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El malditismo adaptativo

Francisco Garrido. Hay un ejemplo de intelectual  que para conseguir  mantener un cierto equilibrio entre su conciencia moral  y su trabajo, han adoptado una  estrategia  de supervivencia  que podíamos denominar “malditismo adaptativo”. Para no sentirse del todo repugnante y para que le dejen  hablar o escribir ( en todo caso cobrar) en medios repugnantes  para su conciencia; disparan contra todo, incluido el pianista. Todos son corruptos, todos son insensibles, todos son malos, todos son iguales.

No mienten en su denuncia de la maldad de los poderosos pero  si mienten asquerosamente cuando equiparan a poderosos y a rebeldes, a verdugos y  a víctimas.  Por eso son peores  que los voceros del Ibex35 por que son más nocivos para las causas emancipatorias   puesto que minan un valor que es básico para la rebelión: la esperanza.   Son los profetas del cinismo inducido. Prefiero a Maruhenda que a Ramoneda, por ejemplo. Esto explica por qué  PRISA, la Caixa, las fundaciones o las televisiones  les siguen pagando para que se metan con ellos, el precio es meterse también con sus enemigos.

Aunque nada de malo hay en pertenecen a la “cofradía de los tristes” o  al “club de los amargados”, si lo hay en pretender que todos seamos miembros de esas  asociaciones. Atacar la alegría es reaccionario. Sin alegría ningún progreso, ninguna revolución son posible. De esta manera podemos entender que un autor como Saramago es literariamente reaccionario , aunque sus opines sean muy honestas y comprometidas. Y por el contrario un autor como Chesterton es un rebelde radical, aunque sus opines sean  muy reaccionarias.

La rebelión es el fruto del contraste  entre la alegría y la realidad  social injusta. En oposición a la alegría, del odio y la tristeza  no brota la rebelión sino la venganza que es exactamente lo contrario  Pues no aspira  a cambiar la realidad injusta sino a universalizarla. Esto es lo que consiguen estos tristes y por eso le pagan. El enemigo , sus amos y patrones, los llaman  “lúcidos” no sin un punto de cruel y socarrona ironía.

 

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