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Que hable el pueblo

Para la democracia no hay elecciones banales, aunque en unas nos juguemos más en términos prácticos que en otras. Estas elecciones europeas son las más relevantes, de momento, que haya vivido la democracia española y me atrevería a decir que haya vivido Europa.

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Europa, la Unión Europea, no es que esté en una encrucijada, es que ha entregado, desde el Tratado de Lisboa, todo el poder fáctico al capital financiero representado, sin mediación democrática, por la Troika. La encrucijada se cruzó con la fallida propuesta de Constitución europea.

Para sustentar ese poder sustanciado centralmente en el capitalismo alemán, encriptado en los paraísos fiscales y adulado en los parquets financieros, las derechas, con la indudable complicidad por activa o por pasiva de todas las socialdemocracias, han alimentado y siguen alimentando el ogro de la confrontación entre quienes hasta hace poco aspiraban, o creían aspirar, a vivir entre iguales. Que los capitales circulen sin tasas y en libertad y que se estudie ya en Alemania las restricciones a la circulación de personas y trabajadores debería ponernos los pelos de punta. Las cuchillas de las vallas de melilla tienen esporas esperando anidar sobre otras líneas fronterizas.

El ogro que la derecha alimenta y que la socialdemocracia se empeña en ignorar, tiene nombre, se llama fascismo, y ese fascismo tiene ya forma política representativa relevante en muchos países de la UE. ¿Tengo que recordar que Hitler ganó unas elecciones democráticas? No advertiré más.

Lo que nos jugamos en estas elecciones europeas del 25 de mayo es el comienzo de la construcción de una Europa distinta, porque ya nada volverá a ser como fue.

Si gana la derecha, la ignorancia seguirá empujando para abrir la puerta de Europa a nuevas y viejas formas de fascismo, si la izquierda gana o crece lo suficiente habrá una trinchera de confrontación que podrá frenar y después afrontar una ofensiva por la igualdad, la equidad y la democracia radical.

Quien no vaya a votar mirando a la izquierda será cómplice, y añado, la ignorancia no exime de responsabilidad.

!Qué hable el pueblo!