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EL ACUERDO DE COALICIÓN UNIDAS PODEMOS-IU-EQUO Y ANDALUCÍA

Andrés Lozano Pino.

El acuerdo de coalición denominado “Unidas Podemos-IU-Equo” constituye una buena noticia, porque la cooperación política y electoral de la izquierda transformadora y el ecologismo político resulta positiva para los intereses de la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, algunos de los aspectos que contiene el acuerdo ofrecen ciertos interrogantes sobre su traslación a Andalucía, y cómo puedan afectar al preacuerdo previamente anunciado por parte de IU-CA-LV y Podemos Andalucía en nuestra comunidad que parecía inclinarse por construir una “expresión unitaria” que aglutine a los actores políticos y sociales que “apuestan por el cambio” en Andalucía.

Andalucía necesita un buen acuerdo electoral que permita competir exitosamente con la derecha y con un PSOE andaluz encabezado por Susana Díaz que representa las posiciones más retardatarias y conservadoras dentro del socialismo, y que gobierna apoyada por Ciudadanos, la nueva derecha neoliberal, españolista y recentralizadora.

En este contexto político, Andalucía necesita conformarse como sujeto político, a lo que contribuirá sin duda la construcción de una confluencia progresista hecha desde Andalucía y para Andalucía. Para explicar el hecho de que en Andalucía no se haya producido una confluencia de este tipo, del mismo modo que ha ocurrido en otras comunidades, podemos recurrir al menos a tres variables claramente interrelacionadas: la escasa conciencia de pueblo, la inexistencia de organizaciones andalucistas progresistas con cierta relevancia política, y, finalmente, la carencia de una clara determinación en ese sentido por parte de las direcciones andaluzas de IU y Podemos, bien sea por falta de voluntad o por su subordinación a las directrices estatales de sus respectivos partidos. Vayamos por partes.

Durante la transición política, Andalucía demostró ser una comunidad con conciencia de pueblo, con objetivos políticos propios, tal como se puso de manifiesto en hitos históricos como el 4D y el 28F. Esta realidad no era ajena tampoco a la existencia de un andalucismo político organizado: el histórico PSA, que posteriormente transmuta en PA, o el surgimiento de Convocatoria por Andalucía, antecedente de IU, son ejemplos diferentes de una presencia relevante de un cierto andalucismo en las organizaciones políticas. También en el ámbito sindical asistimos a la emergencia de un sindicalismo andaluz. Todo esto tenía lugar en una comunidad donde no existen propiamente medios de comunicación andaluces, a excepción del gubernamental Canal Sur, creado a final de los ochenta.

En el momento actual, estudios demoscópicos, como el EGOPA, muestran que en Andalucía existe una conciencia de pueblo, similar a la de otras comunidades como la valenciana, canaria, cántabra, o balear, por citar algunas que no son las históricas Cataluña, País Vasco o Galicia. Sin embargo, Andalucía no cuenta con organizaciones políticas andalucistas mínimamente relevantes, como ocurre en estas comunidades.

En Andalucía, tras la desaparición del PA, el andalucismo político se encuentra atomizado, por un lado, en pequeñas corrientes andalucistas en el interior de IU y Podemos; y, por otro, en pequeños partidos (Iniciativa del Pueblo Andaluz, Izquierda Andalucista, Andalucía por Sí, Somos Andaluces, Asamblea Nacional Andaluza, Nación Andaluza), incapaces de articular de modo unitario su pluralidad, incluso entre aquellos cuyos proyectos son coincidentes.

En cuanto a las dos principales organizaciones de la izquierda, las direcciones de Podemos e Izquierda Unida en Andalucía han hecho pública recientemente su determinación de impulsar una confluencia propia, hecha desde Andalucía y para Andalucía, anunciando su voluntad de contribuir a crear “espacios cómodos de participación. Espacios a los que puedan incorporarse todos los actores andaluces con ganas de construir un proceso de cambio político para nuestra tierra”. Se habla en dicho documento de primarias conjuntas para la elección de candidaturas, y “elaboración colectiva y participativa del programa, que incorpore a toda persona u organización que quiera contribuir al cambio político en Andalucía”. Para poner en marcha el proceso se creaba un grupo motor inicialmente integrado por las dos organizaciones, pero con “voluntad de incorporar a miembros de otras organizaciones políticas”.

Se trata de un acuerdo en que la música y la letra suenan acordes con la voluntad de contribuir a la existencia de un sujeto político andaluz. Sin embargo la aparición una semana después del acuerdo estatal de Unidas Podemos-Izquierda Unida-Equo nos crea ciertas dudas sobre cómo afectará a las iniciales intenciones de IU y Podemos de Andalucía.

En principio, el acuerdo estatal concreta procedimientos distintos para las municipales, autonómicas, generales y europeas, aunque sobre la base común de la coalición como forma jurídica del acuerdo general tripartito. Marcas comunes más inclusivas, quedan en principio como excepciones contempladas inicialmente para los casos de Galicia y Cataluña. En el resto del estado el acuerdo se traduce en una mera coalición tripartita, que más allá de su futura concreción y desarrollo, aparece como resultado de un acuerdo estatal centralizado entre los tres partidos firmantes. Tal como ocurrió en las últimas generales con Unidos Podemos, si bien ahora el acuerdo se refiere también a las elecciones municipales, autonómicas, y europeas, además de las generales.

Los antecedentes escalonados de esta decisión, que nos hacen recelar de si con este acuerdo nos dirigimos a una mera reedición del anterior Unidos Podemos con el mero añadido de las siglas IU y Equo, son los siguientes: primero, la votación propuesta por Iglesias en Podemos a favor de una confluencia donde figurara el nombre de Podemos; a continuación la lógica respuesta de Garzón de que en ese caso también debía figurar el nombre de IU; y en tercer lugar, el acuerdo de IU de eliminar la personalidad jurídica de algunas de sus federaciones que la poseían, recentralizando de este modo un modelo organizativo que hasta ese momento era el más descentralizado y federal de las tres organizaciones firmantes. De hecho, era el modelo organizativo que deseaba Teresa Rodríguez para Podemos Andalucía.

Los modelos de confluencia, de expresión unitaria, altamente participativos y exitosos que se dieron en algunas ciudades gallegas, Barcelona y Madrid se podrán mantener sólo en esas ciudades, pero no se contemplan como exportables. En el ámbito autonómico, como se ha dicho, ocurre lo mismo, es decir, se asumen de modo pragmático, como excepcionales los modelos de confluencia política previos ya consolidados, como los representados por En Marea y En Comú.

Si Podemos e IU en Andalucía son capaces de ejercer su autonomía política o acaban supeditados a una traslación mecánica del acuerdo estatal, es algo que pronto sabremos. De su resolución dependerá que avancemos hacia la creación de un sujeto político andaluz, o que Andalucía se mantenga en una posición política subalterna, a diferencia de comunidades como Cataluña, País Vasco, Galicia, comunidad de Valencia, Canarias, o Baleares, entre otras.

En fin, como dijimos al principio, esperamos que en la concreción de este acuerdo estatal, prevalezcan los aspectos positivos que se enunciaban en el preacuerdo andaluz: flexibilidad, apertura, autonomía y expresión unitaria de la cooperación política; y no se convierta en un acuerdo burocrático de direcciones estatales rígido, cerrado y centralizado, lo que podría alimentar la división y las competencias electorales dentro del espacio plural de la izquierda, que aunque califiquemos de competencias virtuosas, serían motivo de satisfacción sobre todo para las derechas.

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