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Unidad y solidaridad

José Santana Valls

Respuesta al artículo publicado en El País por Pere Aragonés

 

Pere Aragonés, coordinador nacional de Esquerra Republicana escribe un artículo de opinión en El País. Perfecto. Versa sobre los Pactos de la Moncloa, pero más bien escribe sobre ¿qué hay de lo mío? Comienza su reflexión con una afirmación interesada calificando por su cuenta que los Pactos de la Moncloa se invocan como ejemplo de «lo bien que se hizo aquella idealizada Transición» con la evidente conclusión de aquellos Pactos fueron producto de una Transición sobrevalorada que no sirven para hoy.

Sigue con otra atrevida afirmación, que gracias a los años transcurridos desde aquella «idealizada e intocable» Transición ha permitido cuestionarla. Eso sí, según Aragonés «sólo y gracias» los republicanos catalanes, soberanistas vascos y una » muy pequeña parte» de la izquierda española. Gracias, Aragonés por abrirnos los ojos a esa supuesta evidencia sobre los Pactos de la Moncloa y la Transición. Se nota que pertenece a la generación que no la vivió (suerte por tu juventud) y que ha leído e investigado poco (eso ya no es suerte).

Aragonés no es un político que lee e investiga sobre los Pactos de la Moncloa y sobre la Transición, no, que va, echa mano del prontuario del buen izquierdista y se queda tan pancho. No voy aquí a explicar el contexto, el acierto o fracaso relativo de la Transición o los Pactos de la Moncloa, hay literatura suficiente sobre ello, e incluso artículos recientes recordando el contexto, el marco en que se dieron. Y todo para llegar a una conclusión seguida de varias demandas.

Primera, la conclusión de aquella Transición no fue tan modélica, seguida con la LOAPA, ley orgánica que frustró un desarrollo más amplio de los autogobiernos de las Comunidades Autónomas, resulta hoy lejana en el tiempo, y no sirve para afrontar el momento actual. Elemental, nadie duda que los tiempos son distintos y confunde interesadamente que los Pactos de la Moncloa y la LOAPA se dieron en escenarios distintos y diferentes. Algo sin querer apunta Aragonés, que la LOAPA fue producto del 23F. Pero lo sustancial es que no quiere ver el uso que se hace actualmente sobre los Pactos de la Moncloa es fundamentalmente como marco referencial sobre un hecho que fue cierto, que fuerzas de distinto signo en una época diferente, pero igualmente excepcional, fueron capaces de ponerse de acuerdo para resolver una crisis económica y al tiempo encarar la democratización de España de manera más rápida.

Segunda, a Aragonés le sirve su reflexión para concluir que desde hace diez años al menos, intenta existe la voluntad mayoritaria de ser independientes y que el 1 de octubre se violentó la voluntad del pueblo catalán, y que por tanto cualquier negociación que quiera contar con ellos, con Esquerra Republicana, debe asumir no sólo los aspectos económicos y sociales para salir de esta crisis de un modo progresista, sino que, además y sobre todo, hay que aceptar la voluntad del pueblo que quiere que Catalunya sea un Estado independiente, hipótesis  por demostrar, puesto que hasta hoy los catalanes aparecen divididos por la mitad, y afirmando con cierta arrogancia puesto que sólo de esa manera, teniendo estructuras estatales propias, se podrán desarrollar mejor su sanidad y la lucha contra las pandemias.

Negar que si no se habla de lo mío no está asegurado el voto de Esquerra Republicana para lograr unos Acuerdos de Reconstrucción del país es poner una enorme e insolidaria piedra delante de un carro que debemos empujar entre todos, fundamentalmente desde las fuerzas que se reclaman de izquierdas, algo que ellos afirman ser.

Si Pere Aragonés dice que la cercana historia de nuestra Transición no le sirve para abordar nuevos Pactos o Acuerdos, y evidentemente de forma mimética claro que no puede ser ¿Por qué la pequeña historia cercana, según el mismo, de diez años para acá si sirven como condicionante?  ¿Sólo por la cercanía? ¿O más bien por qué de esa manera se sirve mejor al interés perseguido de una República propia, alejada de compromisos con el resto del País?

En resumen, el análisis de la historia vivida y sufrida, de éxito o de fracaso, siempre relativo, del pueblo español desde la conquista democrática después de los años de dictadura franquista, debe servir como marco cognitivo para abordar la crisis actual, no como argumento para descalificar el esfuerzo que hicimos entre todos para lograr las mayores cotas de democracia posible y de autogobierno de las nacionalidades y comunidades de España. Esta crisis será superada en las mejores condiciones si españoles y europeos somos capaces de lograr unidad y solidaridad, si abordamos con arrojo un nuevo paradigma de desarrollo económico, social y político.

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