Rafa Rodríguez (*)
Hasta el último tercio del siglo XX, predominaban las teorías organicistas, esencialistas o románticas sobre el nacionalismo, tanto teórico como político, que entendían la nación como una realidad natural, casi biológica o eterna, basada en elementos objetivos como la lengua, la etnia o el territorio. Era la visión propia del nacionalismo romántico del siglo XIX y de la historiografía tradicional.
Como alternativa surge en el último tercio del siglo XX, la teoría constructivista del nacionalismo, principalmente en el mundo académico anglosajón, en Reino Unido y Estados Unidos. El giro constructivista se desarrolla en el ámbito de las ciencias sociales, historia, sociología, antropología y ciencia política, y se inspira en la idea de que las naciones son construcciones sociales y discursivas creadas mediante procesos políticos, culturales y educativos, no entidades naturales.
Este cambio de paradigma se asocia sobre todo a tres autores clave: Ernest Gellner[1] plantea que el nacionalismo es un producto de la modernidad industrial, que crea la necesidad de culturas homogéneas para sostener economías con sistemas educativos centralizados; Benedict Anderson[2], que define la nación como una “comunidad imaginada”, una construcción simbólica compartida por personas que nunca se conocerán entre sí, pero que se sienten unidas por un relato común; Eric Hobsbawm, junto con Terence Ranger[3], muestra cómo muchos símbolos, rituales e instituciones nacionales son invenciones recientes, diseñadas para dar apariencia de antigüedad y cohesión a las nuevas naciones.
Es un cambio radical porque se pasa de un concepto idealista de la nación y el nacionalismo, a un concepto materialista.
En el Estado español, hasta esos años, la producción académica interpretaba, tanto la existencia de la nación española como la de las naciones periféricas, desde una óptica tradicional esencialista. El nacionalismo español entendía a España como una nación “natural” y milenaria, forjada a través de la “reconquista”. Los nacionalismos vasco, catalán o gallego se interpretaban como la recuperación de identidades preexistentes, con raíces “antiguas” y “etnolingüísticas”.
Solo el andalucismo escapaba de la visión esencialista por su singularidad, tanto funcional, por la conexión entre la reivindicación de autogobierno y derechos sociales, como por sus raíces, ya que Blas Infante alumbró un nacionalismo heterodoxo a través del cual construir un sentimiento colectivo de unidad y pertenencia para la defensa de los intereses populares, lejos de las ideas románticas que identificaban Estado y nación o su simétrico, nación y Estado
A partir de los años ochenta, desde la ciencia política, Ramón Máiz desarrolla una extensa obra que conceptualiza en múltiples trabajos el enfoque constructivista conectándolo con la alternativa federal. En el nuevo marco, la historiografía española comenzó a cuestionar esas narrativas de continuidad y naturalidad propias del nacionalismo organicista.
En esta nueva perspectiva destacan los trabajos que analizan las dificultades del Estado liberal del siglo XIX en su intento de “nacionalizar” España; la comparación del nacionalismo español con los de otros países europeos, situándolo dentro del contexto de los procesos de construcción nacional del Estado capitalista moderno; los análisis sobre la invención de tradiciones: himnos, banderas, fiestas, monumentos o mitos fundacionales como la Reconquista, y los estudios sobre los discursos, literarios y periodísticos, y la producción cultural “nacionalizadora” tanto en la música, la literatura o las artes plásticas, como herramientas de la construcción nacional.
Entre los historiadores y sociólogos españoles que adoptaron la perspectiva constructivista destaca para el nacionalismo español, sobre todo José Álvarez Junco con su obra “Mater Dolorosa”[4], en la que analiza la construcción cultural y simbólica de la idea de España en el siglo XIX; Santos Juliá y su Historia de las dos Españas (2004); Gregorio de la Fuente, Carolyn Boyd y Edward Baker sobre Las historias de España (2013), así como los trabajos de Luis Castells, Ángel Duarte, Jacobo García Álvarez, Xavier Coller, Daniel Guerra, Santos Juliá, José Carlos Mainer, Nicolás Ortega, Tomás Pérez Vejo, José M.ª Serrano Sanz o Eduardo Manzano.
Para los nacionalismos catalán, vasco, gallego o valenciano, los estudios de Sebastià Serrano, Xosé M. Núñez Seixas, Borja de Riquer, Fernando Molina, José A. Pérez, Justo Beramendi o Ferrán Aquilés, entre otros.
