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La Corte Penal Internacional y la memoria secreta de Andalucía a través de Tombuctú (la sentencia contra Mahdi al Faqi y el Fondo Kati)

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Rafa Rodríguez

La conexión Andalucía – Tombuctú: la memoria custodiada

Hay acontecimientos que parecen el argumento de un relato de ficción más que un nuevo episodio en la compleja historia andaluza, en gran parte, ocultada y manipulada con una clara intencionalidad política. A raíz de la condena a nueve años de prisión, dictada por la Corte Penal Internacional (CPI), el pasado 27 de septiembre de 2016, contra Mahdi al Faqi (que ha reconocido su culpabilidad y pedido perdón) por la destrucción del patrimonio cultural de Tombuctú, vuelve al presente la sorprendente relación entre la ciudad a orillas del Níger y la península Ibérica, especialmente de Andalucía, por una emigración de personas que se han refugiado allí huyendo de las persecuciones y han logrado geniales creaciones aunque sus autores, artistas e intelectuales de origen andaluz o del sur de la península Ibérica, son en gran parte desconocidos en nuestra propia tierra. Es una secuencia que relaciona a Andalucía con su pasado pero también abre perspectivas de futuro porque la Corte Penal Internacional, y particularmente este juicio, es una puerta al futuro.

Mahdi al Faqi, asociado al grupo Ansar Din, fue entregado a la CPI en 2015 por el Gobierno de Níger, con la acusación de haber ordenado, durante 2012, la destrucción de importantísimos mausoleos y edificios en Tombuctú (declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1988). Tombuctú es uno de esos lugares sorprendentes donde se guarda una parte de la memoria secreta de Andalucía, y de la península Ibérica en general, a causa de una intensa relación en el pasado por haber sido fin de trayecto para muchos andaluces y andaluzas que tuvieron que emigrar a causa de las persecuciones de toda índole.

Al hilo de esta sentencia vuelve la olvidada y sorprendente conexión entre Tombuctú y Andalucía, a pesar de la distancia y las dificultades de acceso a través del Sahara. Esta conexión no es solo producto del instinto aventurero de algunos andaluces sino que tenía su causa principal en el comercio del oro y la sal que Europa demandaba y que provenía en su mayor parte del África subsahariana. Tombuctú, la ciudad de los 333 santos” donde se fijó en parte la enseñanza de la legua árabe con la llegada de intelectuales que abandonaban al-Andalus, fue un centro estratégico por estar situada en la gran curva del Níger, en la intersección el río y las rutas de Sahel, donde llegaban las caravanas de Trípoli y del Cairo tras hacer escala en el oasis de Ghadames.

 

La CPI, además de proyectarnos al futuro de la avanzadilla democrática (ir más allá de la frontera de los estados en la defensa de los derechos humanos), nos conecta también con nuestra memoria, con nuestro pasado, porque precisamente una parte de la devastación que han causa las milicias yihadistas en Tombuctú han sido creaciones únicas de artistas andaluces del pasado y el Fondo Kati, uno de los más importantes archivos situados fuera de Andalucía para conocer nuestra historia, ha estado cerca de su destrucción, habiéndose salvado por muy poco gracias a la valentía y a la experiencia de sus custodios: así, el CPI, a través de Tombuctú, se ha erigido como un defensor indirecto de la memoria secreta del pueblo andaluz.

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Una notas sobre la Corte Penal Internacional (CPI)

La CPI nació en el 2002 y ubicó su sede en La Haya. Es importante no confundirla con la Corte Internacional de Justicia, órgano judicial de Naciones Unidas, ya que la CPI tiene personalidad jurídica internacional propia (no forma parte de las Naciones Unidas) aunque se relaciona con ella en los términos que señala el Estatuto de Roma, su norma fundacional. Actúa como un tribunal juzgando a personas acusadas de cometer crímenes de genocidio, de guerra, de agresión y de lesa humanidad, en aquellos casos en que tiene jurisdicción. Desde su nacimiento, ciento treinta y nueve estados han firmado el tratado de la CPI y cerca de ochenta lo han ratificado.

