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De cómo un sistema electoral proporcional devino mayoritario y otras milongas.

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Elena González

Se puede preguntar un@:

¿Por qué las normas que sirvieron para regular las elecciones de la transición no se han  modificado a lo largo del tiempo? Las modificaciones posteriores no han supuesto cambios sustanciales en las mismas.

Para añadir más, en enero de 2011 se introdujeron nuevas barreras que exigían la recogida de avales a aquellas formaciones sin representación en la legislatura anterior.

Para facilitarnos un repaso de qué ha pasado durante  estos años haremos uso del texto de Crespo y García (2000) sobre el sistema electoral español.

La constitución española en su art 68.3 (CE) dice lo siguiente:

“la elección se verificará en cada circunscripción atendiendo a criterios de representación proporcional”.

El gobierno de UCD y el posterior  gobierno socialista elaboraron normas electorales que mantenían el propósito  de primar la gobernabilidad en detrimento de una representación proporcional:  en el apartado IV del Preámbulo al Decreto-Ley 20/1977 se reconoce que algunos de los elementos del sistema electoral, en concreto, la fórmula electoral y la barrera legal, suponen “un poderoso corrector del excesivo fraccionamiento de las representaciones parlamentarias”. Ambos  pretendían asegurar la estabilidad y eficacia de gobiernos y la creación de mayorías parlamentarias amplias garantizando a su vez la incorporación a las Cámaras de los principales representantes de las nacionalidades históricas.

La combinación del principio de representación proporcional (art 68 de la CE)  corregido para conceder beneficios a los partidos más votados ha supuesto a lo largo de estos años sobrerrepresentar al partido más grande, infrarrepresentar a los partidos medianos y pequeños con un electorado geográficamente disperso y no perjudicar a los pequeños partidos conservadores de ámbito no estatal que consiguen ser los más votados en algunas circunscripciones (CIU, CC y PNV).

El sistema electoral español ha producido gobiernos monocolores sustentados por respaldos electorales a penas superiores al 40% de la votación.  Dicho sistema ha dado un valor desigual al voto de cada elector en dos formas: en las circunscripciones, si se atiende a la relación entre la población de cada circunscripción y los escaños asignados a cada una de ellas; y en las candidaturas, si se atiende a los escaños obtenidos por los diferentes partidos en relación a su votación a nivel nacional. Estas desigualdades afectan a la proporcionalidad. El sistema español manifiesta uno de los índices de proporcionalidad más bajos de los que se dan en las democracias europeas con sistemas proporcionales, y se sitúan muy cerca de lo que se producen en los sistemas electorales mayoritarios.

¿Qué impide ahora reformar este mecanismo que según algunos era necesario para estabilizar una democracia joven?

“Tal y como se preguntan los autores del texto de referencia cabe preguntarse por la DISOCIACIÓN entre el diseño de un principio de representación de naturaleza proporcional y la adopción de una fórmula de decisión que mantiene unos efectos básicamente mayoritarios.

Y a estas alturas la pregunta sólo tiene una respuesta: los grandes partidos no quieren perder PODER, la ley de Hierro de las Organizaciones hace de las mismas estructuras con vida y voluntad de mantenerse y reproducirse en el tiempo como fines en sí mismos, los intereses creados de la clase política en relación a los cargos adquiridos impiden el cambio.

Sólo podemos hacer un reclamo: Ciudadan@ exige Reforma Electoral!

La Democracia es otra cosa y los ciudadan@s lo sabemos y apostamos por un sistema político que nos permita ser efectivamente representados a través de nuestro voto, queremos además de una democracia representativa, una democracia participativa y deliberativa. El  art. 1.2  de la CE dice  “nuestros diputados representan la soberanía popular, pero la soberanía nacional reside en el pueblo”. Somos ciudadan@s capaces, exigimos nuestro derecho a deliberar sobre lo que nos importa y no estamos dispuestos a ofrecer más cheques en blanco a los políticos, exigimos en palabras de la Democracia 4.0  “nuestra cuota”.

El domingo próximo tendrá lugar la cita electoral del 20N. Los votos en blanco han sido una forma de manifestar el rechazo a las candidaturas presentadas, pero, al computarse e incluirse en el total de votos sobre el que se calcula la distribución de escaños, elevan el listón electoral mínimo para entrar en el reparto, favoreciendo a los partidos mayoritarios.

 Vota, pero no en blanco, no dejes que decidan por ti.

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