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Adiós federalismo

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Concha Caballero.El País. 27/11/2010,

Hace cuatro años surgió una esperanza tibia de avanzar hacia un Estado federal y mañana se entierra. No hay lágrimas ni familiares afectados. Se marcha casi en silencio. En su corta vida no ha podido rendir apenas frutos. Nadie va a reclamar su herencia ni a analizar las extrañas condiciones sociales que lo han llevado al fracaso.

Hace cuatro años parecía factible un estado con autonomías fuertes y solidarias; con mayores competencias para las comunidades autónomas, mayor capacidad de codecisión y más coordinación. Hoy ese debate se ha clausurado sin haber tenido apenas oportunidad de discutir su conveniencia y se extiende una ola de prejuicios contra las autonomías como no se conocía desde la transición.

Decía Jonathan Swift: «Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él». Pues bien, en el mundo de la política, las nuevas ideas reciben una bienvenida similar: todos los intereses se conjuran contra ella.

Los principales actores de esta sublevación contra el avance federal, por riguroso orden de aparición, han sido los siguientes: el PP, el Tribunal Constitucional, el Gobierno de Zapatero y los integrantes del tripartito catalán. El PP puso el grito en el cielo contra el Estatut y emprendió la mayor campaña de desprestigio de una comunidad de toda la etapa democrática con recogida de firmas en todo el Estado. El Tribunal Constitucional anuló una tibia referencia a la nación catalana y elevó a sentencia una interpretación restrictiva de la carga magna, según la cual los estatutos de autonomía son papel mojado frente a la jerarquía del Estado. En el PSOE acabaron por triunfar las ideas de Alfonso Guerra y de Juan Carlos Rodríguez Ibarra frente a las promesas del antiguo Zapatero (antes de caerse del caballo y romperse la espina dorsal de su ideología) de avanzar hacia un Estado federal. Finalmente, como guinda de este complicado pastel, el Gobierno tripartito de Cataluña ha realizado una mala y contradictoria gestión que lo ha alejado de sus votantes.

Buena parte de la ciudadanía catalana ha interpretado que el camino federal está cegado y que su salida natural es el soberanismo y el estado asimétrico. Cataluña volverá a ser gobernada por la derecha nacionalista, cuyo lema real no es más que money, money entonado con un falso acento de solvencia, al que solo contribuyen nuestros complejos. La derecha puede sonreír porque prefiere el nacionalismo insolidario al federalismo social. No nos engañemos. Los postulados económicos e ideológicos de CIU son muy similares al ideario más conservador: privatizaciones de los servicios públicos, recorte de derechos laborales y mano dura con la inmigración. Además, el debate autonómico vuelve al terreno idóneo para el desprestigio de las autonomías y para la confrontación entre comunidades.

Para empezar, Artur Mas ya se ha colocado encima de la caja del dinero. Nos advierte que cualquier gasto fuera de Cataluña es un atraco o un despilfarro, en curiosa similitud con los centralistas más recalcitrantes. Para demostrarlos, ha sacado del arcón el artilugio más fullero y tramposo de su artillería: las balanzas fiscales. Un invento tan diabólico como mantener que los impuestos de los ricos deben ir a mejorar las escuelas de élite donde estudian sus hijos o que los impuestos de las ciudades se deben gastar teniendo en cuenta lo que cada barrio ha aportado.

Para Andalucía, esto es una mala noticia. El ascenso del nacionalismo insolidario en Cataluña siempre lleva aparejado el desprestigio de nuestra comunidad. Es posible que su sueño sea conseguir para Cataluña las ventajas del concierto económico vasco y su imaginario político sustituir a Madrid. Pero su aspiración inmediata es trazar una línea divisoria con el sur y acumular la riqueza en el norte, de donde nunca -a su entender- debió salir.

