Causa y efecto

crisis  1

 

AMT.Los habitantes de un aislado poblado africano tenían una curiosa forma de curar las fiebres que de tanto en tanto devoraban a sus moradores. En aquella tribu era endémico un determinado tipo de insecto parásito, semejante al piojo, y habían observado que cuando una persona perdía sus parásitos enfermaba con violentas fiebres. Por tanto, cuando alguien caía presa de tales males algún portador de los parásitos convivía estrechamente con el enfermo para intentar que volviesen con él. Con la llegada de los primeros hombres blancos y de la medicina moderna se descubrió que en realidad aquellos piojos podían ser portadores de las temidas fiebres y que eran ellos los que la transmitían; pero que cuando su huésped enfermaba las altas temperaturas corporales eran insoportables para los parásitos y lo abandonaban. Por tanto, la fiebre era en realidad un efecto de tener parásitos y no al revés…

Discutimos en un post anterior que el pensamiento mágico constituye un paso hacia el razonamiento adulto ya que es el primer intento por buscar causas que expliquen los fenómenos que se observan en el mundo. Sin embargo, establecer la conexión causal entre dos eventos no es siempre tan obvio como podría parecer. Para que dados dos eventos A y B, para que A sea causa del efecto B es en primer lugar necesario que A sea anterior a B en el tiempo. Por otro lado, B debe ser la respuesta a A y por tanto no poder suceder sin el concurso de A. Estas dos simples condiciones son sin embargo difíciles de establecer en muchas circunstancias del mundo real. Empezando por la precedencia temporal, muchas veces el momento preciso en que empieza o termina un evento es difícil de determinar, y tal delimitación se hace tanto más difícil si para la producción de un cierto efecto han de concurrir varias causas. Así, en el ejemplo de los piojos arriba descrito no basta con tener piojos para desarrollar la fiebre, sino que además éstos han de estar infectados por el fatídico germen, y un análisis somero pueda hacer pensar que la ausencia de piojos causa la fiebre ya que éstos abandonan el cuerpo del enfermo poco tiempo después de declararse la fiebre y posiblemente antes de que nadie puede percibirlo. Por otro lado, establecer inequívocamente que B es la respuesta a A implica que se conoce muy bien la mecánica de A y de B, lo cual está lejos de la realidad sobre todo en procesos complicados como es una enfermedad o los efectos del Peak Oil sobre el mercado. En muchos casos la relación causal entre A y B se establece por la observación concurrente de los dos factores, pero lamentablemente tal tipo de inferencia estadística tiene dos importantes limitaciones. La primera, que por más extensiva que sea la estadística nunca se podrá estar completamente seguro de que la regla observada sea plenamente universal y duradera. La segunda, que si A y B suceden al mismo tiempo puede ser tanto que A sea causa de B, como que B sea causa de A, como que A y B sean ambas efectos de una causa común subyacente y desconocida C. Es por ello preciso validar muy bien este tipo de conexiones, buscando justamente si es posible que A se presente sin B o B sin A, y hasta qué punto A es causa necesaria y/o suficiente de B.

Un ejemplo habitual de las dificultades en establecer esta asociación causal es la recurrente discusión de la conexión entre peak oil y crisis económica, a saber: ¿es la crisis económica el resultado del estancamiento de la producción de petróleo, o más bien la producción se ha estancado como consecuencia de la crisis económica y la caída de la demanda? Este tipo de debate suele ser bastante enconado, ya que los defensores de que el Peak Oil es la causa última de los problemas se suelen apoyar en hechos geológicos, considerando los hechos económicos como subsidarios, en tanto que los defensores de que la crisis económica es un hecho diferenciado y causante de todos los malos lo suelen hacer en hechos económicos, considerando los geológicos como los subordinados. En realidad ninguna de las dos visiones extremas son correctas: la parte accesible de los recursos de petróleo, las denominadas reservas, dependen de factores económicos y particularmente del precio, así que a precio suficientemente alto se movilizará una mayor parte del recurso; pero por otro lado por más incentivo económico que se dé hay un límite geológico a la extracción de petróleo, que como sabemos se produce cuando la Tasa de Retorno Energético (TRE) es demasiado baja y este límite en la TRE no se ve afectado por el precio (aunque sí por la tecnología pero, como ya discutimos, a mayor desarrollo de la tecnología la TRE generalmente va a peor). Resolver este dilema, saber qué fue primero, si la gallina o el huevo, requiere hacer observaciones adicionales y crear gráficos que crucen las observaciones principales en ambos tipos de aproximaciones, como por ejemplo el siguiente:

