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Como exponía el profesor Velásquez de Castro, uno de los efectos esperados del cambio climático es el agravamiento en la severidad de las olas de calor, que pueden ser más intensas y frecuentes. Entre los casos observados cita la ola de calor de 2003.

La ola de calor de 2003, “probablemente” la mayor catástrofe ambiental andaluza y española

presentacion

 Rogelio Fernández Reyes

Una confusión frecuente reflejada en los medios y en la percepción de la sociedad es la propensión a plantear si un evento inusual es o no una manifestación del cambio climático. Según se recoge en la obra de Duarte, la cuestión de si los acontecimientos puntuales son manifestaciones del cambio climático no tienen una respuesta definitiva, pues el cambio climático no se compone de eventos concretos “sino de una pauta o un patrón estadístico de series de eventos consistentes con tendencias esperables o predicciones”.[1]

Como expone la periodista Alicia Rivera, el fenómeno del cambio climático no es fácil de ser tratado periodísticamente. Se corre el riesgo ante una sequía o una lluvia torrencial atribuirlo al cambio climático. “Pero es más complicado que eso, porque las huellas del calentamiento global son tendencias en el tiempo, y muy raramente un acontecimiento puntual. Ahora bien, cada vez son más claras las señales, y la fusión del hielo en el Artico, el aumento de las temperaturas medias o el desplazamiento geográfico de especies resultan ahora más tangibles periodísticamente que los indicios de hace diez años (…) la mejor solución para el periodista es recurrir a los propios científicos para que expliquen y aclaren sus investigaciones y resultados. ”[2]

Francisco Heras considera que plantear debates simplistas sobre si un determinado evento extremo es el resultado del cambio climático o no, resulta ilógico[3]. No coincidimos con él. El vincular los datos científicos disponibles con los eventos en los cuales el cambio climático ha podido ser protagonista creemos que es decisivo. Ello no quita la precaución con la que hay abordar posibles conclusiones.

Al comienzo de la ola de calor, en junio de 2003, los científicos no vinculaban dicho episodio con el cambio climático[4]. Conforme avanzó el número de días de la canícula ya surgieron otras voces que lo relacionaban: El Mundo, el 7 de agosto, en el apartado de Impresiones, titulaba “¿Estamos sufriendo ya los efectos del cambio climático?”; el periodista ambiental Gustavo Catalán, el 10 de agosto, escribía en Opinión un artículo titulado “El hombre cambia el clima”. En el diario El País, el periodista ambiental Rafael Méndez, titulaba una información el 14 de agosto “Los científicos <<sospechan>> que el cambio climático es responsable de la ola de calor”, donde se hacía eco de las declaraciones del presidente del grupo de expertos de la ONU sobre el clima, Rajendra Pachauri, quien aseguró al diario suizo Le Temps que el calor insoportable en Europa se debía probablemente a la acción del hombre. “Se trata de una fuerte sospecha, sin que exista por el momento total certidumbre científica”. En el mismo artículo de El País, el catedrático de Física de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Ruiz de Elvira era más tajante: “La ola de calor es un signo preliminar del cambio climático en el que estamos involucrados”.

Tras la ola de calor aumentaron las vinculaciones con el cambio climático: “La ola de calor aumenta los entierros un 92 % en Sevilla y un 50 % en Barcelona” titulaba El País el 16 de agosto. “Barcelona vivió su agosto más mortal. El calor disparó en la ciudad un 44 % más de lo normal las defunciones”, titulaba La Vanguardia el 3 de septiembre de 2003; cuatro días más tarde, el periodista ambiental Antonio Cerrillo titulaba en el mismo diario  un artículo: “¿Ola de calor o cambio climático?”. “Es imposible decir con exactitud que la ola de calor se deba al cambio climático, pero llevamos años alertando de que van a aumentar los fenómenos extremos y éste es uno de ellos”, decía el presidente del grupo de expertos de la ONU sobre el clima[5].

En septiembre, el profesor de Climatología de la Universitat de Barcelona, Martín Vide, presentaba un libro sobre El tiempo y el clima y declaraba que el verano de 2003 en España “va en línea del calentamiento planetario, que se va acumulando en la misma dirección del cambio climático”.[6]

En diciembre de 2004, Nature publicaba dos artículos que hacían referencia a la ola de calor de 2003. Schär y Jendritzky se planteaban si la ola de calor que asoló a Europa era un episodio meteorológico extremo o era reflejo del cambio climático. Su respuesta era que probablemente ambas. Y afirmaban que la contribución antropogénica podía ser cuantificada.[7]

Stott, Stone y Allen, por su parte, indicaban que el verano de 2003 parecía haber sido el más caluroso en Europa desde el año 1500 al menos. Afirmaban que la actividad humana había duplicado como mínimo los riesgos de que se repitan estos episodios meteorológicos extremos. Consideraban que no se puede saber con seguridad que el cambio climático causara la ola de calor del verano de 2003. Esta situación la comparaban con una partida en la que un jugador alteraba sus dados para que marcasen el seis con mayor frecuencia. Si gana varias partidas, ¿qué sentido tendría rivalizar sobre si el seis último con el que ganó a sus compañeros era el que había correspondido de forma natural o era efecto de la manipulación de los dados? Igual que en el juego, para estos autores, lo importante es que hemos alterado los dados del clima y en el presente se están produciendo episodios meteorológicos cuya frecuencia aumenta peligrosamente[8].