2 Comentarios

  1. El único nacionalismo insolidario es el español. Insolidario e impuesto por el terror en todos los territorios conquistados. España es una mentira, una idea que ha originado mucho sufrimiento, muchas conquistas sangrientas, muchos genocidios y etnocidios. Los catalanes tienen que ser solidarios con todo el mundo, como el resto de los pueblos. Pero esto no debe pasar por consentir el sometimiento a un Estado que les ahoga culturalmente, que ha prohibido desde Felipe V su idioma, que suprimió sus instituciones político-administrativas. ¿Federalismo social? No me hagas reir. Esto no es más que un intento más de lavarle la cara al Estado español de siempre. Ya sabemos: «más vale roja que rota» que dicen los fachas. Los demócratas, y más los catalanes, ya no estamos con estas bobadas. Autodeterminación para todos los pueblos sometidos por España. Pero no un principio o derecho abstracto que es a lo que llegarán los moderado-burgueses (no más que el PSOE) de CiU. Autodeterminación para romper con España, para crear una nueva entidad política catalana sin las imposiciones españolas, y en la que el pueblo trabajador catalán tiene que tomar la iniciativa. Y con la que los nacionalistas de izquierdas andaluces/as tenemos que ser solidarios, porque la libertad de un pueblo es la de todos los pueblos.
    Concha dice: «El ascenso del nacionalismo insolidario en Cataluña siempre lleva aparejado el desprestigio de nuestra comunidad». No, Sra. Concha. Lo que causa el desprestigio de Andalucía es encender la radio y escuchar como los colonizadores españoles nos enseñan día y noche a hablar vallisoletano, llamándonos «catetos» en nuestras narices, porque luego dejan el andaluz para los chistes. Es que la Junta dé dinero en tiempos de crisis a fomentar la tortura de toros bravos en las plazas. Es salir en semana santa y ver como media Andalucía está llorando por el paso de un monigote con una cruz. Es ver que la cultura del subsidio y del mínimo esfuerzo está asentada. Es ver que en vez de tener una tierra repartida entre los jornaleros y trabajada mediante cooperativas con una auténtica reforma agraria, tenemos un sucedáneo, un subsidio, que sirve a su vez de granero de votos. Es salir a la calle cierto día de julio de este año y ver a millones de gilipollas disfrazados de rojo dando gritos como posesos porque una selección de fútbol ha ganado no sé qué. En los días en los que un Gobierno que no es «nacionalista insolidario» nos sodomizó con un decretazo que todavía nos duele a los trabajadores por detrás. Sigue buscando salidas para salvar a España. Otros nos alegramos de que en Catalunya haya retrocedido el nacionalismo «solidario» español. El del PP, el del PSC, el de la ultra ex-PSOE y auxiliar administrativa Rosa Díez. Porque lo que queremos simple y llanamente es la libertad y la INDEPENDENCIA de todos los pueblos de esa cárcel de pueblos que es España. Comenzando por Al-Andalus. Mis antepasados (y quizás los tuyos) andalusíes aún lloran de rabia cuando bajo tierra siguen viendo nuestro país ocupado por la etnocida España. Tahia Al-Andalus Horra!!

  2. No lo creo. Ahora viene precisamente una época de más federalismo -al menos yo así lo veo- porque lo global sin el contrapoder de lo local ya sabemos a dónde puede llevarnos. La crisis, en este sentido, es un alma de doble filo .Por otro lado no se puede ser federalista y poner la igualdad social en el techo y no en el suelo porque es una contradicción en sus propios términos, de la misma forma que no puede haber ‘ni mérito ni capacidad’ individual si luego no se traduce en más posibilidades para el que haga gala de esas cualidades. La igualdad así entendida, es decir, el federalismo así entendido, no es más que un nuevo totalitarimo. Luego, entiendo que sigue habiendo un gran campo para el federalismo y que este sistema, aunque muy dinámico, es muy interesante y eficaz, si bien no hay nada escrito de forma definitiva sobre las formas que tienen los pueblos y estado de colaborar entre sí.

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