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Defendamos la Corrala Utopía como una trinchera

corraleras alegresRaúl Solís | Era domingo, bien temprano y primavera. En el teléfono empezaron a llegar mensajes: «Están desalojando la Utopía». No podía ser verdad. Se estaba negociando una solución pactada entre la Consejería de Vivienda y la entidad bancaria propietaria del edificio. Sin embargo, la Delegación del Gobierno de España en Andalucía había ordenado echar a más de 30 familias como perros de las que habían sido sus casas durante los dos últimos años.

Un dispositivo policial desmedido, cargas gratuitas, ambulancias para atender a algún vecino de más de una crisis nerviosa  y trasladar a un hospital al marido de Ana, enfermo crónico que al ver la policía abajo empezó a asfixiarse. Más de 20 furgonetas policiales parecían que se estaba desalojando un piso franco de ETA. Las vecinas, con sus hijos a cuestas, iban bajando ordenadamente, encogidas por el futuro incierto y la desolación de ser dueñas de la nada.

La calle se iba llenando de gente, curiosos, activistas y periodistas que se enfrentaron con la policía que negaba el derecho a informar de la brutalidad de lo que allí estaba sucediendo. No se pudo parar el desahucio, esta vez no. La Utopía estaba siendo desalojada con mano dura. Los curiosos se amotinaban delante de aquel mamotreto de ladrillos vistos que ese día proyectaba toda la maldad y sadismo con la que el capitalismo es capaz de castigar a sus víctimas.

Más de una ‘corralera’ lloraba amargamente, desconsolada, pero las lágrimas no ahogaban la rabia y el ansia de justicia de unas mujeres maltratadas por la exclusión del desempleo y por los medios de comunicación de la derecha cerril sevillana. De entre todas las lágrimas con rabia, las de Aguasanta resonaban con más fuerza que las demás: «No podrán con la Utopía», gritaba esta madre de tres hijos que cargaba con cuatro bolsas de tela en las que cabía toda una vida empobrecida desde la cuna y un historial de maltrato e infortunio.

En unos setos detrás del edificio, las ya desahuciadas vecinas iban apilando su mudanza. Allí estaba, en austeras bolsas de supermercados low cost, los pocos enseres de unas mujeres a las que les había estallado encima los ladrillos rotos de la crisis: mantas, sábanas, toallas, un secador que nunca se pudo enchufar porque sin luz era imposible, colchones, alguna calefacción a gas, sartenes, bombonas, ollas, la máquina de oxígeno del marido enfermo crónico de Ana y la impotencia de saber que después del seto estaba la nada, la inmundicia, la barbarie y la dureza de un sistema construido sobre el sufrimiento de la parte más vulnerable de la sociedad.

Luego vino la actitud infame y miserable del PSOE, que fue capaz de enfrentar a los que nada tienen con los que tienen poco y de confundir la urgencia de familias desahuciadas con la prioridad de parejas jóvenes demandantes de su primera vivienda, la crisis del cogobierno PSOE-IU, la firma de Susana Díaz de un decreto que apareció en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía y por el que se le arrebataron las competencias de adjudicación de vivienda pública a la Consejería de Vivienda, gestionada por IU, la ruptura momentánea del pacto de gobierno, las mentiras y la manipulación de los medios de comunicación a favor de sus dueños -los bancos-, las portadas y editoriales criminalizando a los pobres por ser pobres y la solidaridad de una ciudadanía que había entendido que lo que les separaba de las familias de la Corrala Utopía era tener un trabajo.

También vino una manifestación espontánea desde el edificio desalojado hasta la puerta del Ayuntamiento de Sevilla, ese día su alcalde estaba con la élite local en el pregón de Semana Santa. Y la posterior acampada que duró una semana y no se levantó del suelo de la Plaza Nueva hasta que la Consejería de Vivienda, ya con las competencias de adjudicación de vivienda restablecidas, hizo entrega de las llaves a las familias de la Corrala Utopía.

Estas mujeres ‘corraleras’ son un icono de la Andalucía digna, trabajadora y consciente de que tiene derechos y los ejerce, un símbolo que exportó un mensaje nítido de todo lo que es capaz de conseguir la gente sencilla organizada. La Corrala Utopía ha sido una escuela para toda la sociedad, pero especialmente para sus inquilinas: «Yo he aprendido a ser mujer en la Corrala Utopía», dijo Toñi aquel triste domingo de primavera policial, una mujer de 40 años, con un hijo de 12, un pasado de maltrato y chabolismo a sus espaldas, un trabajo de limpiadora que no la saca de la pobreza y que ha aprendido a reclamar derechos y a manifestarse por puro afán de supervivencia.

El 4 de septiembre, estas mujeres gigantes responderán ante el juez por defender el derecho a la vivienda como una trinchera, calificado en el Código Penal como usurpación. Van a juicio porque se intenta romper la fuerza del símbolo, arruinar la esperanza de la gente sencilla cuando se organiza en defensa propia y dictar sentencia en contra del derecho a la vivienda y a favor de la utopía de la bancocracia, que piensa que podrá construir una sociedad sostenida por la desigualdad y la pobreza sin respuesta de los empobrecidos.

Apoyémoslas, apoyémonos, defendamos el símbolo y el derecho a la vivienda como una trinchera. Cita: 4 de septiembre de 2015, a las 11:00 horas, en los Juzgados de lo Penal de Sevilla, situado en la Avenida de la Buhaira.

 

3 Comentarios

  1. Solidario total,con los denuciados por una justicia clasista y antiobrera.

  2. Arriba la corrala!

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