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Le entiendo, Sr. Marina

Este artículo está escrito por José Antonio Jiménez Ramos aquí y publicado en Paralelo36 por gentileza de Rafael Rodríguez de León

 

Que le quede claro Sr. Marina, lo entiendo y no poco. No es necesario que se explique más, esto es lo suyo. Usted está donde siempre, «al sol que más calienta» y además no tengo ninguna intención de que cambie de opinión, manténgase en ella hasta que el sol caliente de otra manera. No hace falta que diga mucho más, ya sabemos que el corcho flota y que la flotabilidad es algo muy utilizado en el mundo de las ideas, ya lo dijo Marx, Groucho «Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros».

Como decía un buen profesor y sindicalista y persona comprometida con la escuela pública, Agustín Moreno en una publicación reciente, «Quizás les viniera bien al ministro y a Marina darse una vuelta por ellos (centros de difícil desempeño para la función docente) para que no hagan propuestas tan superficiales como alejadas de la realidad«. O si quiere mejor, le ofrezco la oportunidad de conocer un centro muy normal dentro del contexto urbano donde vivimos y donde está la escuela pública, se trata del CEIP San José Obrero de Sevilla, olvídese por un rato de su famosa Universidad de Padres que ya sabemos lo que es y compruebe con qué recursos humanos y materiales se mueve un centro donde CONVIVE alumnado de 30 países diferentes. Cuando se dé ese baño de realidad siga flotando en su corcho a la espera de cualquier sol con tal de que le caliente.

Como le decía, todo esto está muy claro, se viene intentando desde hace un tiempo por distintas administraciones educativas, en concreto la que mejor conozco, la andaluza, que como sabe lleva en manos de un partido de distinto sol que el actual estatal. Pues bien esa administración andaluza ya puso en práctica el mal llamado «Programa de calidad y mejora de los rendimientos escolares en los centros docentes públicos» y en él se puso en marcha lo que usted, Sr. Marina, ahora propone, pagar más a los «mejores», en función de resultados «evaluables». Todavía a fecha de hoy, hay profesorado que está cobrando ese complemento. Por cierto que el mencionado Plan fue anulado por el Supremo en el año 2012. Aviso a navegantes y el que avisa no es traidor.

En cualquier caso, la claridad es algo que le debe dejar orgulloso, porque no oculta sus intenciones/objetivos, lo dice muy claro en la carta que dirigió al nuevo ministro:

Lo que me interesa es convencer a la ciudadanía –y a usted también– de que con ese presupuesto podemos tener, en el plazo que he indicado (5 años), un sistema educativo del mismo nivel que el de Finlandia. El objetivo sería (1) reducir el abandono escolar al 10%, (2) subir 35 puntos en la clasificación PISA, (3) aumentar el porcentaje de alumnos excelentes, que es menor que el de otras naciones, y (4) ayudar a los alumnos a adquirir las destrezas necesarias para integrarse en la sociedad del siglo XXI.

Más claro, agua, la excelencia como bandera y ayudar al alumnado (tampoco estaría mal un poco de lenguaje no sexista) a que tengan las destrezas necesarias para integrarse en la sociedad del siglo XXI.
Verá usted, tengo muy claro que la evaluación es necesaria en cualquier actividad humana y, por tanto, en la educación y diría más, es imprescindible para mejorar. Ya sé que usted está de acuerdo con esto, pero probablemente en lo que no estamos de acuerdo es en los procedimientos de evaluación. Digo esto, porque intuyo que sus referencias a PISA y a sus indicadores es una especie de totem que no comparto. Es un principio que condiciona los procesos evaluadores y que de camino justifica cualquier propuesta de mejora de los docentes, Si se necesitan docentes que alcancen aquellos objetivos nombrados, necesitamos que esos docentes estén más capacitados para conseguirlos, es una cuestión de perogrullo. Y, por tanto, es necesaria potenciar la capacitación profesional a través de una mejor formación inicial y continua en esa dirección. Y además una vez recibida ese profesorado se deberá someter a los indicadores que permitan entender que los objetivos se cumplen (10%, 35 puntos, aumentar porcentaje, destrezas, etc)
De esta manera se le entiende muy bien, no tengo dudas, hasta el punto que me permito decirle que no estoy de acuerdo. La evaluación educativa es un proceso que no puede estar condicionado por unos indicadores, en su mayoría instrumentales, cuantitativos y mercantilistas. Una evaluación democrática tiene que ser antes que nada formativa y, sobre todo, contextual, no sirve de ninguna mejora que se vaya a conseguir mejores datos, no sirve de mejora que hablen bien los medios, de la educación española, tampoco supone ninguna mejora que la OCDE felicite al gobierno de la nación (que no tiene competencias sobre la aplicación del sistema educativo) por un incremento en la puntuación del alumnado examinado. En definitiva no puede ser que la evaluación sea la excusa de la mejora, cuando en realidad se trata de unas pruebas más o menos bien redactadas, ese no es el criterio de mejora de los rendimientos escolares.
Por otro lado, no se puede decir que la LOMCE es una pésima ley y a continuación compartir el argumentario de la propia ley en su preámbulo que da sentido a todo lo que se desarrolla en la misma. Usted, Sr. Marina, está en el lado oscuro de la educación, en el lado de los que creen que la educación escolar es el mejor sitio para segregar y adiestrar a los mejores trabajadores y trabajadoras para que cumplan con los objetivos marcados por las ideas neoliberales, que sustentan a organismos como la OCDE. Usted, Sr. Marina no engaña a nadie, ni ahora ni antes y con sus propuestas de cara al Libro blanco sobre la profesión docente lo único que hace es quedarse en la zona de confort de las ideas que sustentan el poder actual. Realmente lo entiendo, Sr. Marina, pero como habrá podido comprobar, por mucho prestigio que tenga entre los gobiernos de ahora y de antes, no estoy de acuerdo con usted.

“Calidad de la educación; educación para la calidad; educación y calidad de vida, no importa con qué enunciado se encuentren, educación y calidad, son siempre una cuestión política, fuera de cuya reflexión y comprensión no nos es posible entender ni una ni otra. No hay, por último, educación neutra ni calidad por las que luchar -en el sentido de reorientar la educación- que no implique también una opción política y no exija una decisión, también política, de materializarla.”

Del libro Educación y Política de Paulo Freire

 

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