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Chipre, o cuando el capitalismo expropia al pueblo

La Unión Europea ha abierto una nueva fase de su crisis al imponer a Chipre un plan de ajuste que, entre otras medidas, incluye traspasar dos de las “líneas rojas” que la misma UE había trazado: en el euro no puede haber “corralitos” (cuando los chipriotas encontrarán sus bancos cerrados hasta el jueves impidiéndose la recuperación de su dinero) y la eurozona garantiza los depósitos pase lo que pase con los bancos (cuando en Chipre los ciudadanos van a perder alrededor de un 10% de su dinero). Mientras el gobierno conservador de Nicosia busca una mayoría parlamentaria que apruebe esta “quita” es de vital importancia analizar por qué se hace esto, y para qué.

1.- Por qué los rescates

La eurozona pudo optar, como el Reino Unido, EEUU o Japón por resolver sus problemas financieros convirtiendo al Banco Central Europeo en el prestamista último de su economía, sustituyendo a los bancos hundidos por las burbujas en las que se cimentó la expansión de la década anterior. El resultado habría sido que Irlanda, Grecia, Portugal, Chipre, España o Italia se estarían ahorrando una parte no menor de los recortes, sin contrapartidas para el resto de países de la eurozona. ¿Quién habría perdido? O mejor dicho, ¿quién no habría ganado tanto? Pues los distintos “inversores” que están recibiendo actualmente más intereses por la deuda de los países periféricos. Como ilustración, baste decir que 1.000 euros invertidos en bonos alemanes a 10 años suponen un rendimiento total de 161 euros. En bonos españoles, la cifra se dispara a 629 euros.

Se ha optado por el sistema más favorable a los intereses del capital: mantener los sistemas financieros colapsados como si los mercados siguieran funcionando, acudiendo al “rescate” de las economías que podrían dejar de cumplir con sus obligaciones, refinanciando esa deuda a costa de incrementar el dolor social vía recortes. Los capitalistas reciben un beneficio adicional (una prima de riesgo) por una eventualidad (el impago) que políticamente se impide vía intervención del Eurogrupo. El efecto es una importante transferencia de rentas desde las clases populares y trabajadoras (las más afectadas por los planes de “ajuste” vía paro, aumento de impuestos o desaparición de servicios públicos) hacia bancos y agentes privados. Y junto a las rentas, también se transfiere poder político. Nada tan claro a este respecto como la implantación de gobiernos tecnocráticos (Italia, Grecia) o la modificación exprés de la constitución (España).

Los rescates son instrumentos para la transferencias de rentas y poder político del trabajo y lo público al capital. Una intervención del BCE habría resuelto los problemas financieros de la eurozona sin ahogar a las economías de los países periféricos… pero quitándole esta oportunidad al capital.

2.- Alemania, el brazo político del capitalismo

Más allá de la hegemonía liberal/conservadora en los gobiernos de la UE y la Comisión y el Parlamento Europeos, y también en el Consejo del BCE, no se habría podido llegar tan lejos sin Alemania. El verdadero desequilibrio estructural de la economía de la eurozona no está en los países periféricos, sino en Alemania.

El modelo económico alemán precisa de mercados para vender su ingente producción, y una moneda lo suficientemente barata para no deteriorar ese perfil exportador. En épocas de bonanza se consiguió contener la subida del euro (que debió haber sido mayor) y controlar al mismo tiempo la inflación al enterrarse miles de millones de euros en ladrillos y en productos financieros en las burbujas de los países periféricos (que asimismo impulsaron la demanda interna en estos países, reduciendo en términos netos el problema alemán al encontrar aquí mercados, y reducir la apreciación del euro vía importaciones de terceros países). Pero este equilibrio era, como es hoy evidente, muy inestable: no se basaba en la reducción de los desequilibrios relativos, sino por el contrario, en exacerbarlos.

Actualmente la subordinación de las economías periféricas sigue desempeñando un papel fundamental para equilibrar la economía de Alemania. En este caso, los riesgos institucionales del euro evitan una mayor apreciación, que es lo se derivaría del comportamiento monetario más restrictivo del BCE en comparación con la Reserva Federal, por ejemplo. Nuevamente se pretende alcanzar una situación de equilibrio basada en la inestabilidad en lugar de en la convergencia.

Alemania ha coincidido con los intereses capitalistas: por un lado la financiación convencional de los colapsos financieros en los países periféricos (para mantener el juego abierto sin pérdidas para los así llamados “inversores” en deuda pública), por otro, jugando con el riesgo político del euro a fin de contener su precio, poniéndonos en una situación cercana a la deflación (la utopía del capitalismo financiero) y tumbando cualquier posible alternativa política. Ningún líder ha sido tan funcional a los intereses capitalistas como Ángela Merkel.

3.- Chipre: no hay límites

La historia económica nos muestra que ante una crisis de deuda, el impago primero y finalmente la quita (la reducción de una parte sustancial de la deuda mantenida) eran las soluciones habituales. Que la deuda alemana dé un rendimiento menor que la española refleja eso: es más probable una crisis en España que en Alemania. Ahora bien, lo que hasta ahora apenas tenía precedentes era hacer una quita sobre los depósitos de los propios residentes en el país antes que sobre los acreedores de bonos. El hecho de que el rendimiento de un depósito sea muy inferior al de los títulos de deuda pública se justifica porque son (o eran) activos financieros con un riesgo menor. De hecho, los fondos de garantías de depósitos pretenden evitar que un banco quebrado pudiera dejar a la gente sin capacidad de recuperar unos activos que prácticamente se consideran “sin riesgo”.

Tan es así que a la hora de definir el dinero se suele considerar una magnitud que incluye billetes y monedas, reservas en los bancos centrales y depósitos (M1). Hacer una quita en los depósitos como se impone en Chipre es como decir de un día para otro que los billetes de 20 euros de color azul dejan de tener validez… y cerrar todos los bancos hasta entonces para evitar que la gente cambie los que tiene. Por cierto, en la Europa de la libertad de movimientos del capital resulta alarmante que se haya practicado un corralito. Como en la granja orwelliana, parece que todos los capitales son iguales, pero algunos capitales son más iguales que otros.

La justificación de que con esta medida se pretende perseguir los capitales rusos opacos, o que Chipre deje de ser un paraíso fiscal, es insostenible: modifíquense los tipos de impuestos de sociedades, apruébense medidas de transparencia, investíguese las cuentas sospechosas. No es esa la cuestión: sin descartar que se trate de un acto de extrema torpeza política, nos tememos que es un aviso a navegantes: se hará todo lo necesario para proteger a los capitalistas, llegando a la expropiación del pueblo (más aún).

4.- La crisis es el capitalismo

Desde Paralelo36 hemos caracterizado esta crisis como una crisis sistémica del capitalismo, que ha chocado simultáneamente con sus límites metabólicos (escasez relativa de recursos naturales y destrucción de los servicios ambientales) y económicos (la caída de la tasa de ganancia). Mientras mantengamos un análisis idealista reduciéndolo todo a cuestiones de moral, estaremos en desventaja. Ellos saben que el problema no se resolverá volviendo a poner en marcha el motor del crecimiento: actúan a diario para ganar poder político y transfiriendo rentas del trabajo y lo público al capital. La quita de depósitos en Chipre es el último ejemplo del capital expropiando al pueblo. A esto sólo se le puede dar una contundente respuesta política. Las elecciones europeas de 2014 tienen que saldarse con la emergencia de una izquierda reforzada, renovada y europea.

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