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Gadafi se quita el disfraz y saca las armas a la calle

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Ramón Lobo.El País.21/02/2011.

Muamar el Gadafi es un tipo excéntrico. A muchos dirigentes occidentales les gustaba porque tenía petróleo, se disfrazaba, era efusivo y prefería una jaima a un hotel de cinco estrellas. Cuando Gadafi está en Libia sucede lo contrario; allí, sin cámaras de televisión, le gustan menos las jaimas y más los palacios ajaimados. Libia es un país doblemente rico: rico en petróleo y rico en pobres: el 30% de su fuerza laboral está en paro y un tercio vive por debajo del umbral de pobreza. El Gadafi excesivo se sentía fuerte: había pagado muchos millones de dólares por limpiar su hoja de conducta. Se creía inmune, hasta la semana pasada.

Su ideología no es verde ni revolucionaria ni de tercera vía. Su ideología pertenece a la vía más transitada por los dictadores: aferrarse el poder a cualquier precio. El precio de sangre lo están pagando desde el jueves 17 de febrero cientos de libios. Saif el Islam Gadafi, cuyo único cargo y mérito en el organigrama del Estado es ser hijo de quien más manda, del mandamás, elevó el domingo el envite del régimen: sumisión o guerra civil. La calle respondió: derrocamiento o muerte

La represión de la revuelta de Libia es brutal y desprorcionada: ametralladoras, helicópteros… Gadafi está políticamente muerto tras 42 años en el trono. Los dictadores políticamente muertos son mucho más peligrosos de los dicatdores que se creen políticamente vivos: saben que pelean por su supervivencia; los segundos están en Babia.

La UE parece que ha aprendido de los acontecimientos revolucionarios que se viven desde enero en el mundo árabe y hoy ha aprobado el texto de una condena tan firme como ineficaz a corto plazo. Ineficaz para los que aún van a morir hasta lograr el cambio.

Es arriesgado hablar en tiempos de tanta mudanza súbita. Es difícil averiguar por dónde soplará el viento y quién será el ganador. Toda una vida política de sumisión o un acuerdo comercial ventajoso jugados en la ruleta. Hay señales subyacentes que dibujan una tendencia: el ministro de Justicia libio y los embajadores en China, Bangladesh, India, Reino Unido, Indonesia, Polonia y Liga Árabe, entre otros, han presentado la dimisión en protesta. Es una huida, como la de los pilotos de los Mirage a Malta. Cuando todos sienten la urgencia de distanciarse es la prueba de que al régimen le queda horas, o días. No más.

Pío Cabanillas, gallego y exministro de UCD en los tiempos de la Transición en España, pronunció una frase célebre: «Estamos ganando pero aún no sabemos quiénes», que sirve para Libia. También para Bahréin, Yemen e Irán.

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