto común de ayudas con los fondos Nextgeneration, una moneda común, un mercado energético común y ya por fin, una deuda común, por qué no se esfuerzan estos países en la racionalización de gasto en defensa mediante la colaboración y no compitiendo entre ellos ? Para obtener la respuesta solo basta con mirar hacia el Oeste y las políticas norteamericanas para impedir, ya sea mediante la presión diplomática más o menos directa o con las múltiples ayudas financiadas por el complejo militar-industrial de los USA.

Con una OTAN cada vez más grande, gracias precisamente a su principal enemigo, y los anuncios por parte de los principales países de la CEE de aumentar las partidas destinadas a defensa, no cabe duda que el principal benefactor a corto plazo serían los EEUU, dada su alta capacidad de producción de armas, pero si realmente queremos hacer políticas a medio y largo plazo, debería ser la industria europea la gran beneficiada de estos incrementos de gasto que van a salir de los bolsillos de la CEE.

Con el caballo de Troya en la CEE que suponía el Reino Unido, las políticas atlantistas de Europa estaban siempre encaminadas a la defensa contra el enemigo del Este, y una vez con el Reino Unido fuera no se han cambiado estas perspectivas. A partir de la Crisis del Coronavirus, Europa entendió que para enfrentar problemas globales ésta debe actuar de forma también global. Como un hito en la historia reciente de los países, la CEE mutualizó deuda para ayudar a la reconstrucción de los sistemas productivos europeos que quedaron impactados por la pandemia, dando un salto cualitativo de una envergadura descomunal en un camino que, si bien no es del todo federal, se ha demostrado que es el correcto frente a la indiferencia de la que hizo gala en la anterior crisis de deuda soberana respecto a sus socios.

Con todos los países que conforman la CEE súper endeudados por las continuas crisis que, como las plagas de Egipto, se van sucediendo una tras otra, y en contra de lo que los políticos del espectro más liberal en el término económico de la acepción, pregonan, esto es, no más gasto público, no más deuda, no más Estado, resulta llamativo que sin embargo, pregonen a los cuatro vientos la necesidad de que ése mismo Estado sí que deba endeudarse para la expansión del gasto militar. Para reforzar el sistema público de garantías sociales (sanidad, educación, pensiones, reparto de rentas, etc) no, porque lo consideran gasto corriente y no como una inversión, pero para volver a lo siempre, esto es, traspasar Recursos Públicos a manos privadas sí y de ahí la campaña a la que seremos sometidos en los próximos meses, sino años sobre la necesidad de desviar recursos hacía la industria privada, tal como funcionan los impuestos Federales norteamericanos hacia su complejo militar-industrial.

Hoy, más de 14 años después de aquella decisión que causó miseria y pobreza en muchos países europeos, se reconoce por todos los organismos europeos (incluyendo las cancillerías más importantes del continente) que se decidió el peor de los caminos para la resolución de las crisis, es decir, el egoísmo y la primacía de los intereses nacionales por encima del interés común que nos concierne a todos los más de 500 millones de personas que conformamos la única Entidad Mundial que se reconoce como soberana y actúa como tal. Y por eso, porque realmente la historia nos ha enseñado cuál es el único camino válido para afrontar las crisis globales, la necesidad de un Presupuesto Común para la Defensa, tiene y debe ser la decisión necesaria para estos tiempos tan líquidos.

Vicente Algarín.

Foto: https://sipri.org/media/press-release/2021/world-military-spending-rises-almost-2-trillion-2020

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