El CPI ha logrado superar el encapsulamento que constriñe a la defensa de los derechos humanos en el interior de los estados en virtud del principio de justicia universal pòr lo que tiene una extraordinaria significación, constituyendo una avanzadilla de la democracia del siglo XXI ya que en su creación subyace la consideración de las personas como sujetos de derecho internacional frente a la concepción liberal que considera solo sujetos en este ámbito a los estados.

 

El derecho internacional a menudo se encuentra con que algunos gobiernos se atrincheran en el principio de soberanía del estado para estar impunes ante la violación de los derechos humanos de sus residentes. Actualmente más de 10.000 víctimas han entablado procedimientos ante la justicia internacional en Afganistán, Colombia, Libia, México, Palestina, Siria, Sudán, Sudán del Sur y Ucrania.

En este año (2016), además del juicio contra Mahdi al Faqi, destacan el proceso contra Hissène Habré, el primer caso de jurisdicción universal en África, condenado en mayo por la Corte Africana Extraordinaria emplazada en Senegal a 25 años de prisión por crímenes contra la humanidad de guerra y tortura cometidos en Chad durante su mandato como presidente entre 1982 y 1990. Se calcula que existen más de 40.000 víctimas asesinadas, o que murieron en los distintos centros de detención creados por su régimen y numerosos actos de violencia contra las mujeres que las convertía en esclavas sexuales a manos de oficiales del Ejército. También en junio de 2016 dictaba una sentencia condenatoria de 18 años en prisión en el caso de Jean Pierre Bemba Combo por crímenes contra la humanidad, asesinato y violación y tres cargos por crímenes de guerra en la Republica Centro Africana, todo ello en tan solo 6 meses en el poder entre 2002 y 2003.

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La sentencia contra Mahdi al Faqi

Hasta la sentencia contra Mahdi al Faqi, los causantes de la destrucción del patrimonio cultural de la humanidad, ya sea mediante el derribo de estatuas o la voladura de restos de ciudades milenarias (tenemos clavadas en la memoria la destrucción de las ruinas romanas de Palmira a manos del Estado Islámico en Siria, o la voladura de los Budas de Bamiyán en Afganistán por los talibanes) han escapado a la justicia internacional. La destrucción en 1993 del Puente Viejo del siglo XVI, en la ciudad Bosnia de Móstar, sí figuró en el pliego de cargos presentado contra el comandante croata Slobodan Praljak por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), pero no de forma específica, como ahora ha sucedido con Al Mahdi.

Por vez primera la CPI ha calificado como crimen de guerra la destrucción de bienes culturales y ha condenado a Mahdi al Faqi a nueve años de prisión por el cargo de haber ordenado, durante 2012, la destrucción de la mezquita de Sidi Yahya del siglo XV, construida por Es-Sahili, y la demolición de nueve mausoleos, entre ellos el mausoleo de Cheihk Sidid El-Mokhtar.

La fiscal jefe de la CPI decidió considerar crimen de guerra la destrucción del patrimonio cultural porque borrar la memoria y la herencia colectivas equivale a anular también a las personas. La directora general de la UNESCO ha declarado que la destrucción deliberada de la herencia cultural es un crimen de guerra para difundir el miedo y el odio que tiene una triple intencionalidad «ya que existe un factor ideológico que prohíbe la edificación sobre las tumbas, uno económico, alimentado por la voluntad de saquear algunos museos para enriquecerse, y otro de dominación que consiste en destruir el patrimonio del pueblo para quitarle toda referencia de memoria».

 

La destrucción de la memoria y el Fondo Kati (la biblioteca andalusí de Tombuctú)

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La historia de los pueblos ha sido recopilada a lo largo de los siglos en sus archivos y en sus bibliotecas por lo que su pérdida y destrucción produce el vértigo de la pérdida de la memoria colectiva.

Hay un amplio legado bibliográfico sobre la historia de Andalucía en Marruecos, Túnez y Egipto muy desconocido porque ha habido un discurso desde el fanatismo religioso, la mayoría de las veces puesto al servicio del centralismo y un nacionalismo españolista (que ha pretendido romper la continuidad de la historia de Andalucía expulsando mental y físicamente a los que no tenían cabida en el molde del uniformismo religioso e ideológico sobre el que querían cimentar un tipo determinado de unidad del estado), que provocó una diáspora tras la conquista castellana de Andalucía, por la persecución y expulsión de gitanos, moriscos, judíos y otros heterodoxos, a los que se les quería negar la condición de andaluces.

