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Si se calla el cantor muere la vida

carlos cano jovenA veces descubres el arte de golpe. Te inunda de repente y casi con violencia. La aparición de un artista es un hallazgo que da la vida. Ya siempre nos acompaña.
Encontré a Carlos Cano a golpe de sonido. Como un ciclón entró en mi interior una voz desconocida como desgarrada en un grito: «yo no maldigo mi suerte… ».
Aun desconfiando de los nacionalismos, me pareció que era una voz auténtica de Andalucía, de la tierra y, por eso, capaz de superar lo local y lo populachero. Se unía a otras voces auténticas. Era la copla hecha modernidad en palabras, música e interpretación.
El impacto me llevó a indagar y conocer. Era un mundo que cantaba una realidad que coexistía o había existido, pero que estaba desapareciendo.
Tenía de canto, de crítica social, de testimonio y de compromiso. También de valentía en un momento en que ir por España con un carnet político en la boca era, como hoy, triunfo seguro (o…yo me muevo a contraviento… llegarás a ser un buen torero como Velázquez y Gregory Peck).
Intentó crear un mundo lleno de recuerdos, de vivencias, de infancia, de olores y palabras de antaño en desuso. Consiguió, como todo arte, conmovemos, violentarnos, recordar sensaciones, estar siempre abierto a nuevas lecturas y rememorar mundos que pasaron, pero que indisolublemente son nuestros. ¡Y que no nos falte nunca nuestra identidad!
Podemos razonar a nuestro antojo un mundo de filosofía popular: “Dios nos salve de la clase media”. “¡Colócanos, ay por tu madre colócanos!” “Por qué llamas mi tierra aquello que no defiendes”.
Hay un mundo de enternecedora belleza en el Romance a Ocaña: “se fue vestida de día”.
Con las olas, el malecón y los negritos unió dos mundos distantes y próximos en su cultura:
La Habana y Cádiz.
En el homenaje a Rafael de León, une la carne de membrillo a la radio de cretona que nos alimentó y alumbró en toda una posguerra.
¿Y la originalidad de emplear el tiempo y compás de un pasodoble para el trovero alpujarreño de Gerardo Brenan?
¿No es más desgarrador el tango de las madres locas que las soflamas políticas?
Hoy algunos seguimos viendo y sintiendo ese mundo primero de Carlos Cano.
Sientes el ambiente de la feria, las chirigotas, el chim chim pum, sones de pitos y cañas y corriendo y jugando. Confieso que he llegado a ver de nuevo las maletas de madera atadas con cuerda en los andenes de la estación de tren con rumbo a Europa. He recordado que mi padre pagó a letras una radio de cretona. Toma vigencia real e! mundo de los patios comunes de vecinos. Su algarabía llena de imaginación para huir de una miseria que ojalá no vuelva más.
Porque ya expuso su programa: “la copla viene del pueblo y al pueblo va”. También hay un mundo pleno, fresco, mágico y sugerente palabras rescatadas del olvido por la invasión colonizadora lo extranjero: menta, canela, ajonjolí, candela, bizcocha, salpullíos, tabardillo, geranios, mejorana, peineta, tagarninas, cascarabitos.
Nuestro conocimiento personal, seguido de cono trato, aconteció cuando, a mi juicio, más auténtico es un artista no había triunfado incuestionablemente. Ya no volveríamos a hablar. Me impresionó el amor a su madre.
Yo me quedo con el primer Carlos Cano. Con el hombre de la Vega, sus paisajes, sus olores, su luz. Supo incorporarla a su mundo de infancia, de esperanzas, de inconformismo y contradicciones. Creó una voz propia en palabras, pausas y sonidos que ahora nos siguen produciendo sensaciones. Un mundo tan sencillo y tan cerca, tan complejo y tan lejos. Desde este mundo se hizo universal, no cayendo en lo populachero, provinciano y localista. Puede que el intento de hacer arte sea la agonía unamuniana de un deseo de eternidad: seguir comunicando fuera de espacio y tiempo y que éste y la vida, que sigue, no nos devore.

Por Miguel Ángel del Arco (Juez y editor), El Mundo Andalucía 24/12/2000

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