
Rafa Rodríguez
5. La manipulación de la opinión pública para acceder directamente a los gobiernos
La alianza de esta oligarquía con los partidos de la extrema derecha es un eje esencial en su estrategia. Esta alianza cuenta con el apoyo de las iglesias más conservadoras.
A través de la internacional reaccionaria esta oligarquía está tomando parte activa en las elecciones de todos los países promoviendo las candidaturas de extrema derecha. Las financian, pagan a influencers y aportan su infraestructura tecnológica para dominar a la opinión pública y a los parlamentos.
Sus laboratorios de ideas, institutos de investigación y gabinetes estratégicos, han identificado las bajas pasiones de sectores del electorado, y las representan con líderes estrambóticos como Milei o Trump, para alimentar los miedos y frustraciones y generar una poderosa maquinaria de creencias, bulos y sentimientos negativos en forma de movilización social.
Agudizan la confrontación política para destruir la cohesión social con la ruptura de los consensos básicos, polarización y bulos ante la incertidumbre del futuro, al mismo tiempo que activan al Estado profundo para que colabore con la acción política de la extrema derecha. En la esfera internacional están destruyendo la legalidad con guerras y acciones militares sin respaldo legal, boicoteando los tratados y las organizaciones internacionales.
Con consignas como «solo el pueblo salva al pueblo» quieren inocular la idea de que el Estado y sus regulaciones sobran, que la democracia no es útil y ni siquiera buena; tratan de desgastar las articulaciones políticas que han ido conquistando y tejiendo las clases populares, desprestigiando a los mediadores políticos (partidos y sindicatos), para socavar las democracias estatales y las construcciones internacionales multilaterales.
Su objetivo es gobernar, esa es la clave, para debilitar a los Estado, la sociedad y a las instituciones internacionales, después de haber conquistado el centro del sistema.
Están transformando las bases sociales y electorales de la derecha tradicional en bases para el neofascismo, empezando por los sectores más autoritarios (cuerpos de seguridad, hooligans), celosos de sus privilegios (empresarios, magistratura), agraviados por los cambios (hombres machistas frente al feminismo), sectores que pierden por las políticas contra la crisis ecológica (agricultores, transportistas), con la colaboración de las jerarquías eclesiástica más conservadora, que utilizan los centros de enseñanzas y las parroquias para bendecir sus ideas.
El nacionalismo etnicista se nutre de las bases conservadoras, racistas y autoritarias religiosas. Los tecnócratas se fusionan con los supremacistas cristianos hiperpatriarcales. Las élites de Silicon Valley, anteriormente seculares, están descubriendo que sus fantasías conectan con las fantasías mesiánicas de las interpretaciones fundamentalistas del apocalipsis, el nuevo Sion o el paraíso solo para los elegidos mientras que los “pecadores” son condenados al infierno de sus campos de exterminio.
Han hecho creer a buena parte de la ciudadanía sobre todo occidental que los privilegios de la oligarquía son los privilegios de la mayoría, que pueden salvarse en la crisis de la globalización construyendo murallas y negando la realidad. Una parte importante de las clases medias han optado por la fantasía de elegir a los monstruos para defender los privilegios y defenderse de la realidad. Gana una manera de entender la vida en donde los adversarios son enemigos; la realidad una creencia; el Estado un lastre, y la vida una competición descarnada.
Para el ahora, proponen un carpe diem, sobre todo a la juventud, ante el presente difícil y el mañana incierto. Se trata de “un fatalismo oscuramente festivo”[1], un último refugio para aquellos que encuentran más fácil celebrar la destrucción que imaginar una salida colectiva a la policrisis.
Esta oligarquía ha construido un enemigo en base a la diferencia, el de fuera, el desconocido, el extraño, el emigrante, el pobre, convertidos en una amenaza, que compiten por la escasez de recursos económicos y laborales, tomando la forma política, en muchos casos, de un nacionalismo excluyente que está obteniendo probados éxitos electorales.
NOTA
[1] Naomi Klein y Astra Taylor: El ascenso del fascismo del fin de los tiempos. Publicación Abierta. 28 mayo, 2025. Publicado originariamente en The Guardian
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