Portada / Acción y Cooperación política / Humanizar a los verdugos

Humanizar a los verdugos

indice

Nale Ontiveros

Cuando pensamos en la cantidad de crímenes sexuales que se suceden cada día en cualquier parte del mundo, puesto que da igual la cultura, la comunidad o la religión que se profese, lo primero que hace nuestra mente es deshumanizar a los culpables. Es tal nuestro rechazo hacia las prácticas que realizan, que preferimos pensar de ellos que son enfermos sociales, que están desequilibrados o que tienen graves problemas conductuales. En ese momento, les despojamos de la humanidad y les convertimos en seres extraños y ajenos, desprovistos de cualquier forma de afecto y sensibilidad.

He de reconocer que, en toda esta vorágine de información sobre los “presuntos” violadores de los San Fermines, lo que más me ha llamado la atención es que sean hombres que puedan tener y mantener, parejas. Conforme vamos conociendo detalles, cada vez más escabrosos, la imagen dibujada en mi mente sobre los desalmados va transformándose, para llegar a humanizarles. Y quizás es ahí donde pueda estar la clave: en su humanización.

Poco a poco vamos leyendo los textos de los mensajes de los diferentes grupos de Whatsapp a los que pertenecen, y nos horrorizamos con las palabras escritas, las cuales describen conductas delictivas premeditadas. Dichos grupos callan o corean las propuestas deshonrosas de algunos de sus miembros. Cuando se pide cloroformo o alguna sustancia que adormezca a la futura víctima, se responde que “…luego, todos queremos violar”. En sí mismo ya es suficientemente horrible que hombres jóvenes preparen las tácticas de adormecer a mujeres para luego, así, poder violarlas sin la consiguiente oposición de las víctimas. Pero, más horrible aún me parece el silencio cómplice del resto de lectores de los mensajes que, es seguro saben que son procedimientos criminales.

Puede parecer inconcebible que estos hombres jóvenes disfruten violando. El sexo es una práctica gratificante cuando las personas intervinientes en el acto lo hacen libremente, y disfrutan del mismo. Violar, en sí mismo, es disfrutar quebrantando la voluntad de la persona violada, deleitarse de una situación de poder, atentando física y psíquicamente de la víctima. Además de las agresiones, golpes y brutalidad que acompañan a este tipo de actos. Una agresividad que, en algunos casos, incluso, las conduce hasta la muerte.

Dicen que en cada violador hay unos segundos en que pasa por su mente la opción de asesinar a su víctima. Con el asesinato se intentaría borrar la posibilidad de un reconocimiento posterior. Borrar las huellas del delito para que no se les pueda culpar. O quizás sea la reacción última de un proceso de sometimiento y agresividad incontrolada, en la que el asesinato sería el colofón al éxtasis que toda esa belicosidad les produce.

Así, lo que más me llama la atención es que muchos de estos violadores tienen pareja, familia e, incluso, hijos. Y creo que la clave está en que esta sociedad les viene despojando de todo destello de humanidad, como explicación a sus conductas. Pero, al contrario, son personas que en sus vidas individuales se comportan de una forma natural. Se me hace difícil verles como personas cariñosas, responsables y cuidadoras. Pero, quizás el problema sea ese, que necesitan de “la manada” como el modo de transformar esa individualidad anodina en una colectividad que les impregne de supuesta “virilidad”. El reconocimiento de uno mismo en el otro, en compartir “hazañas” y cruzar la línea de la legalidad, apoyados y reforzados con el resto del grupo.

Y es que todas estas actitudes son delitos. La violación, agresión y asesinato están penados por las leyes. ¿Qué pensarán y sentirán esas mujeres que son sus parejas? ¿Podrán seguir sintiendo afecto por aquellos que se comportan de esta forma, a sus espaldas? ¿Empatizarán con las víctimas o, por el contrario, pensarán que son ellas-y no ellos- las verdaderas responsables de ser violadas? No resulta extraño, puesto que la sociedad misma lo hace: desde algunos policías cuando reciben a la víctima, los medios de comunicación que cuestionan públicamente las actitudes y personalidad de las víctimas, hasta algunos jueces que inciden en demonizar a las víctimas, sojuzgándolas. Responsabilizan a las violadas de ser violadas y las asesinadas de ser asesinadas.

Tenemos una oportunidad de revertir esta situación. Debemos comprender que a las mujeres nos violan porque hay hombres que violan. Que a las mujeres nos matan porque hay hombres que matan. Somos asesinadas porque hay hombres que asesinan. Con eso no queremos decir que todos los hombres maten, torturen, violen ni agredan. Con eso, lo que queremos decir, es que muchas mujeres son violentadas por hombres de su entorno, en una gran mayoría por familiares, parejas y ex parejas.

El próximo día 21 de Octubre, muchos de estos otros hombres que consideran que es imprescindible erradicar estas conductas violentas y machistas de nuestra sociedad, se van a echar a la calle, por décimo año consecutivo. Esta vez con la consigna de que El Machismo es Violencia. Diez años en los que Hombres por la Igualdad salen a manifestarse cada Octubre a favor de la libertad e igualdad de las mujeres. En contra de los hombres machistas, hombres agresivos y violentos, hombres asesinos de mujeres. Después de que el Nóbel José Saramago hiciera en el 2006 un llamamiento público, pidiendo a aquellos hombres que estaban en contra de las violencias machistas que se manifestaran activamente, en Sevilla le tomaron la palabra y se organizaron en la Asociación y en el Foro para la Igualdad. Se pusieron unas faldas y salieron a la calle para visibilizar un problema que, hasta el asesinato en manos de su marido de Ana Orantes, se vivía en silencio, en el interior de los muros en que quedaban confinadas estas violencias contra las mujeres.

Estos hombres gritan que “no en sus nombres estas violencias machistas”. Gritan Igualdad. Gritan feminismo y gritan libertad. Piden los mismos derechos para las mujeres que los que disfrutan los hombres, por el mero hecho de ser hombres. Porque, sólo cuando todos los hombres comprendan, que sus privilegios son a costa de las mujeres, cuando comprendan que la desigualdad existe, podrán actuar para que desaparezca. Y sólo cuando los hombres dejen de aplaudir o guardar silencio ante las actitudes machistas de los que les rodean, los verdugos se quedarán solos. Y, en esa soledad, precisamente, serán señalados por sus conductas machistas por los amigos, vecinos y compañeros.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *