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El patrimonio agrario y la divinidad de Jano

Manuel Cala Rodríguez

Mediante este breve “relato” intento mostrar la identificación que siento con la nota personal que hace el Director de “La Carta de Baeza sobre Patrimonio Agrario” (2014)[i], así como mi dedicatoria a todos los colectivos y a las numerosas personas compañeras que integran las plataformas “Salvemos La Vega” y “Vega Educa”.

Jano_patrimonio

Imagino que como en mi caso, también a otras personas con raíces rurales y brotes urbanos, buena parte de las decisiones, acciones,…, e incluso evoluciones que a diario tomamos para ir conformando nuestro tronco espiritual y corporal, obedecen a razones íntimas, a déficit, a deseos vehementes,…y/o aspiraciones, cuyo fruto trasciende lo personal para impregnarse en lo colectivo.

A pesar de estar teñido de una rica y natural historia, disimular el origen campesino de las personas que nos hemos visto obligados a trasladarnos a la “ciudad”, pudiera resultar un tanto incierto, e incluso injusto para emigrantes a quienes les está resultando decisivo su retorno (pido disculpas si alguien pudiera sentirse herido por ello); Pero a veces, las pulsiones individuales pueden hacer entender procesos generales, además de resultar rehabilitadoras para los seres afectados.

Coincidiendo también con el profesor Castillo, J. (2013)[i], el campo, el entorno científico-institucional agrario de la universidad y el ámbito administrativo, en bastantes casos son realidades paralelas. Intercambiamos conocimientos, tecnología, normas, instrucciones, saberes,…; Sin embargo, rara vez hay empatía o una verdadera transferencia y, mucho menos, confluencia. Si además, lo que se pretende es otorgarle valores y significados a la propia actividad agraria, desde luego necesitamos el mismo lenguaje para entendernos. Quizás sea momento para recordar que, cada vez somos más numerosas las personas y colectivos que, en casi todos los idiomas, hablamos de un manejo más sustentable de la tierra, así como de una mejor convivencia con los animales domésticos y demás seres vivos del entorno que nos rodea.

Los recursos naturales y las tradiciones mantenidas durante siglos entre generaciones y culturas, han estado influidos por las preocupantes agresiones que viene sufriendo en las últimas décadas el medio productivo primario. Para poder adquirir cierta legitimidad ante la sustentabilidad agraria y las personas artesanas campesinas (agricultoras, pastoras, silvicultoras,…), cada vez se hace más necesario acreditar la actitud, la conducta,…, el sentido del tiempo y de la realidad, la forma de mirar al cielo, la austeridad que requiere el trabajo en el campo, el sudor y el sacrifico.

De esta manera, posiblemente, se podría acceder a sus sabidurías, sobre todo en su condición de legado atesorado consuetudinariamente. Y, a partir de aquí, descender para proyectar otras concepciones, otros vocablos que ellos pudieran incorporar a su lenguaje y, también, que les permitieran defender y transmitir ante sus iguales. Quizás no deberíamos olvidar el variado y rico arte del cultivar la tierra que, durante siglos, se ha ido transmitiendo de padres a hijos en todas las culturas del planeta.

En otros casos (como el mío por ejemplo), ese aprendizaje ha sido previo a la condición universitaria. Desde la niñez en el campo esa circunstancia ha coexistido de manera natural y no traumática con la actividad agraria. Cuanto menos, hemos sido aprendices de personas campesinas en nuestra condición de estudiantes-jornaleras durante vacaciones, puentes, fines de semana,…: ayudando a labrar, sembrar, cultivar, recolectar y vender todo tipo de hortalizas, frutas y otros cultivos; conviviendo con mulos, gallinas, cerdos, conejos y muchos animales más;… y, en los más de los 250 pueblos olivareros andaluces: ¿cuántas personas en esta posición no han sido aceituneras?.

Ese abandono del campo por la ciudad, difícil de erradicar en aquellos años en el territorio rural español, en muchos casos llevaba implícito no descuidar el aprovechamiento de los estudios, especialmente en aquellos momentos en que desertábamos de las grandes urbes para fugazmente reintegrarnos al campo y, también por necesidad, convertirnos de nuevo en jornaleras. Algunas personas que ya superan el medio siglo de vida, posiblemente recordarán los paternalistas internados de las Universidades Laborales.

