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UTILIZÁIS EL FÚTBOL PARA EJERCER VIOLENCIA, HACEROSLO MIRAR, POR FAVOR

Por Laura Frost

 

No os podéis imaginar el desconsuelo que siente una cuando se acerca a la barra a pedir el desayuno —una riquísima tostada de jamón con tomate y café americano que pensaba disfrutar con su mejor amiga— y se encuentra con el Marca y un enorme titular que venía a rezar algo así como: “Muere un ertzaina en los enfrentamientos producidos entre los hinchas del Spartak y del Atlétic en Bilbao”. Otra vez el fútbol y otra vez la violencia.

A mí el fútbol como deporte me parece precioso, ¿sabéis? Y cuando oigo a gente decir cosas como que se trata de veintidós idiotas dándole pataditas a un balón me entra un poco de risa. Dale tú al balón bonita, y haz las cositas que ellos y ellas  hacen, controlando, realizando jugadas, traspasando la defensa como si se tratara de la liviandad de las nubes, acertando un pase desde más allá de la mitad del campo y situándoselo al delantero a tiro de gol. El fútbol es una maravilla, un juego de equipo nunca mejor dicho y con jugadas impresionantes, una danza. Pero además es que solo necesitas dos piedras que te hagan de portería y un cacho de trapo atado que te haga de balón, ganas de divertirte y ahí tienes el juego. Es universal por eso se ha extendido a todos los rincones del mundo. Para jugar al golf hace falta dinero, para jugar al fútbol no, te lo digo yo. Y eso que no entiendo casi nada, la verdad, quiero decir que eso de las ligas, los equipos y los jugadores, las compras y las ventas, por no hablar de entrenadores, nada de eso me llama la atención. Pero he visto mucho fútbol desde pequeña con mi padre, cosas del patriarcado, cuando retrasmitían algún partido en televisión era lo que se veía en casa, el mundo, mi mundo estaba organizado así. Yo digo que soy del Betis por osmosis, quiero decir, los hombres y mujeres a los que amo son de ese equipo. Mi padre lo es, mi hermana no es, mi hijo y mi hija lo son, mi…en fin,  cosas del corazón. Tenemos el corazón verde y blanco por mi casa, por muchos motivos.

Sin embargo, ¿qué es lo que pasa con el fútbol y qué es lo que representa? ¿En qué se ha convertido? En estas sociedades líquidas de occidente, donde existe una crisis de valores importante, entre otras tantas crisis, y donde palabras como solidaridad, compañerismo, tolerancia, respeto y unas cuantas más, se usan con una banalidad que da pena, el fútbol viene a convertirse en una especie de identificación gregaria que parece que nos diera sentido existencial.

El capitalismo y sus modos, su propia lógica que alimenta el individualismo consumista, nos deja sin referentes, nos hace olvidar el sentido de comunidad en el significado más primario de la palabra o concepto, nos desdibuja en las identidades, nos impide sentirnos partícipes de una colectividad única que se articule en el conjunto de otras muchas colectividades que convivan en sororidad y armonía. Es el sentido que el propio modelo de desarrollo tiene, la comunidad es potente, se enfrenta a la injusticia, colabora, crece y se ayuda. El individuo solo está condenado al fracaso y necesita de la estructura de consumo para sentirse vivo y perpetuar así el sistema. Y el fútbol viene a cubrir ese enorme vacío y así generamos una identidad en oposición a otro. Podemos cambiar de confesión religiosa, de ideología política, pero jamás de equipo de fútbol, eso sería como una traición a la sangre.

Y para colmo de males, el fútbol, su retórica me refiero, se ha convertido en uno de los baluartes patriarcales más poderosos que existen, por no hablar de un mercado que genera millones y trillones de divisas. No hay nada más machista que el fútbol, y a la invisibilidad de los equipos femeninos me remito, jueguen en la liga que jueguen, así sea el equipo femenino de tu barrio o la selección nacional.

