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La transición ecosocialista en la era del antropoceno (4/5)

Rafa Rodríguez

1. La transición global ecosocialista

La transición global ecosocialista se sustenta en la proyección multifuncional de la democracia porque tan relevantes son los objetivos como el camino para alcanzarlos y la democracia es el gozne que participa tanto de la naturaleza de sus objetivos como de los medios para lograrla.

La proyección multifuncional de la democracia abarca consolidar la democracia en los Estados que ya son democráticos, enfatizando los consensos frente a la polarización política y la segmentación social con gobiernos eficaces; impulsar estructuras que reconozcan la pluralidad cultural y política, tanto dentro como entre los Estados; dotarlos de contenidos para hacer frente a la creciente desigualdad y concentración del poder, la crisis ecológica y las pandemias; extender la democracia a los Estados que siguen teniendo regímenes autoritarios y promover instituciones políticas democráticas de escala continental y global.

La democracia en el mundo no puede extenderse sin el apoyo de sólidas instituciones democráticas estatales.

2. Un nuevo bloque histórico

Nuestra propuesta se cimenta en la construcción, siempre inacabada, de un nuevo consenso en torno a la transición ecológica y social, sobre la base de la red de interacciones formada por las simbiosis de reforma y revolución, Estado y Comunidad, democracia interna y global y transición ecológica y social.

Un consenso para cohesionar un bloque social que abarque desde el mundo del trabajo, los sectores que más padecen la discriminación social, las clases populares y las clases medias, hasta sectores importantes del empresariado, que reconozca al mercado reconducido a su función económica y con el apoyo de la inversión pública y privada, en un marco político de sostenibilidad, justicia social y expansión democrática en las relaciones sociales y económica, bajo la dirección del Estado emprendedor.

Este nuevo bloque histórico necesita una cultura hegemónica basada en los valores democráticos de la convivencia, los cuidados y la solidaridad, en vidas más tranquilas, saludables, lúdicas y creativas y menos individualistas, competitivas y agresivas, en el contexto de comunidades articuladas, con sentimientos de pertenencia e identificación con el territorio y valores universales para tejer lazos de civismo y respeto a los demás.

3. Ganar los gobiernos: gobiernos progresistas con una hoja de ruta

Los espacios de poder y de conflicto son tanto las instituciones democráticas como la calle y las plazas. En las primeras se accede a los gobiernos y se obtiene la legalidad y la gestión de los recursos públicos, ya que las estrategias de cambio consisten en última instancia en alcanzar la confianza de la mayoría del electorado en las urnas. Las movilizaciones contribuyen a conquistar la hegemonía social, activando a la ciudadanía. Ambas están interconectadas. Sin activar la movilización social no es posible ganar las elecciones y llevar a cabo una acción de gobierno transformadora; sin una perspectiva de triunfo electoral las movilizaciones carecen de finalidad efectiva y terminan por generar el agotamiento de las energías sociales, y sin una acción de gobierno que logre poner los boletines oficiales al servicio de los intereses generales todo el esfuerzo social deriva en frustración.

Las experiencias de autoorganización social y de proyectos alternativos son también importantes no solo por sus logros sino porque son experiencias colectivas para una sociedad mejor que a través de nuevos valores anticipan objetivos sociales como espacios de economías alternativas sobre la base de cooperativas de producción y consumo, las experiencias de huertos sociales o de banca ética.

Un bloque social cohesionado y un despliegue ciudadano en múltiples espacios permite que los gobiernos, mediante acuerdos entre partidos progresistas, puedan impulsar una orientación estratégica hacia la transición ecológica.

4. Fortalecer el Estado democrático

El consenso de Washington minimizó el papel del Estado en la economía y presionó a favor de una agresiva agenda de libre mercado, desregulación, privatización y liberalización comercial. La pandemia ha demostrado en la práctica que la fortaleza del Estado ha sido clave para garantizar la cobertura médica y sanitaria pero también para pagar salarios a los trabajadores que han visto interrumpida su actividad laboral por las medidas para combatirla y facilitar vacunas gratuitas en función del riesgo y no en función de la capacidad de compra. La fobia al Estado promovida por el neoliberalismo y también por ciertos sectores de la izquierda se ha visto contradicha como concepto cuando pedimos su acción en la práctica ya que la fortaleza del Estado democrático es la principal garantía para la igualdad y la libertad.

Necesitamos un Estado fuerte, dirigido por gobiernos responsables, que garanticen la soberanía popular y la independencia de los poderes económicos, capaces de guiar un amplio esfuerzo público-privado, con capacidad para hacer planes para las próximas décadas, alcanzando metas sociales e impulsando la solidaridad a escala internacional y la gobernanza mundial en pos del bien común.

Frente al mito del mercado como organizador social hay que reestablecer el prestigio y la necesidad de la planificación pública para lograr objetivos a medio y largo plazo. La transición ecológica necesita la movilización de ingentes recursos públicos y privados. La revitalización del papel económico del Estado, tanto en la redistribución como en la predistribución, en su función de agente planificador es la alternativa para hacer viable el cambio de sistema productivo.

5. Reformas ecosocialistas + igualdad y seguridad

Para abrir horizontes de esperanza para la ciudadanía en el siglo XXI, hay que poner la ecología en el centro de la acción política. Implica una transversalidad en la alternativa del proyecto de innovación económica (cambio del modelo productivo, de infraestructuras, etc.), en la justicia social, el feminismo, en el consumo, en la profundización de la democracia y en el federalismo.

Entendemos la transición ecológica como una oportunidad de alcanzar mayor igualdad y bienestar para las clases populares. La idea de transición implica la acción política que consigue articular dinámicas diferentes, incluso opuestas, para avanzar hacia un mundo sostenible con justicia social a través de la voluntad democrática de la ciudadanía.

El nuevo consenso es un acuerdo verde y social que pone los derechos laborales y el empleo de calidad en el centro de las prioridades, mejora la economía, cuida de nuestra salud y de la del planeta, uniendo innovación, derechos laborales y sociales, feminismo y ecología, al mismo tiempo que ofrece soluciones concretas para las familias, para los jóvenes para vivir el día a día, con el máximo bienestar, porque la transición ecológica solo será posible si, al mismo tiempo, es una herramienta para distribuir la riqueza.

 

(*) La imagen es la obre de René Magritte «la batalla de Argonne»

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