Si bien no es posible determinar con total seguridad la relación, considero importante estimar qué probabilidad existe, sobre todo, en eventos extremos que pueden suponer fechas significativas en la historia ambiental de algunas regiones o países.

Como apunta Miguel Delibes de Castro refiriéndose al tórrido verano, los expertos tratan de predecir el clima futuro en un marco global, pero sus modelos apenas permiten descender con detalle a escalas locales. “Entiendo que es una cuestión de probabilidades, que es más probable que pasemos mucho calor en verano ahora que hace veinte años, y lo será más aún dentro de otros veinte”. Refiriéndose a la temperatura media de la Tierra, afirma que “parece demostrado que la subida de la temperatura en España ha sido superior a la media global (…) Entre los años 1971 y 2000 la temperatura media anual de la España peninsular ha aumentado más de un grado y medio, es decir entre dos y tres veces más que el promedio de toda la Tierra en cien años”. Delibes cita a Francisco Ayala, ex asesor del Grupo para el Cambio Climático en la ONU. Su conclusión es que estamos asistiendo a una verdadera “africanización” del clima del país, siendo las temperaturas del sur de España parecidas a las registradas en el norte de Marruecos en 1975.[9]

Las conocidas por algunos meteorólogos como “aberraciones climáticas”, entre las que se encuentran las olas de calor, siempre han existido como algo episódico, excepcional. “Las predicciones indican, sin embargo, que las presuntas rarezas van a dejar de serlo para entrar a formar parte de la normalidad.”[10]

Como exponía el profesor Velásquez de Castro, uno de los efectos esperados del cambio climático es el agravamiento en la severidad de las olas de calor, que pueden ser más intensas y frecuentes. Entre los casos observados cita la ola de calor de 2003. Y decía: “La importancia de este fenómeno es clara ya que las olas de calor son ya para algunos autores la primera causa de muerte por catástrofes naturales (…) Se prevé que en ciertos lugares del mundo, el número de muertes asociados a las olas de calor se duplique de aquí al año 2020”[11]. No coincidimos en que sea la primera causa de muerte pero sí en la importancia del fenómeno.

En el artículo publicado en Ecología Política en 2005, concluí: “Dado que es una conclusión de envergadura, creemos conveniente que habrá que tener más datos científicos para identificar la ola de calor del verano de 2003 con el cambio climático”. Entonces apuntaba que dicha ola de calor “podía ser” la mayor catástrofe ambiental ocurrida en Andalucía y España en cuanto a número de víctimas mortales.

Como defendí, si, tal como corroboraron un grupo de expertos entonces, la ola de calor del verano de 2003 estuvo vinculada en un 70-80[12] por ciento de probabilidades al cambio climático, nos encontraríamos en que fue “probable”[13] que se tratase de la mayor catástrofe ambiental de Andalucía y España.

Con las conclusiones actualizadas del IPCC en su Cuarto Informe de Evaluación, publicado en 2007, en la que afirma que la influencia del ser humano en el cambio climático es mayor del 90 % de probabilidades, quizás aumenten las posibilidades de que la ola de calor de 2003 estuviera vinculada a dicho cambio climático.

Esta conclusión a la que había llegado de que dicha ola de calor podía ser una catástrofe ambiental fue defendida, igualmente, por el catedrático de Ecología, José Manuel Moreno, tal como reflejó parte de su ponencia dirigida a los periodistas ambientales en noviembre de 2005:

 

“Piensen que en la ola de calor del año 2003, con sus 30.000 víctimas en Europa, 6.000 en España, no se dijo la verdad. La prensa no dijo nada. Señores, ustedes no acudieron a las fuentes que sí sabíamos esto. 6.000 muertos es una barbaridad. Por eso les digo: tengan más contacto con los científicos directamente. No podemos dejar mediatizar la ciencia y lo que sabemos por otros voceros. Hay que ir directamente. 30.000 víctimas en Europa es una calamidad.