Extraído de Muuray & King, Nature 481, 433–435; 2012

La figura encima de estas líneas es lo que se denomina una gráfica de elasticidad, en este caso de la producción de petróleo, y está extraída de un artículo publicado en la prestigiosa revista Nature en Enero de este mismo año (aunque el mismo tipo de gráfica fue publicada anteriormente por Tom Murphy en Do the Math!, como fue discutido en el post correspondiente). En el eje de las ordenadas (vertical) encontramos el precio medio del barril de petróleo (en dólares), en tanto que en el eje de las abscisas (horizontal) se encuentra el valor medio de la producción de petróleo crudo -solamente, esto es una limitación de este estudio- (expresado en millones de barriles diarios), en ambos casos tomando como horizonte temporal para definir el promedio un mes. Se puede observar dos regímenes claramente diferenciados: los puntos azul-verdoso, que corresponden a antes de 2004, en los cuales la producción de petróleo es muy elástica (pequeños aumentos del precio conducen a grandes aumentos de la producción) y los puntos negros (post-2004) en los que la producción se vuelve bastante inelástica (grandes aumentos del precio sólo producen aumentos marginales de la producción). Este tipo de gráfico sirve para cerrar la boca a muchos economistas (quienes, como sabemos, no entienden el Oil Crash) ya que muestra que los problemas de elasticidad de la producción de petróleo, signo innegable de escasez, son precedentes en el tiempo a la crisis económica de manera inequívoca y persistente. Sin embargo, precedencia no implica causalidad (aunque sea necesario para ella) y por tanto la discusión muchas veces continúa por los derroteros de mostrar la conexión mecánica entre ambos factores, aunque, eso sí, con una posición muy mermada ya para los que defienden la preeminencia de la crisis económica.

A veces la dificultad de entender las relaciones de causalidad provienen de no ser capaces de distinguir las causas últimas de las causas derivadas. Sucede que con frecuencia los eventos complejos se producen como una sucesión o cadena de eventos, cada uno de ellos siendo causa del siguiente y efecto del anterior. Así, por ejemplo, a veces se dice que la causa de los problemas de muchas familias y negocios es la subida de los precios de los bienes básicos, sin entender que esta inflación es a su vez la respuesta a un problema anterior. Este tipo de razonamiento, que se queda con los eslabones intermedios de un proceso, es habitual entre los analistas económicos, que parcelan el sistema y hacen un discurso muy elaborado pero incompleto por no intentar descubrir cuáles son los primeros principios subyacentes a un proceso.


A la dificultad inherente de establecer relaciones causales entre fenómenos complejos con observaciones limitadas se añade el sesgo que por motivos personales o ideológicos puede estar introduciendo el observador, de forma inconsciente o intencionada. Un ejemplo escandaloso de esto último me lo he encontrado hoy en esta noticia del diario español El Mundo: «La nueva transición«. La palabra «transición» tiene muchas connotaciones en España, y en estos tumultuosos días en los que el país se agita en un cierto cuestionamiento de los principios rectores de la Jefatura del Estado el uso del vocablo favorecería que el lectorado prestase más atención al artículo, supongo. Cuál no sería mi sorpresa cuando, al abrir la página web que lo alberga, me encuentro un artículo de fondo sobre Rob Hopkins y el Movimiento de Transición… ¡y encima en la Sección de Economía! Sin embargo, las razones fundamentales del movimiento de transición (la necesidad de adaptarse al Peak Oil y al Cambio Climático) pasan por bambalinas y sin una debida contextualización; de hecho, un lector desadvertido no comprenderá que lo que propone Hopkins es una manera de adaptarse al inevitable colapso de la sociedad industrial tal como la entendemos hoy en día. Teniendo en cuenta que si algo caracteriza a Rob Hopkins es ser un buen pedagogo es completamente imposible que el periodista no haya entendido la gravedad y profundidad de la amenaza del Peak Oil explicada por él, así que sin duda ha optado por dar un perfil anómalamente bajo a esta motivación central del movimiento de transición, probablemente respondiendo a la necesidad de su patrón de no transmitir mensajes demasiado contundentes sobre la imposibilidad de salir de la crisis. Pero al diluir la causa última (una de las causas, en realidad) del movimiento de transición, el efecto (la necesidad de crear este movimiento) queda completamente desvirtuada, y así algunos lectores se permiten comentarios jocosos sobre la banalidad e inmadurez del proyecto de Hopkins. Puesto que sí, descontextualizado de esa manera se ve como una reacción falta de una acción, como un efecto sin causa.

