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El doble compromiso de Abelardo

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“Amar es es dar lo que no se tiene”, nos dice  Lacan en uno de sus seminarios. Esta es la historia de un hombre sino de una relación , o mejor de un lealtad inquebrantable a las relaciones más allá de las cosas. Fascinado por los universales (la lógica) y por Eloísa (el amor), Abelardo vivió estos dos compromisos de una manera tan radical que hoy, en un tiempo de tibiezas esenciales y de excesos superfluos , nos asombra y conmueve.   Para Pedro Abelardo los universales eran funciones lógicas atribuidas a determinadas palabras. La vacuidad de contenidos del universal es su virtud y su fuerza; el verdadero compromiso con la verdad y con lo real frente la brutalidad, y la falsedad; de lo concreto, de las cosas. Las clases o las categorías, como también se le llamó, son los únicos “ens rationalis” digno de ser tenidos en cuenta.

A este compromiso se mantuvo firme Abelardo a pesar de la condena del concilio de Sens, con un vigor moral duro y elevado; con uan forma de verdad que no es esta o aquella sino toda y ninguna; la relación, esa preciosa joya intelectual que nos regalo el dogma trinitario en Hilario de Poitiers, , que un forma que nos ampara desde el vacío. Desde   el hiato  que establece  la clase vacía, la forma lógica pura   se comprenden como el poder )el poder hacer, el mandar, el poder de realizar)  es siempre una expresión del   no  ser todo. El compromiso  con  la razón mas descarnada, le permitió ser compasivo con la carne y con las cosas.

El segundo compromiso de Abelardo fue con Eloísa. Este inmenso gasto de amor fue realizado en el mismo lugar donde firmó el compromiso de hierro con la lógica: Desde la separación impuesta , desde la transgresión sin miedo, en el intersticio del poder, pagando el precio gozoso de la castración. Eloísa como envés de los universales es aquel universal concreto que no es una cosa y por eso es también universal. El universal concreto es la gran invención del amor que se produce a la par que ese otro universal concreto que es la libertad política. como los universales abstractos. Siglos después Rousseau ,cumpliendo los votos nupciales de Abelardo, en la Nueva Eloísa reconoció los puentes originales entre esas dos fascinantes invenciones: el amor y la libertad política.

Estos dos compromisos de Abelardo inauguran dos formas de ver y vivir el mundo que ha despertado todas las aventuras posteriores. Nació en aquel siglo en que se comenzaron a redactar   los dos votos nupciales de la modernidad: el voto de la libertad de pensar (razón/lógica) y de la libertad de querer (amor), y de los cuales nacería con posterioridad la libertad política (democracia). Abelardo vivió, sufrió y amó para enseñarnos que la realidad no son las cosas y que los hombres, y especialmente las mujeres, tampoco lo son. Después de tantos siglos  el doble compromiso de Abelardo nos sigue conmoviendo y orientando, aun más que antes , en medio de esta noche oscura de las cosas. Vivió siempre con Eloisa desde la forma sutil de la separación en la que murió vivo sin antes haber muerto.