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Una propuesta viable y coherente con posibilidades de ser hegemónica frente al desarrollismo y la privatización que defiende la CEA debe tener el suficiente soporte político.

La CEA contra el medio ambiente andaluz

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La Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) empieza a destaparse como la verdadera cara de la derecha andaluza ya que no tiene necesidad de edulcorar su oferta como tiene el PP que necesita pasar por el veredicto de las urnas. La CEA, ante las perspectivas de triunfo del PP en las próximas elecciones generales, ha escogido el medio ambiente andaluz como el principal obstáculo para sus planes de explotación y apropiación de nuestros recursos y va a utilizar el chantaje del paro para combatir cualquier perspectiva racional y la conciencia solidaria de los andaluces y andaluzas.

En esta semana ha desplegado todo un programa de destrucción ambiental: Santiago Herrero asegura no comprender cómo se retrasa un proyecto que creará “empleo y riqueza” como el proyecto de Refinería Balboa, que promueve el grupo Gallardo por “problemas burocráticos”, coincidiendo con el anuncio de la brasileña Companhia Siderúrgica Nacional (CSN) de rescindir el contrato que firmó el pasado mayo para adquirir la participación del grupo Gallardo en cinco empresas por “incumplimientos contractuales” por valor de 382 millones de €.

Al mismo tiempo, la CEA ha impulsado una campaña contra el impuesto a las bolsas de plástico azuzando a algunos sectores de comerciantes cuando la verdad es que la aplicación de esta medida ha sido una prueba de la responsabilidad social de los comerciantes y de la madurez de los consumidores, tal como ya ha comentado Concha Caballero en su artículo también publicado en P36, el 17 de este mes, “Esperando el Apocalipsis”.

Además, el presidente de la Confederación Empresarial Sevillana (CES), Antonio Galadí, intenta enfrentar a Sevilla con Córdoba a propósito la segunda IKEA en la capital andaluza sin cuestionarse la crisis del sector del mueble andaluz y al mismo tiempo aprovecha para “reivindicar” el dragado del Guadalquivir, sin explicar las consecuencias que supondría el mismo para la vida del río y de Doñana.

Basta mirar al pasado inmediato para comprobar los resultados que le ha dado a Andalucía el modelo desarrollista: sus consecuencias han sido precisamente ese millón largo de parados que ahora utiliza la Confederación de Empresarios de Andalucía como excusa para poner a la opinión pública andaluza a favor de sus planas de destrucción masiva de nuestro territorio. Antes, con los mismos argumentos justificaban la construcción descontrolada de viviendas, la destrucción del modelo tradicional de nuestras ciudades (que debería ser declarado patrimonio de la humanidad) o el urbanismo salvaje porque era la “vía andaluza” al desarrollo. Ahora quieren exprimir sobre todo el Guadalquivir y su entorno meridional: el parque de Doñana. Sin escrúpulos.

Precisamente este ataque en forma de pinza (el oleoducto y el dragado) hace más evidente el por qué la reivindicación del Guadalquivir andaluz va mucho más allá de un problema de competencias. Se trata de que todos los andaluces sintamos que el gran río forma parte del nosotros, parte de nuestra sangre colectiva, porque es la única forma de no caer en el anzuelo que lo presenta como un simple instrumento a exprimir en función de los intereses económicos de unos pocos que quieren hacerlos pasar por los intereses de la mayoría. La reconstrucción de una perspectiva de izquierda es inseparable de la construcción de una perspectiva global de la realidad social, de la interconexión entre sociedad, economía, política y naturaleza. Los que separan el medio ambiente de la sociedad con la que interacciona (en el pasado construyendo cultura, en el presente contenido político y en el futuro solidaridad intergeneracional) tienen el mismo esquema de racionalidad parcelaria que los que separan economía y naturaleza.

La batalla en la opinión pública, al margen de las propuestas “estratosféricas del PP y del PSOE”, se debate entre dos modelos:

a) el modelo desarrollista de vuelta al pasado que defiende “sin complejos” la CEA, basado en grandes inversiones, desregularización y ataque a los derechos de los trabajadores, al medio ambiente y a la identidad colectiva de Andalucía, que tiene como una de sus principales armas el desprestigio de la Administración y de lo público en general. Sus líderes saben que lo de las grandes inversiones ya es imposible pero es el soporte con el que intentan recoger la segunda parte (desregularizaciónes, recortes de los derechos de los trabajadores, agresiones al medio ambiente y relajación de la cohesión social andaluza)

b) un modelo basado en la defensa de “lo nuestro” que implica optar intuitivamente por el sistema productivo andaluz, la territorialización de la economía y la defensa de nuestro medio ambiente, gracias a la existencia de un capital simbólico que es capaz de devolver el sentido a las cosas frente a la absoluta mercantilización e instrumentalización de la sociedad y la naturaleza que quiere la patronal andaluza. Este modelo es el marco para la defensa de los público, de lo colectivo, de los derechos y en última instancia de la democracia.

Este segundo modelo está patente en muchos de los comentarios a las declaraciones de estos dirigentes de la CEA. Reproduzco algunos:

–         Señores, lo que hay que hacer es comprar en tiendas de muebles andaluzas, que con esta gente todo el dinero se va a Suecia. A ver si nos enteramos!!!”

–         “Basta de regalar terreno para hacer contratos basuras y tener que cerrar muchas tiendas de muebles y carpinterías que dan de comer a ciudadanos de Sevilla.”;

–         “Y para que queremos tantos Ikea? Dejar vivir al mediano y pequeño comercio.”

–          “La gran mentira de IKEA es prometer puestos de trabajo cuando en realidad destruye más de lo que crea. El 99 por ciento de sus productos son suecos. Hasta las salchichas. Eso significa que serrerías, carpinteros, tapiceros, etc. andaluces o españoles tendrán menos trabajo y que si antes me iba a merkamuebles o a Natuka a comprar, ahora me voy a IKEA. Mi dinero es el mismo, pero antes se quedaba aquí y con IKEA se va a Suecia”;

–         “Seamos un poco malévolos: ¿Cuántos kilómetros de la S-40 podrían hacerse con lo que defraudan a Hacienda y a la Seguridad Social cada año los miembros del CES?”;

–         “Galadí debería explicar los chiringuitos que monta con sus amigotes de la confederación de empresarios. Que explique los tinglados en Ecuador, Bolivia, etc. que viven de subvenciones de la Junta de Andalucía para «emprendedores andinos». Se quejan de los sindicatos subvencionados, pero ellos hacen lo mismo montando tingladitos para indios emprendedores (aunque el indio emprendedor no vea ni un euro”

¿Cuál es el problema? Que este segundo modelo aún no está articulado como un modelo político “integral” para Andalucía. Los ejes de este modelo son el andalucismo, la ecología política y la tradición política de la izquierda pero sus resultados van mucho más allá de una suma: permiten una propuesta viable y coherente con posibilidades de ser hegemónica frente al desarrollismo y la privatización. Si no conseguimos que tenga suficiente soporte político, la cosmovisión que hoy defiende con desparpajo la CEA y mañana ejecutará el PP (como antes lo ha hecho el PSOE), será la única que se le ofrezca a la opinión pública.

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