Rocío Cruz
Estos días escucho discursos de odio contra la inmigración que se repiten como un eco gastado: «nos quitan el trabajo», «vienen a aprovecharse», «no quieren integrarse». Siempre el mismo cuento, siempre buscando al más pobre para culparlo de un sistema que nos oprime a todos.
Aquí en Andalucía sabemos bien lo que es marcharse para buscar pan y vida digna. Muchos de nuestros abuelos emigraron a Cataluña, a Alemania, a Suiza. Hoy siguen marchándose jóvenes con carreras y oficios, mientras en los invernaderos de Almería o en los campos de Huelva, miles de migrantes sostienen a pulso la economía agraria. La misma economía que luego les da la espalda, les paga sueldos de miseria o los mantiene en condiciones infrahumanas.
Es curioso cómo el odio se instala en el discurso público y mediático, y siempre en la misma dirección: hacia abajo. Hacia el débil. Hacia el que huye de guerras, hambre, expolio o cambio climático. Nadie odia al fondo buitre que echa a una familia de su casa. Nadie señala al CEO que gana en un día lo que un jornalero en veinte años. Nadie protesta por el modelo consumista que crea frustración, ansiedad y esclavitud emocional. Nos tienen discutiendo entre nosotros mientras arriba brindan con champán.
Aquí no sobra nadie. Andalucía ha sido, es y será tierra de paso y de acogida. Tierra de mezcla y de respeto. Odiar al migrante es odiar a tu propio pueblo, porque desprecias a quienes más se parecen a ti: los que luchan a diario para sobrevivir. Es como el odio machista: despreciar a las mujeres es despreciar a la mitad de la humanidad y perpetuar un sistema que nos mata de dolor, soledad y violencia.
Ser andaluz es ser solidario. Es abrir la puerta y decir «quédate a comer». Es entender que la culpa no es de quien huye, sino de quien expulsa. De quien crea guerras, saquea tierras y fabrica muros.
La culpa es de un sistema que nos convence de odiar al vecino mientras nos roba el futuro.
Desde Andalucía, como ejemplo para todo el Estado, digamos claro que aquí no caben discursos de odio. Aquí caben personas. Y si alguna vez te preguntan: «¿Y tú qué piensas sobre la inmigración?», responde con la dignidad de tu tierra: «Pienso que el problema no es quien viene a vivir, sino un sistema que nos niega la vida a todos».
Paralelo 36 Andalucia Espacio de pensamiento y acción política

Un buen artículo claro, concreto y lleno de racuocinio