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Los riesgos de la plusvalías políticas de la ética

guardia civil y curas

Todas las medidas de adecentamiento ético de la política que están tomando los nuevos concejales y alcaldesas del tipo de rebajas de sueldos, eliminación de privilegios me parecen imprescindibles y estupendas. Pero todo este ímpetu no puede ocultar la jerarquía de los problemas y las causas de nuestra situación actual. En 2007 el déficit público en España era del 38% muy por debajo del la gran deuda española que era privada (banca, empresas y familias, por este orden). Por tanto no era el derroche del Estado y de los políticos los causantes de la deuda española. No hemos llegado a los niveles de desigualdad y de emergencia social porque los políticos fueran en coche oficial o porque Rita Barbera, política a la que es notorio confeso una gran simpatía, cobrara demasiado ( que lo cobraba).

Rajoy gana un salario 8 veces superior al salario mínimo, por el contrario en cualquier gran empresa multinacional  la diferencia de renta entre los sueldos mas altos y los mas bajos se situa entre quinientas y ochocientas veces. En el interior mismo de las empresas financieras españolas, como BBVA o Santander, la diferencia entre los mejores y los peores pagados de los empleados es de 1/100. A mi me preocupa más reducir la desigualdades salariales en la sociedad que  reducir la brecha salarial entre políticos y gente normal (que también). Y  con tanto  gesto moralizante, corremos el peligro  de que el signo oculte al significado y que el gesto tape al problema real.

Estoy totalmente de acuerdo que nuestras concejales y alcaldesas vayan en transporte público o en bicicleta, ( yo no he ido en mi vida en otro transporte, incluso los pocos años que fui cargo público) ) pero luego hay que gobernar, hacer y deshacer cosas y derrotar a los poderosos enemigos que nos acechan y que no vendrán en metro precisamente. Hay que ejercer el poder para la mayoría , para todos; el problema de la izquierda ahora no es no haya ejercido el gobierno de otra forma es que no ha ejercido el gobierno frente a los poderosos que son los que realmente han gobernado. Por encima de gobernar de otra forma esta el imperativo de gobernar algo que no consiste sólo en ejemplarizar con las conductas individuales de los cargos públicos.

Si, ya se que todo eso, además de ser una demanda ética inaplazable, forma parte de una estrategia pedagógica de comunicación y de reconstrucción de la confianza en los asuntos públicos ; lo se, lo entiendo y lo comparto pero hay que ir más allá también en el discurso. El riesgo de extraer plusvalía política únicamente de la ética es entrar en un reino de confusiones donde   las premoniciones éticas de la acción política sustituya  a la misma acción política, de tal modo que la función de un concejal sería no estar imputado o no derrochar los caudales públicos . Y esto es especialmente peligroso para una discurso que se pretende y que necesita ser radicalmente transformador. No hay que confundir ética y política como no hay que confundir la vigilia y el sueño, ambos son imprescindibles el uno para el otro; pero ambos son momentos distintos de la existencia.

Hay que evitar que toda la luz  de la nueva acción de gobierno se concentre solo sobre las “otras formas de gobernar”   porque se podría, sin querer, transmitir la impresión de que el problema (la desigualdad) están en la política cuando en realidad es la contraria; y es en la política donde está la solución. El gran error de la izquierda actual no ha sido haber gobernado igual que la derecha si no no haber gobernado (la derecha si ha gobernado) y haberse convertido en unos meros gestores de los intereses de los que si gobernaban ( deciden) y no estaban en el gobierno , ni se presentaban a las elecciones. Lo que ha desgastado la legitimidad de la izquierda no ha sido el ejercicio del poder político , como ingenuamente el espontaneismo idealista, sino no haber ejercido el poder que las urnas le daban. En fin, hay que dejarlo claro ; lo que ha matado a la izquierda no es el poder sino la impotencia voluntaria ( y la imbecilidad de creer lo contrario) .