Estoy rodeada de muchísimos aficionados y aficionadas al fútbol y me imagino que habrán soportado el mismo puñal clavado en el corazón que he sentido yo ante los titulares de lo ocurrido en las inmediaciones del San Mamés. Gente que le gusta el deporte, que le gusta ir al campo con sus familias, sus amistades, sus bufandas y su paquete de pipas. Gente que disfruta quedando en un bar para ver el partido y gritar: “Uyyyyyy”, cuando se les escapa una oportunidad de gol. Gente que monta  una reunión en su casa con unas buenas cervezas frías y tortilla de patatas para ver a la selección en cuartos de final de un Mundial y cagarse en los coreanos que nos robaron aquel partido por la cara. Una de esas era yo.

Pero es que estáis usando el fútbol como excusa para ejercer violencia, una violencia de hombres. No somos las mujeres las que nos vamos tres días antes a una ciudad a sembrar el caos, ni las que quedamos en un descampado para partirnos la cara, ni las que lanzamos cócteles molotov o lo que narices sean esas cosas. Os lo podíais hacer mirar, la verdad.

Osea, que la cosa queda tal que así. Los clubs realizan una reprobación enérgica a lo ocurrido en estos días y transmiten su más sentido pésame a la familia del ertzaina fallecido. Pero son los mismos clubs que dejan jugar a personas que han sido imputadas en casos de acoso sexual, que ningunean a sus propios equipos femeninos, que venden y compran jugadores en el mercado de ganado más grande del mundo (todos ellos hombres), que fomentan la competitividad y las malas formas en las canteras. Sí, y eso es patriarcal y violento. Y entonces, ¿qué pasa con la afición? La afición de verdad, me refiero. No a una pandilla de personas violentas, carentes de una arquitectura emocional sana que les permita disfrutar de unos de los mejores deportes del mundo. ¿Qué pasa con ellos y ellas?

¿En serio la afición futbolística de este país se merece eso? Pues me parece que no. Esa afición que se sitúa en el gol norte y que canta : “…aquí estamos apiñados (se les olvida que también hay apiñadas, pero bueno) como bolas de cañón”, hasta dejarse la garganta. Imperturbables al frío, a la lluvia, a los 40º grados centígrados que puede hacer en Sevilla al final de una liga. ¿Qué pasa con toda esa gente?

Lo que está ocurriendo con el fútbol es sintomatológico. Es la expresión carnal de una sociedad muy enferma, que reproduce formas de violencia, violencias que son machistas, ejercidas por hombres contra otros hombres y mujeres. Así lo veo yo, y me da pena. La pena no vale para nada ya lo sabemos.

Pero cabría preguntarse una cosa, ¿quién sale ganando de todo esto? El deporte no, claro que no. La afición sana, menos, muchísimo menos. Pues yo no pienso entrar en el debate del fútbol en oposición a nada, que se sepa. Yo sigo pensando, y hasta que alguien venga a convencerme de lo contrario —soy tela de difícil de convencer, vaya por delante—,  que solo es un instrumento más del sistema para ejercer violencia. Lamentablemente, un instrumento terroríficamente poderoso.

Pues eso, chicos, que os lo hagáis mirar. Que este tema es vuestro, es violencia de hombres, ejercida por un grupo de hombres, para desventura de otros tantos y tantas. No voy a quejarme del fútbol, desde el feminismo lo digo, pero sí de la violencia, de vuestra violencia patriarcal y de los instrumentos que ponéis en marcha.

Como decía un señor cuyo nombre no recuerdo: “De todas las cosas importantes, el fútbol es la menos importante de todas”. Pero cómo mola, como mola la afición que disfruta de su equipo sanamente, de los niños y niñas emocionados en sus equipos, de sus camisetas, de sus ídolos que les ayudan a crecer con emoción y sueños. Como mola, como mola el deporte sin violencia, y como mola el Betis, ¡man’que pierda!

 

 

2 Comentarios

  1. Acertada reflexión la de Laura en todos los sentidos, hasta en lo verdiblanco. Sin embargo la invitación a que nos lo hagamos mirar, los hombres, y hecha por una mujer, denota que erradicar la violencia de género, no es sin embargo y solamente una cuestión de un género.

  2. Tienes toda la razón, Laura.
    Magnífica descripción de este sinsentido y un buen análisis en un gran artículo.

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