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LA FALACIA DEL VOTO INÚTIL

Andrés Lozano (Sociólogo)

Mi voto este próximo domingo va a ir a la coalición formada por EQUO e INICIATIVA DEL PUEBLO ANDALUZ.

En democracia es un error establecer el silogismo de que voto útil es aquel que se traduce en escaño, o incluso que se traduce en gobierno. Sin embargo, es un argumento que se emplea como estrategia de las opciones mayoritarias para arrinconar las opciones minoritarias o emergentes. El recurso al voto útil es algo a lo que los partidos mayoritarios se suelen agarrar de manera especial    en los últimos tramos de campaña. Así hemos vistos como en diferentes convocatorias electorales el   PSOE lo ha utilizado contra otras fuerzas de izquierda, o el PP contra otros grupos del centro y derecha como UPyD o Ciudadanos.

Por definición, en democracia todos los votos tendrían que ser considerados igualmente útiles, en la medida que la democracia es consustancial con el hecho de que   las consultas electorales son el instrumento para que se exprese la voluntad popular.

Y esto es y debe ser así, independientemente de que en cualquier toma de decisión, y el hecho de votar a una u otra opción lo es, haya componentes de cálculo racional (ponderamos ventajas e inconvenientes) junto a otros de carácter afectivo o emocional. Así las razones implicadas en la decisión para votar una u otra opción pueden ser de diferente carácter:   la confianza o identificación con las personas candidatas y   dirigentes; identificación con el programa o con su ideología, castigar a otra opción, votar a quien consideramos el mal menor, seguir la tradición familiar, etc.  Todos esos componentes pueden estar presentes en un decisión que se supone racional, pero que   en terminología de Herbert A. Simon definiríamos como racionalidad limitada, porque no contamos con todas las variables y toda la información, y nos conformamos con la decisión que encontramos como más aceptable.

Como afirmaba al principio el recurso al argumento del voto útil es una posición típica de las formaciones políticas más consolidadas para evitar el paso a las nuevas o emergentes.  Desde esta premisa se afirmaba, por ejemplo, que depositar un voto a favor de IU en esa mayoría de provincias donde nunca tuvo representación era un voto perdido.

Claro que con esa misma lógica también podía considerarse inútil votar hace cuatro años a Podemos en las europeas, cuando la mayoría de las encuestas no le aseguraban escaño alguno; también bajo ese principio resultaba poco útil votar a Compromis en 2011,  cuando en la cita electoral previa de 2008 la coalición  Bloc-Iniciativa-Els Verds  sólo había obtenido un 1,08 por ciento.

Sin embargo, cuando hablamos de que el espectro político en una sociedad líquida, resulta bastante mudable, significa que los pequeños porcentajes demoscópicos o electorales están a veces sembrando cambios futuros en el panorama político.  El comportamiento electoral de una minoría que cambia su voto, puede convertirse en la avanzadilla de espacios electorales más anchos en el futuro.   Y para ilustrarlo un botón de muestra, esa coalición valencianista, que fue el germen de Compromís y que en 2008 obtuvo un uno por ciento, tres años más tarde, en 2011 obtuvo un 7% y en las autonómicas de 2015 superó el 18 por ciento; y Podemos en solo cuatro años pasó de concurrir a las europeas como fuerza emergente, pero como competencia minoritaria de IU, a liderar la coalición Unidos Podemos en las últimas generales y superar el 20 por ciento.

¿Qué quiero ilustrar con los ejemplos anteriores? Por un lado, que vivimos una situación política bastante mudable; y, por otro lado, que lo que se vota en una elecciones no es un punto final, sino un punto y seguido que produce cambios acumulativos. Es decir, una opción emergente puede tener un escaso porcentaje al principio, pero puede mejorar en posteriores convocatorias, al abrir espacios nuevos. Por supuesto, eso ocurre en unas ocasiones y en otras no. De hecho hay formaciones políticas donde se produce un estancamiento a lo largo de sucesivas convocatorias electorales.

Realmente, y por definición, en democracia el voto es siempre útil, porque representa el sentir de los ciudadanos, y su función desde el punto de vista sociológico va más allá de su virtualidad univoca de convertirse en escaño, o en gobierno.  Puede servir como punto de partida para futuras elecciones, como advertencia o tirón de orejas a fuerzas más consolidadas, para construir una fuerza de oposición o gobierno en las instituciones. En todos los casos, las elecciones suponen una radiografía de la opinión política de la ciudadanía en un momento concreto, y un sistema democrático de calidad debe garantizar que así sea.

Otra cuestión es el hecho de que los diferentes sistemas democráticos, y concretamente los diferentes sistemas electorales sean de más o menos calidad democrática; dicho de otra manera,  hay sistemas electorales que permiten que todos los votos valgan lo mismo y que  en  la competencia electoral  exista cierta igualdad de oportunidades, y otros en que esto  no ocurre o bien ocurre en menor grado. Así por ejemplo, en muchos casos las minorías difícilmente pueden convertirse en mayorías cuando su acceso a los medios de comunicación en la práctica les   está vetado, o cuando el sistema electoral es mayoritario o poco proporcional, o cuando se les exige superar porcentajes mínimos demasiado importantes para poder traducir sus votos en representantes, y en todos los casos cuando las campañas electorales exigen dispendios económicos al alcance de unos pocos.

Otra dimensión diferente del concepto de utilidad del voto es la que tiene que ver con el uso que hacen los partidos de la representación obtenida. Por ejemplo, en un parlamento plural y diverso se puede considerar que si una fuerza no utiliza su  representación para influir en  la acción política no está dando utilidad institucional al voto  de las personas que la apoyaron electoralmente. Esa utilidad tiene que ver con la percepción subjetiva que tenga un votante de un determinado partido de la acción institucional de ese partido. Así un votante de Adelante Andalucía puede pensar que negociar con el PSOE un programa, un presupuesto o una investidura es darle utilidad a su voto o lo contrario.

Y llegado a este punto,   y al hilo de lo expuesto anteriormente, me parece evidente que votemos lo que votemos todos los votos serán votos útiles. En este contexto, mi apuesta es abrir espacio a un proyecto nuevo, que se parece y busca parecerse bastante a Compromís, y que desde la humildad de los proyectos que empiezan, quiere sembrar nuevas formas de cooperación política para el futuro.   Por eso mi voto este próximo domingo va a ir a la coalición formada por EQUO e INICIATIVA DEL PUEBLO ANDALUZ.

 

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