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El Populismo

naturalezTodos  acusan a Podemos de populismo., esa cosa  tan mala que nadie define pero que todos atacan. Pasa siempre  igual con todos los  insultos carecen de otra significación que la de expresar la voluntad de insultar del que  lo usa.  Que queremos decir  cuando acusamos a alguien de  “hijo de puta” ¿Estamos recordando la profesión  de la madre acaso? Y cuando usamos la palabra “maricón”. Pero no solo expresamos nuestro ánimo de insultar sino también el sustrato y el contexto ideológico que subyace. La selección, mucha veces inconsciente, de los insultos dice  mucho  más sobre nuestra ideología, que las declaraciones o las etiquetas formales. Por eso esto insultos que hemos mencionados nos informan de la ideología sexista y homófoba del que los usa.  El “populismo pues tiene habitualmente un uso como insulto que  que nos muestra  la ideología y la sensibilidad  demosfóbica, y finalmente   poco democrática a de los que  insultan con ese calificativo.

Pero el populismo, como la homosexualidad o la prostitución que citábamos,  son una realidad  social y política al margen de su  simple uso insultante.  El populismo está en la esencia de la  política  pues  supone un conjunto de dispositivos  muy eficientes de movilización colectiva de entorno a un demos (pueblo) común.   Es propia de momentos  de crisis,  emergencia social   y cambio es  los cuales es necesario un esfuerzo colectivo que vaya mucho más  la suma de los  intereses individuales  o grupales.  Es en este sentido una forma de acción colectiva altruista tan contingente como interesante. Pero no se trata de cualquier movilización  sino de un tipo de movilización voluntaria y consciente, política  que la diferencia de la movilización militar o de la movilización de masas de los sistemas autoritarios. El populismo  es  siempre  es democrático en un grado u otro porque su fuerza reside en la acción colectiva, y no en factores externos. El populismo  es inmanente y constituyen  del pueblo al  mismo tiempo. Perón fue populista pero Hitler no,  Chávez es populista pero  Castro no, Berlusconi es populista pero Mussolini no.

El valor y la función del populismo reside en que es un dispositivo muy eficiente de  motivación de satisfacción emocional  y altruista (colectiva), en momentos en que  la satisfacción material  e individual constituye un obstáculo para  las respuestas socialmente necesarias. El populismo cambia emociones por calorías, símbolos por dólares, rituales por propiedad. Sin populismo es imposible el cambio social revolucionario, porque  los costes   del cambio neutralizan las expectativas positivas del mismo.  No hay ningún proceso revolucionario que no hay sido revolucionario aunque ha habido mucho populismo que no hayan sido precisamente revolucionarios. La discusión en la izquierda no es si somos o no populista sino si queremos o no cambiar.

Es incierto que el populismo sea irracional, lo irracional es pensar en una racionalidad descarnada de emociones;  pero usa una racionalidad erótica, que diría Domenech, donde las ideas están encarnas en sensaciones, emociones, recuerdos, imágenes e interacciones colectivas. El grado mayor o menor de la racionalidad dependerá de la calidad del programa político populista.  Hay populismo que se sustentan sobre falsedades pero al igual que hay argumentaciones que son falaces. Pero sin argumentación no hay verdad posible alguna.

No es que el discurso populista le diga a las gentes lo que quieren oír sino que les habla de tal modo en que quieren oírlo, porque busca convencer, necesita convencer. De esta forma el populismo es mucho más razonable (en el sentido de Rawls)  que el discurso teocrático   Pero hay mucho izquierda (que es el que domina en la política actual).  Por tanto lejos de ser irracional el populismo es la  razón pública encarnada.

Desde la ecología política hemos hablado desde hace años (Martinez Alier, Gonzalez de Molina)  del neopopulismo ecológico para poder afrontar políticamente  los enormes costes que la aceptación voluntaria del decrecimiento y la transición ecológica  plantea al «homus consumista». Por el contrajo la derecha en ocasiones ha usado el populismo para una aceptación voluntaria de las restricciones en periodos  de crisis y no crecimiento. Pero hay mucha izquierda que se nueva a reconocer al populismo porque se niega a reconocer la existencia de la naturaleza humana ( que no es sino naturaleza animal compleja). Es la misma izquierda que ha renunciado a la revolución por la decoración institucional.

El populismo es  un productor de hegemonía  y  de institucionalidad, nos permite  la cooperación social en momentos en que los costes individuales de la acción colectiva son muy elevados.  En términos evolutivos cuando el altruismo motivado por la reciprocidad fuerte , vinculada  a la lógica  contrato, no vale; es necesario el altruismo de tercer nivel (selección de grupos) ; el populismo es el dispositivo político que motiva  la estimulación y coordinación eficiente de ese tipo de altruismo que no es el usual a gran escala. Por todo esto  la pregunta crítica que debemos hacernos no es sobre el populismo sino por la revolución democrática. Este el tema, dejémonos de distracciones del enemigo.