Y hoy sabemos que esa ola de calor, muy probablemente, con más probabilidades de que sí que de que no, estuvo ligada con el clima futuro, no con el pasado. En el clima pasado era altamente improbable una ola de calor como la que sufrimos en el 2003. Así que a lo mejor tenemos ya las primeras víctimas del cambio climático o una de las primeras. Y no nos queda más remedio que arrestar, que detener las emisiones de gases de efecto invernadero, si no queremos interferir peligrosamente con el clima. Y tenemos datos suficientes para pensar que estamos ya muy próximos.”[14]

 

Conclusiones:

Aquel verano silencioso de 2003 podría haber sido una nueva entrega de Rachel Carson tras Primavera silenciosa, para describir cómo se desarrolló la ola de calor. Se trata de uno de los mejores ejemplos de desinformación ambiental y de ilusión ambiental por parte de las autoridades políticas.

Las conclusiones a las que llegamos son:

–          Existió una desinformación generalizada desde los responsables de sanidad de las distintas comunidades autónomas y del Ministerio de Sanidad español en cuanto a los verdaderos efectos de las altas temperaturas en las causas de muertes. Dado que numerosas fuentes fiables apuntaban a las más de 141 muertes que oficialmente se reconocieron, sostenemos que hubo un oscurecimiento interesado y consciente de la realidad.

–          De la ilusión ambiental creada por la administración política se benefició -de manera efímera- tan sólo la clase política gobernante, perdiendo la sociedad la oportunidad de un debate y una reflexión. La credibilidad de las instituciones políticas quedó en entredicho.

–          Los tanatorios y los cementerios fueron la mejor fuente en este episodio

–          Si, tal como corroboraron un grupo de expertos, la ola de calor del verano de 2003 estuvo vinculada en un 70-80 por ciento de probabilidades al cambio climático, y teniendo en cuenta los resultados del IV Informe del IPCC de 2007 que afirma que la influencia del ser humano en el cambio climático es mayor del 90 % de probabilidades, quizás aumenten las posibilidades de que la ola de calor de 2003 estuviera vinculada a dicho cambio climático. Hoy se puede afirmar que la ola de calor de 2003 es probablemente la mayor catástrofe ambiental de Andalucía y España. Miles de personas se enterraron bajo la consideración de crisis de salud, cuando la verdad puede ser que la mano del hombre estuviera detrás, a través de su impacto ambiental.

 

 


[1] Duarte, Carlos M. (coord.): Cambio global. CICS, Madrid, 2006, p. 151

[2] Rivera, Alicia: Rivera, Alicia: “El periodista ante el Protocolo de Kyoto” en Cerrillo, Antonio (coord.): El periodismo ambiental. Fundación Gas Natural, Barcelona, 2008, p. 105 – 106

[3] Heras, Francisco: Heras, Francisco: “Comunicar el cambio climático” en Riechmann, Jorge (coord.): ¿En qué estamos fallando? Cambio social para ecologizar el mundo. Icaria, Barcelona, 2008, p. 222

[4] Ver en Cerrillo, Antonio en La Vanguardia, 24 de junio de 2003

[5] Citado por Koldo Unceta en El País, 21 de agosto de 2003

[6] La Vanguardia, 29 de septiembre de 2003

[7] Schär, Christoph and Jendritzky, Gerd: “Climate change:  Hot news from summer 2003” in Nature nº 432, 2004, pp. 559 – 560

[8] Stott, P. A., Stone, D. A. y Allen, M. R.: “Human Contributioin to the European Heatwave of 2003” in Nature nº 432, 2004, pp. 602 – 614

[9] Delibes, Miguel y Delibes de Castro, Miguel: Delibes, Miguel y Delibes de Castro, Miguel: La Tierra herida. Destino, Barcelona, 2006, pp. 9 a 11

[10] ídem, p. 88

[11] Velázquez de Castro, Federico: 25 preguntas sobre el cambio climático. Libertarias, Madrid, 2005, pp. 152 – 153

[12] Información suministrada por el catedrático de Ecología José Manuel Moreno en ABC el 16 de febrero de 2005 y en La Vanguardia al día siguiente, donde exponía: “Hay estudios científicos que indican que si no fuese porque estamos en un tipo de clima distinto, no podríamos explicar este episodio de ola de calor. Entre el 70 % y el 80 % de probabilidades es de que se deba al cambio climático. Y son muchas posibilidades”. También aludió a ello Arturo González Aizpiri, secretario general para la Prevención de la Contaminación y del Cambio Climático, en declaraciones a Europa Press el 3 de marzo de 2005: “ahora los expertos han corroborado que la ola de calor de 2003 está vinculada en un 70-80 % de probabilidades al cambio climático”

[13] En términos de probabilidad del IPCC

[14] Moreno, José Manuel: “Cambio climático en España: impactos, adaptación y mitigación”, Mesa redonda del VI Congreso Nacional de Periodismo Ambiental, 2005. APIA, Madrid, editado en 2006, p. 141

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