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El "derecho a decidir" tal y como se ha conceptualizado en Cataluña es la democracia en estado puro. Es la palanca de un proyecto constituyente transformador y revolucionario. En Cataluña el apabullante dominio hegemónico del neoliberalismo y el centralismo, ya versión madrileña, ya versión "conflictiva" vasco-catalana, ha sido derrotado en la calle por un objetivo político capaz de movilizar las conciencias. Hasta la Comisión Europea amenaza ya por boca de un "in-creíble" Almunia como lo hizo ante el auge electoral de la Syriza griega. Midamos la potencialidad del cambio y ruptura democrática con el neoliberalismo por el miedo o cautelas de sus voceros.

Cataluña, la izquierda, el derecho a decidir y Andalucía

Mario Ortega | El «derecho a decidir» tal y como se ha conceptualizado en Cataluña es la democracia en estado puro. Es la palanca de un proyecto constituyente transformador y revolucionario. En Cataluña el apabullante dominio hegemónico del neoliberalismo y el centralismo, ya versión madrileña, ya versión «conflictiva» vasco-catalana, ha sido derrotado en la calle por un objetivo político capaz de movilizar las conciencias. Hasta la Comisión Europea amenaza ya por boca de un «in-creíble» Almunia como lo hizo ante el auge electoral de la Syriza griega. Midamos la potencialidad del cambio y ruptura democrática con el neoliberalismo por el miedo o cautelas de sus voceros.

4D Andalucia

La política es proceso. Artur Mas desde el poder político, representante máximo de la derecha catalana, lanzó un órdago electoral para aliviar el peso de la culpa de su docilidad ante los recortes, descargándola en el gobierno central, y creó, sin prever las consecuencias, el escenario posible para la ruptura definitiva con aquella España del «lo dejo todo atado y bien atado.»

El órdago se le fue de las manos, y si vio en la Díada de 2012, en las calles, una nueva oportunidad de negocio con las arcas del Estado, los hechos han demostrado que se equivocó por completo. Del otro lado, desde posiciones centralistas, se banalizó el asunto pensando que, dado que una vez más la dirección política catalana, liderada tradicionalmente en este periodo democrático por CiU, se movía por «la pela», era cuestión de montar posiciones firmes, «españolizar Cataluña», y esperar a que escampara un poco o a que «las medidas del gobierno produjesen resultados».

Pero las medidas del gobierno, con la reforma laboral al frente, ni producen ni van a producir resultados para mejorar las condiciones de vida de la mayoría. De otro lado el derrumbe de la credibilidad de las instituciones del Estado, con la monarquía a la cabeza, es el terreno fértil para que crezca la demanda de democracia real. Esta vez sí, y no como en el 15M, con una demanda clara de proceso democrático constituyente simbolizado por el derecho a decidir. El 15M no da grandes resultado, más al contrario se encuentra de frente con 11.500.000 de votos al Partido Popular, porque nace con un mensaje antipolítico e ignora o elude el hecho de que la política no sólo se hace con las personas sino que las personas viven en territorios con historia y cultura, con identidad; porque sitúa la crisis en una cuestión moral de malos y buenos y no en una cuestión de modelo no sólo democrático si no fundamentalmente productivo, relegando la cuestión ecológica a comparsa.

En la izquierda, fue ICV la primera fuerza política en percibir la potencia de la demanda de democracia por la vía catalana del derecho a decidir y su necesidad de vincularla, como en otros momentos históricos hizo el PSUC, con los derechos sociales y de ciudadanía. Así, se presentó a la pasadas elecciones catalanas con el lema Dret a decidir SÍ, Drets socials tambè. Vinculando conciencia de pueblo y conciencia de clase, algo que nos recuerda aquellas movilizaciones andaluzas del 4 de diciembre de 1977 que condujeron a la ruptura con la asimetría constitucional prevista por el pacto entre élites económicas y políticas españolas y vasco-catalanas. Esas últimas elecciones catalanas marcaron ya la tendencia de la pérdida de poder de CiU, el auge del independentismo liderado por ERC (que lo representa en estado puro) y la fractura interna del PSC cogido por la pinza de la versión más españolista del partido que legó Felipe González, la irrupción de la CUP independentista y anticapitalista, la subida de la versión catalana de UPyD que allí necesariamente se enmascara con el nombre de Ciutadans y el aguante a la baja de un PP que nunca tuvo opciones reales en Cataluña (y, como en Andalucía, ya no las tendrá por mucho tiempo).

Y, a lo que vamos. La izquierda representada por IU fuera de Cataluña, con alianza fructífera en Galicia con ANOVA y desencuentros, de apariencia insalvable, con Compromìs en el Paìs Valencià, o ha ignorado lo que se venía encima o ha tenido miedo escénico, dejando todo el espacio para la proposición de un modelo de Estado alternativo al de la derecha centralista y nacionalcatólica fundamentado sobre el derecho a decidir y el reconocimiento abierto y sin ambigüedades de la plurinacionalidad de España, lo que la dotaría de un objetivo político a la altura de la realidad actual capaz de mover las conciencias y recuperar la hegemonía perdida (o por lo menos de intentarlo).

El espacio del proyecto de ruptura democrática como lo llama Beiras, ese deseado proyecto constituyente, ha sido ocupado casi por completo en Cataluña por ERC, no facilitando a ICV consolidar alianzas externas para reforzar su estrategia cooperativa de vínculo entre conciencia de pueblo y conciencia de clase que la permita visivilizarse en Cataluña como una fuerza política que tiene puentes sólidos externos que ayuden a trabajar por un proyecto de Estado conjunto y entre iguales. Muy condicionado y en voz no demasiado alta (a la vista de una necesaria alianza para las europeas IU-ICV) Cayo Lara se atrevió a reconocer públicamente el derecho a decidir, rectificando declaraciones anteriores que se alineaban con el españolismo patrio. Vamos tarde.

La convergencia entre derecho a decidir y derechos sociales con el objetivo de una nueva constitución que reconozca la plurinacionalidad del estado, y encaje a un tiempo la igualdad de derechos de ciudadanía con el derecho al autogobierno y la autodeterminación de las comunidades políticas que así lo decidan, presentaría un objetivo político capaz de atemorizar a la Europa el totalitarismo financiero.

No soy optimista respecto de IU, y veo hasta posible que el PSOE-A, visto lo que está ocurriendo y las dificultades presupuestarias, limitaciones competenciales, sucesivos recursos ante el TC de cualquier ley que hagamos en Andalucía, y la situación de desigualdad endémica tasada en las cifras de paro, se anticipe y construya ese puente del que hablo con el PSC y provocando una catarsis en el socialismo español.

Creo que una alianza entre el pueblo de izquierdas catalán y el pueblo de izquierdas andaluz, tiene todo el potencial necesario para poner en un brete ese pacto de la transición que ahora ha perdido toda credibilidad y se desmorona dejando un reguero de corrupción e injusticia. Las fuerzas políticas que lo canalicen presentarían al menos un proyecto creíble y valiente.

Derecho a decidir sí, derechos sociales también.

@marioortega

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