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Hagiografía o libelo

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Alicia Gutierrez.
(Una reflexión sobre Sánchez Gordillo. Este no es país para ironías o distancias críticas. Hagiografía o libelo. Blanco o negro. ¿Matices, para qué?)
“Lávate las manos antes de escribir de Gordillo y el SAT. Tú eres unos de esos progres guays que vive de lujo con sus articulitos de prensa y por eso eres incapaz de reconocer la valentía y la coherencia de Sánchez Gordillo”.

El entrecomillado que abre esta pieza ha sido extraído del comentario hecho por un amable lector a un artículo de opinión publicado por el periodista Antonio Avendaño hace dos días. Avendaño, uno de los grandes de nuestro oficio, tuvo la desfachatez de escribir, por ejemplo, esto: “A medio plazo Gordillo le crea un problema insoluble a Izquierda Unida, que en Andalucía ha decidido de manera democrática (y abrumadoramente mayoritaria) ser un partido de gobierno, lo cual tiene entre otros inconvenientes el compromiso de cumplir y hacer cumplir las leyes, si bien tiene igualmente la nada desdeñable ventaja de poder cambiarlas”. Por supuesto, el amable lector del entrecomillado de arriba ni siquiera osó preguntarse si Avendaño acierta o yerra. Dado que cuestiona a Juan Manuel Sánchez Gordillo y su estrategia de asaltar supermercados, sólo cabe una opción: el autor es, necesariamente, un “progre guay” vendido al capital o sus intermediarios del PSOE, que es lo que más adelante añade el comentarista.

España no es país para ironías o distancias críticas. O hagiografía o libelo. O blanco o negro. La escala de grises se la regalamos gustosa y campechanamente a otros. Por ejemplo, a los anglosajones, gente sin corazón ni sangre cuyos periódicos –al menos algunos, véase The Guardian- escriben cuando toca sobre los políticos afines a su línea editorial con la claridad que aquí reservamos al enemigo.

Cuando esta mañana pregunté en el plató de Las Mañanas de Cuatro a Juan Manuel Sánchez Gordillo por qué el ayuntamiento de Marinaleda otorgó sin concurso público las nueve licitaciones convocadas entre 2009 y 2010(2,2 millones de euros en total, IVA incluido), sabía que muchos hablarían de traición y pocos de si la pregunta encerraba mucha, poca o ninguna verdad. Remachar que precisamente es Izquierda Unida la formación que con mayor tenacidad y valentía ha censurado las adjudicaciones oscuras en la administración española tampoco sirvió de nada. De inmediato, me empezó a caer una lluvia gruesa de insultos en Twitter procedente de los seguidores del único diputado de IU que respalda con su simultánea condición de alcalde y parlamentario el recurso del PP contra la ley andaluza que prohíbe hacer doblete.

Como mi curiosidad supera a mi orgullo, opté por un experimento: pregunté a dos insultadores por qué interpretan que hacer preguntas incómodas equivale a calumniar. Ninguno de los dos me dio una respuesta convincente, más allá de la invocación a la limpieza y la honestidad del personaje y a la justeza de su lucha, aunque ambos rebajaron el tono y accedieron a dialogar. Tampoco Gordillo había dado una explicación que merezca tal nombre: tan solo una tímida referencia a que las subvenciones del Plan E se perdían si el ayuntamiento subvencionado dedicaba tiempo a convocar un concurso.

El proyecto más caro de todos los adjudicados en Marinaleda sin concurso -884.000 euros- es una piscina cubierta y aderezada con cinco pistas de pádel: piscina, por cierto, a la que los 2.800 habitantes de Marinaleda tienen idéntico derecho que los de cualquier otro municipio aunque el precio supere aquí el de otras proyectadas en poblaciones de censo similar. Y esa piscina se adjudicó en noviembre de 2010 mediante procedimiento negociado –el consistorio selecciona a las empresas que podrán participar- y urgente, con solo 10 días de plazo para presentar ofertas. El proyecto, y así lo detalla el anuncio de licitación, era fruto no del Plan E sino de un convenio con la consejería andaluza de Turismo, Comercio y Deporte. Eso, al menos, dice el anuncio del Boletín Oficial de la Provincia de Sevilla.

¿Es el de las adjudicaciones, por acudir al ejemplo concreto, un pecado mortal que inhabilita a Gordillo como líder de un movimiento que pretende desbancar a IU por la izquierda? Muy probablemente, no, sobre todo por la envergadura miserable de sus oponentes atacados, los grandes señores de la crisis. Pero el hecho de que uno de los principales detractores de los déficits democráticos de España utilice precisamente los recovecos opacos de la ley en lo que a contratación pública se refiere le hace una mella a la corona de santo laico que le han cincelado sus admiradores.

Si Gordillo se empeña –o los suyos lo hacen por él- en representar el papel de un Luis XIV rural y revolucionario -«el movimiento soy yo»-, no habrá debate posible. Y el fantasma de la decepción planeará sobre los cientos demiles de personas que hoy atisban una esperanza –cierta o vana- en esas marchas jornaleras que claman justicia y ponen el dedo en la llaga de una pobreza cada vez más cruel y extendida. Planeará, sí, la decepción sobre toda esa gente que anhela una forma distinta de hacer política. ¿Tiene Gordillo como alcalde del ayuntamiento de Marinaleda desde hace 33 años la llave de esa nueva forma de abordar los asuntos públicos? Lo dudo, pese a que firmemente creo en la buena voluntad de la inmensa mayoría de quienes suscriben sus planteamientos. Y en sus motivos para la rabia y la desafección contra los grandes partidos.

Pero si algo ha demostrado la historia a la izquierda es que deificar a los líderes conduce al precipicio. Alguna vez me he interrogado y hoy vuelvo a hacerlo sobre qué habría ocurrido si la intelectualidad y la prensa progresista internacional hubieran exhibido menos tolerancia o menos silencio respecto de la Revolución Cultural de Mao. ¿Sería hoy China una potencia capitalista que practica el esclavismo y la represión bajo la cobertura nominal del socialismo? Lo ignoro, como ignoro qué habría ocurrido si los periodistas de izquierda hubieran contado cumplida y puntualmente que ser homosexual en Cuba equivalía en los años ochenta a obtener un pasaporte para la cárcel o el exilio sin aureola. ¿Habríamos evitado la deriva ferozmente autoritaria de China? ¿Habrían rectificado los hermanos Castro en materia de libertades? Difícil aventurarlo. Pero, en cualquier caso, la prensa progresista habría arrebatado a la conservadora una poderosa bandera: la de la verdad sin tapujos vergonzantes, esa de que tanto y con tanto éxito presume la derecha en sus pogromos selectivos. La verdad existe y el periodismo existe para buscarla y contarla. Pero la verdad suele ser compleja, cuajada de sombras y luces y ajena casi siempre al campo de la hagiografía o el libelo. Y en mi opinión, es ese periodismo que no teme a las verdades inconvenientes el único que merece la pena: pese a riesgos, tropiezos e incomprensiones. Si ese periodismo es posible o no en un país donde unos compran uno u otro periódico deportivo según alabe incondiconalmente al Madrid o el Barça, ese, claro, es otro debate.

Publicado en: http://aliciaguti.blogspot.es/1345496040/#com

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