Ya desde al-Andalus había habido grandes desastres como la quema de la biblioteca de al-Haken II por orden de Almanzor, pero es sobre todo a partir de la conquista de las ciudades andalusíes, que guardaban grandes colecciones documentales y bibliográficas, por los castellanos lo que produjo una sucesiva destrucción de libros y documentos. Por ejemplo, la gran biblioteca de Toledo fue sacada de la ciudad para protegerla por al-Qadir, el rey que rindió la ciudad a Alfonso VI en 1085 y que pasó a gobernar Valencia, pero fue destruida tras la muerte del Cid.

Tal vez la más destrucción más conocida sea la quema de libros ordenada por los Reyes Católicos en la Plaza Bib-Rambla el 23 de febrero de 1502, aunque unos 4.000 volúmenes pudieron ser salvados de la destrucción y guardados en la biblioteca de El Escorial (esperemos que algún día sean devueltos a Granada y almacenados en la Biblioteca de Andalucía).

El Fondo kati logró salvarse cuando el juez Ali ben Ziyad al-Quti al-Andalusi (Ali de la familia Ziyad, el godo de al-Andalus) perseguido por la Inquisición tras la sublevación sangrienta el día de los fuegos de la Magdalena, pudo salir de Toledo en 1468 con unos cuatrocientos manuscritos escritos en hebreo, aljamiado, árabe y castellano, hasta llegar a Tombuctú que en el siglo XV era una de las principales centros culturales del mundo (en su universidad de Sankore estudiaban 25.000 estudiantes) donde la colección se fue enriqueciendo a lo largo de los siglos gracias a los descendientes del célebre cadí.

El fanatismo religioso ha provocar el regreso de muchos documentos a la península 550 años después gracias a la acción de Ismael Diadié Haidara de la familia Kati, responsable del fondo, y de otras personas de Tombuctú, que han logrado así salvarlos esta vez de la barbarie yihadista.

La biblioteca andalusí de Tombuctú constituye uno de los fondos históricos y culturales más importantes del mundo. Es un pedazo de la memoria andaluza, una pieza en el puzzle de nuestra identidad perseguida secularmente por los que tratan de imponer como modelo político la uniformidad en el pasado, en el presente y en el futuro. Se ha convertido en símbolo de la memoria perseguida, en un reducto de nuestro inconsciente colectivo donde se guarda parte de nuestra historia secreta, y en un ejemplo de la lucha contra la intolerancia y el fanatismo, eso valores que hacen germinar la democracia.

El Fondo cuenta actualmente con 12.714 manuscritos, 1.102 de ellos llevan anotaciones en sus márgenes. Además contienen 2.100 piezas de Arte Africano y 30 años de grabaciones de tradición oral.

Los manuscritos se dieron a conocer a la comunidad internacional en 1999, tras ser custodiados y escondidos por la familia Kati durante generaciones. Destacan el manuscrito de Tuat, el “Rayhanat al-Kuttab (el arrayán de los secretarios)” de Ibn al-Jatib, uno de los poetas más destacados de al-Andalus (autor de la casida dedicada al sepulcro de al-Mutamid en Agmat), el Corán de Ceuta (una vitela de valor incalculable) o el Libro de Hadit.

En esos viejos legajos está recogida una parte de la historia de al-Andalus, con pergaminos únicos sobre la penetración del Islam en la península ibérica, el destino de las familias visigodas después de la caída del reino de Toledo o el exilio en África de intelectuales, pero también contienen información sobre los grandes imperios africanos que se asentaron en la Curva del Níger, como el de Malí o la conquista del imperio Songhay por Yawdar, y de la propia familia Kati, los descendientes de Ali ben Ziyad, desde el siglo XV hasta el siglo XIX.

En el año 2000, tras haberse conocido la existencia del Fondo, se publicó un manifiesto de intelectuales por la salvación del Fondo Kati, algunos de cuyos firmantes eran el Premio Nóbel de Literatura José Saramago, los escritores Juan Goytisolo, Antonio Muñoz Molina y el hispanista francés Bernard Vincent. La UNESCO declaró ese año “que esta biblioteca cambiará todo el conocimiento que se tiene de las relaciones de África con el mundo Mediterráneo”. También cuenta con el reconocimiento como Sitio de Conciencia, junto con lugares tan representativos como el campo de concentración Auschwitz o Robben Island (donde estuvo preso Nelson Mandela). Desde 2003 la biblioteca ocupa un inmueble en Tombuctú habilitado por la Junta de Andalucía (en el gobierno de coalición PSOE – PA).