En Andalucía hay que señalar las aportaciones de Carlos Arenas[5]; Salvador Cruz Artacho[6]; Manuel González de Molina[7]; Francisco Garrido[8] o Ángel Valencia[9], sobre el andalucismo.
El cambio de paradigma del nacionalismo organicista al constructivista tiene una consecuencia política decisiva. Mientras que el nacionalismo organicista en sus fundamentos es incompatible con la democracia porque niega el pluralismo en las identidades colectivas, al definir la nación de forma objetiva y monocultural:
“De hecho, aun cuando el elemento central de la nación se redefina a partir de la lengua y la cultura nacionales, evitando el biologismo de la raza, o el determinismo geográfico del territorio y el espacio vital, los efectos que se derivan de ello, en contra de lo que a primera vista pudiera pensarse, siguen siendo en extremos problemáticos desde el punto de vista de la democracia.”[10].
En cambio, el concepto constructivista de nación, al sustantivarse en la percepción subjetiva, permite la convivencia en un mismo territorio de distintas identidades colectiva porque estas son elegidas voluntariamente y no determinadas por la historia.
Sin embargo, este cambio de paradigma apenas ha tenido influencia en los partidos nacionalistas del Estado español que han seguido en su práctica siendo “coherentes” con una idea esencialista de la nación. Las causas hay que buscarla en la inercia de las culturas partidistas creadas desde el nacionalismo esencialista y en la creciente incomunicación entre el mundo intelectual y las direcciones de los partidos nacionalistas, pero sobre todo en la rentabilidad política que tiene la fuerza emocional de la mitología idealista del nacionalismo.
Además, asistimos a un resurgimiento del nacionalismo más excluyente de la mano de la ultraderecha que ha vuelto a popularizar todos los mitos del más rancio nacional – catolicismo español.
En Andalucía, también ha habido ese estancamiento en la visión esencialista del nacionalismo por el proceso de derechización que sufrió el PSA al transformarse en PA, y en los partidos y grupos de la izquierda que identifican radicalidad y soberanismo, mimetizándose con el nacionalismo vasco o catalán y alejándose de las singulares raíces del andalucismo de Blas Infante.
La irrupción de la ultraderecha en las últimas elecciones ha vuelto a difundir los mitos esencialistas de una pretendida nación española histórica (nacionalismo retrospectivo tal como lo definió Etienne Balibar[11]), construida por la iglesia católica en simbiosis con la monarquía en lucha contra la antiespaña, primero contra Al-Ándalus, luego contra moriscos, judíos, gitanos y protestantes, seguido de liberales y masones para continuar con la “cruzada” del franquismo contra izquierdistas y separatistas.
Iniciativa del Pueblo Andaluz, por el contrario, ha asumido las consecuencias políticas del nacionalismo constructivista, poniendo a la democracia como fundamento de su acción política, en coherencia con la propuesta de profundizar en la autonomía comunitaria a través del modelo federal para la transición ecológica y social que nos permita avanzar en la igualdad de Andalucía.
CITAS
[1] Nations and Nationalism (1983). Gellner, E. Encuentros con el nacionalismo. Alianza, 1994.
[2] Anderson, B. Comunidades imaginadas. FCE, 1993 (Imagined Communities. Edición original: 1983).
[3] Hobsbawm, E. y Ranger, T. La invención de la tradición. Editorial Crítica, 2025 (original, The Invention of Tradition,1983)
[4] La idea de España en el siglo XIX (2001)
[5] Lo andaluz, historia de un hecho diferencial (2022); El estado pesebre (2025)
[6] Andalucía en el laberinto español (2020); Historia del proceso autonómico andaluz (2016); Andalucía: de región a nación (2016).
[7] Historia contemporánea de Andalucía, (nuevos contenidos para su estudio) (2000); Historia, identidad y construcción de la ciudadanía. Por una relectura de la Historia contemporánea de Andalucía (2007).
[8] Topofilia, paisaje y sostenibilidad del territorio (2018); Estudio introductorio al Ideal Andaluz (2015).
[9] Identidad política y cultural en el siglo XXI. Nuevos discursos para Andalucía (2012).
[10] Máiz, R. Nacionalismo, federalismo y democracia en estados multinacionales.
[11] Balibar, Etienne y Wallerstein, Immanuel: Raza, nación y clase, Madrid, Iepala, 1991
(*) La imagen corresponde a la artista portuguesa María Helena Vieira da Silva que actualmente expone en el Guggenheim su obra las décadas de 1930 y 1980 centrándose en su interés por el paisaje arquitectónico y en el papel que desempeña la memoria
Paralelo 36 Andalucia Espacio de pensamiento y acción política
