Pertenezco a una generación que ha conocido la historia de la lucha de por nuestra autonomía en las aulas, desde el pupitre, bajo el olor a tiza y el tacto de un libro de texto. Yo, como tantos jóvenes, no había nacido aquél 28 de febrero de 1980. Andalucía nos dio la bienvenida más tarde. Soy de la generación que llegó cuando el objetivo se había conseguido; cuando nuestro pueblo, venciendo todo tipo de dificultades, había logrado la plena autonomía del artículo 151 de la Constitución Española. Tuvimos el privilegio de echar a andar con ella, nuestra joven autonomía,  la herramienta que nos convertiría en un pueblo desarrollado, creciente y autónomo.

Éramos sin duda los hijos de la autonomía, a los que esperaría, como mínimo, un futuro alentador, muy diferente al de nuestros padres y abuelos. Sin embargo, treinta y dos años después de aquél 28 de febrero, celebramos el aniversario de nuestra autonomía, siendo, paradójicamente, una  generación perdida, la más castigada por el desempleo, condenada a hacer la maleta y proyectar hacia el extranjero nuestras aptitudes y conocimientos. Precisamente la autonomía era el más poderoso  instrumento para combatir el paro.

¿Ha fallado algo o ha fallado todo?

Ha fallado lo esencial: la Junta de Andalucía gobernada durante más de 30 años por el PSOE jamás ha creído en el potencial de nuestro Pueblo. El paso de la intensa lucha del Pueblo andaluz por conseguir su autonomía al letargo socialista ha sido un trance traumático que ahora sufrimos especialmente los jóvenes. Andalucía ha caído en picado ante el panorama de corrupción, la falta de democracia y desgaste socialista, por un lado, y el centralismo por otro. Era de esperar de un gobierno que desde sus orígenes ha convertido la autonomía en un instrumento descafeinado, condicionado a directrices centralistas; que de no usarlo se ha marchitado, como las flores. A lo que no favorece la mayoría absoluta del gobierno central del PP. De nuevo Andalucía es de las Comunidades Autónomas que más está sufriendo las medidas restrictivas del recién llegado ejecutivo. La derecha nunca fue la solución. El debilitamiento de Andalucía no habría ocurrido de haber tenido un poder andaluz fuerte.

Razón por la que hoy, lejos de caer en el pesimismo, es día para recurrir a las metáforas y que nuestro lenguaje e ingenio nos hagan despertar.  Hoy siento que Andalucía es como la Flor del Principito. Una flor que ha germinado madura en una tierra fecunda y diferente, pero abandonada por el Principito, que no llegó a saberla amar al ser muy joven, que sólo después de ir a otros planetas supo valorarla. Una Flor única en el mundo.

Reguemos nuestra Flor antes de partir a otros planetas. Para que siga creciendo en armonía. Aprovechemos el 25 de marzo para acudir masivamente a las urnas y cambiar nuestro futuro. Seamos conscientes de cuál es el mejor abono para nuestra Flor: mujeres de luz que iluminen el futuro de Andalucía codo con codo con todos los hombres de luz de nuestra tierra.

¡¡Viva Andalucía Libre!!

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