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¿Calma tras la tormenta 8M?

Nale Ontiveros. 

Cualquier feminista de mi generación coincidirá conmigo en calificar la marcha de ayer como épica, algo sin precedentes en un país, como España, donde estamos rodeadas de machistas que no han dudado nunca en atacar nuestra lucha desde todos los ámbitos posibles. Ya intuíamos en las semanas previas que este 8M iba a ser diferente. Pero, lo que ayer pasó nos dejó sin aliento. Millones de mujeres españolas, juntas, luchando por la causa de las Mujeres.

Pasada un poco la resaca de emociones vividas, cabe preguntarse los efectos reales que este Tsunami dejará en nuestra sociedad, en forma de cambios. En este sentido, me atrevería a adelantar que el sistema capitalista se lo seguirá poniendo difícil a las mujeres. Que la lucha de las mujeres no acaba más que comenzar.

Ayer miles de mujeres sin ideología de género se echaron a la calle para mostrar su cansancio y mostrar su repulsa por la situación de las mujeres. Impulsadas por una realidad que viven cada día en sus hogares, en sus trabajos o en las calles, las españolas han comprendido, al fin, que su merma de derechos se debe a una razón política, estructural. Han comprendido, también, que el patriarcado no nos regalará mejores sueldos, mejores trabajos, mejores horarios, mejor conciliación, si no luchamos por ello.

La revolución feminista es la re evolución del feminismo. Es la consecuencia de haber tenido durante siglos a la mitad de la población sometida y sin derechos. Quizás lo que no contemplaban aquellos que han tenido siempre la llave de la celda donde nos han tenido recluídas es que “cuando te lo quitan todo, te quitan hasta el miedo”. Ni que las mujeres que nos han precedido iban a ir sembrando las semillas intelectuales en nuestros corazones, hasta que han florecido.

Ayer fue la fiesta de la cosecha. Y la recogida de la siembra ha sido todo un éxito. Éxito sin precedentes en la lucha feminista. Tanto quisieron callarnos que las mordazas han volado por los aires. Nunca antes se había producido una huelga que tuviera como objetivo exclusivo la lucha de las mujeres. Nunca antes tantos hombres habían interiorizado la necesidad de defender nuestra lucha como una lucha que les concernía también a ellos.

Porque luchar por la Igualdad es una lucha común. La lucha por la igualdad de las mujeres y hombres es también la lucha por la igualdad entre todos los seres vivos del planeta. No se puede luchar por la justicia e igualdad sin concluir que lo que no funciona es el sistema que, no solo sostiene, sino que se sostiene en dicha desigualdad. Los hombres están comprendiendo que no se puede hablar de un sistema democrático a aquello que impide, legalmente incluso, el normal desarrollo de las vidas de la mayoría de las mujeres.

Cuando se legisla para una minoría, las mayorías quedan excluídas. Y en España hay una gran mayoría de mujeres pobres. Cuando eso sucede, cuando estructuralmente la pobreza tiene género, no es algo casual, sino que es producto de unas políticas sin ideología de género.

Lo que vivimos ayer en las calles y plazas españolas solo tienen como una tímida referencia lo que vivimos en las calles el 15M. Una marcha reivindicativa, espontánea. Un día de lucha impulsado por el movimiento feminista, sin partidos políticos que pudieran protagonizarlo. Un movimiento que lleva años oyendo y leyendo los insultos continuados de aquellos que, desde el privilegio, han querido contaminar nuestra lucha. Nos han insultado y han inventado, incluso, el término feminazi para desacreditarnos. Han querido tergiversar lo que verdaderamente es el feminismo para desactivarnos.

Ayer demostramos que no lo han conseguido. No podemos dejar que hagan con el feminismo lo que hicieron con el 15M. Tenemos que impedir que se lo tragen y se apropien de su significado. El sistema siempre intenta absorber los movimientos para deformarlos, devolviendolos luego a la sociedad adoctrinados. Nuestra lucha sigue porque la injusticia y la desigualdad, siguen. Aprendamos la lección para que no nos arrebaten el momento.

Se lo debemos a Olimpia, a Simone, a Emily, Amelia, Celia o María. Se lo debemos a las cientos de mujeres artistas que intento rescatar cada vez, del olvido al que la Historia les ha condenado. Se lo debemos a las miles de mujeres que nos precedieron y que murieron, solo por ser mujeres. A nuestras abuelas, que vieron cómo el fascismo de un golpista destrozó los logros que la democracia de la República nos trajo. A nuestras madres, condenadas a soportar a hombres machistas. A mis amigas y compañeras, que me enseñan cada día cómo tumbar al patriarcado. Y , sobre todo, se lo debemos a nuestros hijos e hijas, que se merecen ser educados en una sociedad feminista, igualitaria y basada en la justicia social.

Lo que pasó ayer será estudiado por expertas y de una forma exhaustiva. Pero, no habían pasado ni 6 horas desde que empezó la huelga y ya estaban los chaqueteros de turno colocándose lazos morados en las solapas de sus chaquetas. Hasta la vicepresidenta Sáenz de Santamaría tuvo que salir al ruedo a desdecirse de las opiniones que el PP y sus acólitos estuvieron manifestando las semanas previas. También tantas periodistas que, sistemáticamente, han venido denigrando a las feministas y a la convocatoria de huelga tuvieron que agachar la cabeza y asumir su derrota. Entonces, todas estas personas hicieron lo que hacen siempre: “cuando no puedas con tu enemigo, únete a él”, así, desde dentro, puedes intentar desactivar la bomba.

A esos hombres entusiastas que nos acompañaron en la manifestación, les pediría que recuerden cada día, cada hora y cada minuto, que nuestra lucha sigue. Que adquieran compromisos con sus parejas, si las tienen, con sus hijos, si los tienen. Con sus campañeras de trabajo y con sus colegas. Que si, verdaderamente, han comprendido que sus privilegios conforman una sociedad desigual, luchen porque esas diferencias desaparezcan. Que adquieran su corresponsailidad. Que no solo se unan para la fiesta.

A las mujeres les pediría que tomen conciencia de que unidas lo podemos todo. Que no olviden que la fuerza viene desde el conocimiento, y ese ya lo tienen. Que sean inflexibles a la hora de reivindicar sus derechos, en lo íntimo y en lo público. Que comprendamos que somos la mitad de la población más empobrecida, y que eso no es casualidad.

A los grupos políticos les exijo que sus programas reflejen la necesidad y la voluntariedad de acabar con el patriarcado y el machismo institucionalizado. Toda esta marea violeta se tiene que traducir en las mejoras sociales que llevamos décadas reivindicando: la igualdad de derechos y oportunidads, la igualdad de reparto de tareas y obligaciones. Que consulten con las mujeres expertas que llevan muchos años analizando y estudiando las brechas económicas y sociales, para legislar luego las medidas políticas necesarias para llegar a esa igualdad de facto.

Y a esa marea violeta que ayer inundó las calles les pido conciencia. Cuando vayan a votar que recuerden que los programas políticos, esos que se confeccionan para cumplirlos, tienen que reflejar ese cambio feminista. Es allí, en el Congreso, en el Parlamento, donde se reflejarán los cambios que la sociedad exija.

Por eso, ya ha empezado la única revolución que nos llevará a los seres humanos a la Justicia y a la Igualdad. Que no llegue la calma detrás de la tormenta. ¡Viva la revolución de las mujeres! ¡Viva la Revolución Feminista!

 

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