En 2012 Ismael Diadié Haidara logró organizar en secreto el plan para hacerlos salir de Tombuctú y dispersarlos, pocos días después de la ocupación de la ciudad por parte de grupos yihadistas. Actualmente el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico custodia quince de esos los manuscritos

Los históricos documentos volverán a Toledo en 2017, según el anuncio de la Fundación Fondo Kati que guarda y protege este legado. El organismo inaugurará otra sede en Jerez con motivo del 550 aniversario de la salida de Toledo de Ali ben Ziyad al-Quti. Además, la Fundación tiene en proyecto crear el Observatorio de la Fundación Fondo Kati para defender el patrimonio andalusí en África.

 

Anexo: un esquema sobre 7 grandes hitos de la increíble relación entre Andalucía y Tombuctú

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A modo de síntesis es interesente enunciar los principales hitos en la relación entre Andalucía (al-Andalus) y Tombuctú:

  1. 1. La coronación de los reyes de Gao se hacía bajo los auspicios del Calaifa de Córdoba y en las tumbas de estos reyes hay epitafios traídos de Córdoba y Almería sobre todo en los siglos XI y XII.
  2. 2. A medidos del siglo XIII el mistico Al-Fazzazi, llamdo Al-Qurtûbi (el de Córdoba) se exilió a Marruecos donde compuso el libro de poemas Kitab-al-Ishriniyyat, famoso en todo el Sahara y de obligada lectura aún hoy en las mezquitas de Tombuctú gracias a la tradición de los copistas de la familia Kati.

3. El granadino El Saheli al – Garnatí, nacido en Granada en 1290 y muerto en Tombuctú en 1346, fue un poeta y arquitecto, fue el inicidor del estilo sudanés que inspiró a artistas como Gaudí. Modeló edificios de barro con formas oníricas que parecen imitar a los termiteros del desierto ., es el autor de la mezquita de Djinguereber, una de las tres grandes mezquitas de Tombuctú, y del palacio real de Niani, entre otros edificios  El minarete en forma de pirámide truncada de la mezquita de Djinguereber constituye la referencia más importante de la ciudad.

4. El legendario Sidi Yahya Sal-Andalusí, uno de los poetas místicos andaludies más importantes, practicó el comerció y la enseñanza en Tumbuctíu (entre 1440 y 1468) es considera un gran maestro y el patrón de los 333 santos. Una de las principales mezquitas de Tombuctú lleva su nombre.

5. El hijo de Ali ben Ziyad, Mahmud Kati al Andalusí, está considerado el primer historiador de África. Fue autor de una historia de los Godos en España, y sobre todo del fundacional libro Tarkh el-Fettash, sobre los antiguos imperios de Ghana, Malí y Songhay que ha sido publicado por la UNESCO como una de las obras más representativas de la humanidad, este patrimonio escrito refuta la idea de que África es un continente de tradición exclusivamente oral.

6. Hasan bin Muhammed, conocido como León el Africano sobre todo tras la novela de Amin Maalouf, nació y vivió en Granada hasta la conquista por los Reyes Católicos, y visitó en su exilio Tombuctú. Su encuentro en 1505 con Mamad Kati es uno de los hitos de la historia del Sahara. En su obra “Descrittione dell’Africa” relata que “Hay una mezquita extraordinaria y un palacio majestuoso construido por un excelente alarife de Granada”.

7. En 1591, el sultán Ahmad al-Manur, que intentó conquistar Tombuctú con armas de fuego, contrató a un gran número de arcabuceros andaluies al mando de un morisco almeriense de Cuevas de Almanzora, llamdo Yuder Pachá, que parece que pretendía crear un nuevo al_Andalus a orillas del Níger. Los “arma” son descendientes de aquellos primeros portadores de armas de fuego que instauraron una insólita dinastía andalusí, de costumbres andaluzas y lengua castellana, cuyo poder se mantuvo hasta mediados del siglo XVIII, cuando fueron derrotados en la batalla de Taya en 1737.

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