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Andaluces, perros e indiferentes. ¿Morderemos?

Autor: Daniel Valdivia

PUBLICADO originariamente en El Salto  el 28 de febrero de 2019

De Peter Mair a Martínez Ares, autores de diferentes gremios permiten auscultar el presente y futuro de Andalucía

“He visto entregada esta tierra a aventureros de la política, a advenedizos que hacen de ella asiento de su cretina vanidad y base de su mezquino interés. Los que hacen de la política una profesión exclusiva y excluyente (como una propiedad) suelen hablar de conflictos entre ideas y realidades. La diferencia entre ellos y nosotros es esta: para ellos, las realidades de un país son los intereses creados; para nosotros, las realidades de un país son los dolores creados por esos intereses».

Esta cita de Blas Infante nos permite introducirlo ocurrido durante los últimos meses en Andalucía. Un siglo después, las palabras del padre de la patria andaluza resuenan con más fuerza que nunca. El viejo PSOE andaluz, haciendo gala de esa “política como propiedad”, se dedicó durante décadas a maltratar a un pueblo entregado e identificado a la causa socialista, allanando el terreno para que finalmente la derecha lograra triunfar allende Despeñaperros, allí donde jamás habían tocado poder, más allá de alcaldías y diputaciones, alcanzando el codiciado gobierno andaluz.

El descontento y la desafección por el neoliberalismo imperante en las políticas del socialismo andaluz se han ido poniendo de manifiesto durante años. Al millón de votos perdidos por el PSOE andaluz en la última década ha ido unido una caída en los índices de valoración, tanto de su líder, Susana Díaz, como de la propia gestión del partido. Finalmente, el cántico del Perro Andalú, la mágica comparsa de Martínez Ares que nos puso los pelos de punta el pasado carnaval, se plasmó en la realidad política aquel fatídico 2 de diciembre, donde la derecha más reaccionaria logró ser la llave para el cambio político en nuestra nación.

“Cuarenta años, comprando votos, con los suicidios de desempleo
cuarenta años, de aquellos hombres de pana, que hoy amamanta a Susana
otra loba avariciosa disfrazada de cordero, cuarenta años
Y ahora gritan por las calles, que vienen los radicales peligra la libertad
Andalucía, el cortijo proletario con sus putas que desahucian […]”

El descontento, la rabia, el odio y la ira que los socialistas andaluces fueran sembrando en el pueblo andaluz dio paso, en última instancia, a la indiferencia. Este concepto, la indiferencia, fue olvidado por académicos y asesores durante décadas, hasta que el excepcional Peter Mair, politólogo de cabecera para comprender la caída en desgracia de los partidos políticos, decidió darle la importancia que debía poseer. Ciudadanos de todo el mundo, en este caso los andaluces, responden con indiferencia ante la política y los políticos, olvidando el hilo conductor que unió a finales del siglo pasado a un pueblo y a un partido marcados por el destino como los protagonistas de una transición admirada desde facultades de toda Europa y América.

“Ay mi rosita, rosita obrera
Ya no te llevo en el corazón
Y a la derecha te mueras
Para recordar tu traición.”

En estas letras se evidencia el enorme pesar del pueblo andaluz, traicionado por aquellos señores con chaqueta de pana y puño en alto, hoy olvidadizos de sus raíces y promesas. Cada declaración de Guerra y González suma un nuevo hito en la deriva socialista, atrapada entre puertas giratorias y consejos de asesores. Las figuras que representaron las aspiraciones de un pueblo que aspiraba a autonomía, pan y tierra han desconectado de la ciudadanía, haciendo de la política no una tarea de representación, sino de profesión, disfrutando de una serie de privilegios relacionados a un servicio no prestado.

La lealtad andaluza al PSOE, construida desde una identificación masiva con la rosa, ha dado paso a un escenario presidido por el déficit de legitimidad. En contra de que los grandes medios de masas han comunicado, no hemos asistido a la victoria del bloque de la derecha sobre la izquierda, sino al triunfo de la abstención, producto de la indiferencia de un pueblo andaluz, decidido a hacer oídos sordos a los gritos de terror que emanaban desde las Casas del Pueblo socialistas, otrora llenas de ilusión y esperanza, hoy vacías, contando únicamente con la presencia de enchufados y vampiros.

La izquierda no ha sido el bálsamo para el déficit de representación de todos esos votantes “indiferentes”, pagando los platos rotos tanto de una etapa histórica de hundimiento para todas las izquierdas como de una serie de decisiones inexplicables, empezando por la compra de un chálet en Galapagar y terminando por el protagonismo mediático de Monedero y Echenique. Las soluciones esperables (y esperadas) no han aparecido, volviendo a dar la razón al diagnóstico de un Mair que señala el agotamiento evidente de los partidos políticos, demasiado enrocados en si mismos para reaccionar al llanto de un pueblo traicionado y asustado ya no solo por los resultados electorales, sino por decisiones tan polémicas como esperpénticas, entre las que destacan otorgar a Vox la presidencia de la Comisión de Memoria Histórica y Cultura.

Ha llegado la hora de construir una alternativa para el pueblo andaluz que oiga sus quejíos, confundidos entre los ecos de los intereses creados por políticos convertidos en máquinas de construir indiferencia y crear vacío. Una legislatura que agravara los síntomas de la partitocracia andaluza será el escenario ideal para activar a la ciudadanía andaluza, necesitando para ello que los representantes del pueblo sientan sus dolores, escuchen sus lamentos y respondan a sus llamadas, buscando despertar el sentir y la conciencia de un pueblo que merece recuperar la ilusión y la esperanza por el cambio político. Para lograr este objetivo, más Andalucía y el combate por la idea de España, bajo el “España no es suya”, se convierten en dos herramientas indispensables.

Como en la transición, el pueblo andaluz ha iniciado ciclo político. Si en aquel momento lo hizo de manera positiva, llenando las calles para lograr la ansiada autonomía frente a aquellas élites contrarias al sentir de un pueblo campesino y trabajador, hoy lo hace de forma negativa, sufriendo las consecuencias políticas del maltrato socialista y de la indiferencia que han generado sus políticas neoliberales. Aunque el panorama haga predominar el pesimismo, un escenario político marcado por el reaccionarismo y el castigo económico puede permitir despertar conciencias, en una ciudadanía merecedora de un discurso articulado en torno a la transversalidad y la unidad popular.

Además, la identidad dual y múltiple, mayoritaria en el sentir de los andaluces, es una herramienta fantástica para sumar voluntades y crear ilusión, combinando un andalucismo renovado que represente los pesares de un pueblo frente a unas élites explotadoras y reaccionarias, junto a una idea de España donde todos puedan formar parte, combatiendo a la España excluyente del neoconservadurismo reaccionario con una España plurinacional e integradora de todos, desde las diversas naciones que la componen hasta los trabajadores precarios y desempleados que sufren la consecuencia de una crisis que parece no tener fin. En lo que respecta a los andaluces, no solo despertaremos, morderemos.

“Mi nacionalismo, como he dicho, no consiente, al contrario, estima grotesca la alabanza de un pueblo a sí mismo tanto como la propia alabanza individual. Mi patriotismo sigue otros derroteros; antes que andaluz es humano. Creo que, por el nacimiento, la naturaleza no circunscribe un recuerdo para el nacido, sino que complementa, discierne a los soldados de la vida el lugar en donde han de luchar por ella. Yo quiero trabajar por la causa del espíritu, en Andalucía, porque en ella vine a nacer; si en otra parte me encontrare, me esforzaría por esta causa con igual fervor» (Manuscrito inédito de Blas Infante, AEE,1- Enrique Iniesta)

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