Coincidiendo también con la reseñada nota personal, en principio, esos estudios tenían como objetivo escapar del rudo y duro campo para buscar otras alternativas profesionales y vitales menos sacrificadas y más provechosas entonces. Bastantes lo alcanzamos, y casi siempre nos hicieron creer que lo conseguido tenía algo de heroicidad por el esfuerzo físico y mental que llevó aparejado. Sin embargo, además, otras de estas personas luchamos por preservar la faz del pasado del Jano[ii], en quien nos tuvimos que convertir para poder trasladarnos de una a otra dimensión con cierta naturalidad y credibilidad. Muchas y muchos de nosotros coincidimos en la dificultad de este transito,… ¡y no sólo en el que se dirige al campo¡.

Pasados los años, esa faz divina fue mostrándose, rememorando andanzas y también aventuras, aliviando sacrificios y escaseces vividas,… y haciendo rebrotar nuestro lenguaje agrario, nuestra identidad, que con tanto apego venimos custodiado.

Y ahora descubrimos que, con ese lenguaje nos entendemos con los cultivos, con la tierra, con los seres vivos que ella viven,…, y con las personas del campo; aunque menos con los ámbitos universitados y administrativos. Además, creemos que podemos traducirlo a otros lenguajes, porque sabemos convertir el pausado y constante proceso de cultivo de las plantas o convivencia con los animales en un ejemplo de seriación estética; o el hogar de un olivar; en una continua y diversa experiencia de variabilidad paisajística y/o riqueza ecológica,…, y es más, intentamos resucitar a la “Agroecología”, agregándole tres pilares más a la aislada Economía de la agricultura más intensiva: el Social, el Ambiental y el Patrimonial.

Asimismo descubrimos que, este lenguaje es la materia con la que se construyen las plataformas que permiten comunicar esas dimensiones equidistantes. Y muy recompensados, verificamos que el concepto de “Patrimonio Agrario” que venimos cultivando tiene legitimidad, que puede ser asimilado por todas aquellas personas que quieran utilizar el entendimiento con el campo y la olvidada riqueza que atesora. E incluso traducimos ese lenguaje a cuantos otros seres vivos quieran comunicarse, incluidos aquellos que no tienen voz ni voto, y de manera particular a las nuevas generaciones.

Y es entonces cuando comprendemos con cierta claridad que, lo verdaderamente meritorio no fue abandonar el medio rural para refugiarse en el urbano, sino tener presente su esencia en todo nuestro proceso vital y formativo. Y también, en un intento de devolver la generosidad, nobleza y honestidad que nos fueron regaladas, intentar restituir parte de la sabiduría que el campo y los seres vivos que lo habitan (incluidos obviamente los humanos) nos inculcaron.

Con esta historia de idas y retornos entre estas dos orillas, vividas por muchas personas (entre ellas las que forman parte de plataformas “Salvemos La Vega” y “Vega Educa”) no pretendemos más que ilustrar, no sin cierto pudor (como apunta mi amigo José Castillo), un principio esencial que muchas personas asumimos sin fisuras: desde el entendimiento, la reciprocidad, la honestidad, la generosidad, la leal y equitativa colaboración entre el campo y el ámbito científico institucional y técnico administrativo, se podría establecer un sistema adecuado de valoración, protección, mantenimiento y dinamización de los bienes agrícolas, ganaderos y silvícolas.

Pero aún al día de hoy, a muchas de las personas estudiantes se les poda sus títulos para ejercer otras profesiones, y sus raices, también se ven obligadas a brotar en otros lugares. Espero que la faz pasada de Jano, influya para empezar a recuperar el tronco desprestigiado del “arte de cultivar la tierra”. E incluso deseo que, la faz futura de Jano concluya por fin con la recolección de una buena cosecha: valorando como creo que se merece al “Patrimonio Agrario”. Mientras tanto, mi intención es la seguir soñando hasta conseguir que esa semilla patrimonial agraria se entienda por todos los campos de emigración.

[i] Carta de Baeza sobre Patrimonio Agrario, Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla, disponible en http://www.patrimonioagrario.es/pago/CARTA_DE_BAEZA_files/carta.pdf

[ii] CASTILLO. L. (2011). El Patrimonio Agrario: Reivindicación y Caracterización de un Nuevo Tipo de Patrimonio Cultural. Curso sobre El Patrimonio Agrario: la Protección de Vegas y Huertas Históricas en las Áreas Periurbanas. Universidad Internacional de Andalucía, Baeza 28-31 de marzo 2011.