Este problema, el del sesgo ideológico a la hora de presentar las noticias, hace que se separen de una manera radical causas y efectos hasta que sean irreconocibles y prácticamente imposible conectarlos. Tenemos así que por culpa de este despiece a escala masiva nuestros medios de comunicación nos proporcionan una gran cantidad de datos pero muy poca información (ya que información no son sólo datos sino también su estructuración adecuada). El ejemplo que está ahora de actualidad es el de la incautación de los activos de la compañía YPF a la compañía multinacional Repsol. El tema dará sin duda par arduas y prolijas discusiones de los lectores (les recomiendo que escuchen una discusión de hace unos días del programa Radioactividad de Burbuja Radio que se adelantó clarividentemente a este problema); yo sólo quiero dejarles aquí algunas ideas sueltas para ilustrar la mala información que tenemos sobre el caso y las dificultades de formarnos una opinión sensata, al presentarse fragmentariamente el hilo causal. Para empezar, de momento es una incautación y no una expropiación, ya que aún no se ha fijado cuál es el precio de los bienes ahora declarados de interés público y si serán pagados y cuándo. A pesar de lo mucho que se rasga Repsol las vestiduras, conviene recordar que Repsol lleva casi dos años intentando deshacerse de YPF para sufragar sus explotaciones en Brasil; y al no haberlo conseguido ha tenido que asociarse con la china Sinopec para poder desarrollar sus pozos en el país carioca (de hecho, no hace ni una semana Repsol aún negociaba con la china CNOOC la venta de YPF). Pero lo más importante es que suele obviar en las discusiones un hecho dramático que ilustra el siguiente gráfico extraído de la web Flujos de Energía:



No hay mucha discusión posible: Argentina llegó a su peak oil particular en 1998 y su ritmo de declive es bastante considerable. Peor aún, en una terrible confirmación del Export Land Model el ritmo de declive de sus exportaciones es el doble de rápido que el de la producción. De hecho, los datos no lo muestran porque Flujos de Energía aún usa los datos del BP Statistical Review de 2011 referidos a 2010, pero en realidad Argentina ha pasado ya a ser un país importador de petróleo, como se mostraba en la última revista de prensa. Tal transición es un mazazo para el país andino y un fuente de fuertes desequilibrios en su balanza de pagos, y origen de múltiples disputas con las empresas de explotación de hidrocarburos en suelo argentino, no sólo Repsol. De hecho, la acusación recurrente a Repsol es la de no invertir lo suficiente para revertir esta situación de declive, sin comprender que el declive tiene una fuerte componente geológica y es difícil, si no imposible en términos económicos, de revertir. En esta tesitura el Gobierno Argentino ha optado por incautarse la totalidad del pastel petrolero, en un intento desesperado de retener un poquito más de esa riqueza que se le escapa de entre los dedos a pasos agigantados.


Así pues, mis lectores españoles, cuando mañana oigan todo el ruido mediático español sobre «el problema argentino» y las represalias anunciadas por el Gobierno español, miren cuántos medios reconocen que lo que nos estamos disputando aquí son los despojos. Y a mis lectores sudamericanos, y particularmente argentinos, les recomiendo que intenten ver cuántos medios van más allá de la soflama patriótica y son capaces de reconocer que la producción de petróleo difícilmente cambiará su curso descendente. En suma, a ver si entre todos son capaces de seguir el hilo causal que les lleve desde las causas últimas a los efectos finales.


Publicado en:http://crashoil.blogspot.com.es/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *