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El fuego no espera a que nos pongamos de acuerdo

Rocío Cruz

Andalucía arde, España arde, y otra vez asistimos al mismo espectáculo bochornoso: políticos tirándose ladrillos unos a otros mientras los pueblos se convierten en ceniza. Y lo digo claro: las competencias no están en la Constitución para lanzárselas como piedras, están para cumplirlas. Para responder. Para proteger vidas y territorio.

Cada verano es igual. Que si es del ayuntamiento, que si de la Junta, que si del Gobierno central. Un circo de reproches que solo sirve para ganar minutos en televisión mientras las llamas avanzan sin pedir permiso. El fuego no entiende de competencias. El fuego arrasa. Y cada minuto perdido en peleas políticas es un metro más devorado por las llamas.

Lo más grave es que la solución existe y la repiten una y otra vez quienes sí saben de esto: prevención. Limpiar montes, hacer cortafuegos, educar a la ciudadanía, sancionar a los irresponsables. No hay misterio. Lo que falta es voluntad, compromiso y respeto al conocimiento de los expertos.

Y aquí hay que ser claros: el Gobierno progresista de España está mostrando disposición, medios y coordinación, poniendo brigadas, aviones y recursos al servicio de las comunidades autónomas. Esa actitud responsable contrasta con quienes solo saben mirar hacia arriba para echar culpas mientras no hacen sus deberes en casa. Pero también es verdad que el propio Gobierno central debe mejorar: no basta con reaccionar con medios, hace falta más inversión estable en prevención, más mano dura contra la negligencia y más pedagogía ciudadana.

Mientras tanto, las tertulias y las redes hierven de voces opinando sin tener ni idea. Y no, opinar sin datos no es libertad de expresión. La Constitución ampara la palabra, pero no la mentira. Y difundir bulos en mitad de una tragedia es lo mismo que echar gasolina al fuego.

Los incendios nos ponen frente al espejo: o entendemos que las competencias son responsabilidad real y no un juguete para el “y tú más”, o seguiremos viendo cómo el fuego se lleva vidas, casas y futuro.

Así que basta ya de excusas. El fuego no espera. La Constitución no es un escudo para el reproche, es una obligación para servir. Y quien no lo entienda, sobra. Porque en un incendio no hay bandos: solo quienes trabajan para apagarlo… y quienes lo alimentan con su irresponsabilidad.

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