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Entrevista a María Pazos, autora de Desiguales por Ley, un libro en el que detalla cómo las políticas públicas siguen diseñadas en contra de la igualdad de género.

«La declaración de la renta conjunta es un estímulo para que las mujeres sigan en los hogares»

derechos humanos

Ana Requena Aguilar . El Diario.es.01/12/2013. María Pazos coordina desde hace años el departamento de Fiscalidad y Género del Instituto de  Estudios Fiscales. De sus investigaciones nació Desiguales por Ley (editorial Catarata), un libro en el que detalla  cómo las políticas públicas siguen diseñadas en contra de la igualdad de género.

Para Pazos, el cambio tiene que hacerse sobre cuatro pilares  fundamentales: la eliminación de los incentivos para que las mujeres abandonen  el mercado laboral y se dediquen a los cuidados; la ampliación de los servicios  públicos; la equiparación de los derechos al cuidado, como los permisos de  maternidad y paternidad; y la reducción de la jornada laboral.

En el libro habla de que se ha cambiado un  sistema de desigualdad total por otro de amabilidad, por un «patriarcado  blando», ¿qué significa esto?

Me refiero a que hemos conseguido lo que se llama igualdad  formal ante el Código Civil y las leyes en general. Sin embargo, las  discriminaciones han pasado a ser implícitas y a través de mecanismos más  complicados y, por tanto, más difíciles de detectar.

Su tesis es que la desigualdad permanece  porque las políticas públicas la siguen transmitiendo. ¿Cómo la  transmiten?

Sí, hay muchos elementos que desde que nacemos hasta que morimos  nos empujan hacia la desigualdad. Las políticas públicas nos tratan de distinta  forma, ya no es una cuestión privada de las familias sino del sistema educativo  o de las políticas económicas.

Hay, por ejemplo, muchísimos incentivos a la permanencia de las  mujeres en el hogar y no hay condiciones materiales para que, por ejemplo, una  pareja que quiera vivir en igualdad pueda hacerlo. A partir de que nace un niño,  de entrada, nos encontramos con las diferencias entre los permisos de paternidad  y maternidad, y con incentivos como la declaración de la renta conjunta o la  pensión de viudedad, para que las mujeres fíen su futuro a las cotizaciones del  marido. Por otro lado, tampoco hay servicios públicos adecuados y las jornadas  laborales son eternas.

¿Por qué es perjudicial para la igualdad que  exista la tributación conjunta en la declaración de la renta?

La tributación conjunta parte de un principio: que una mujer es  una carga y hay que desgravar por ella. Se desgrava más por una mujer que por un  hijo. Quien diseña las políticas públicas no se imagina que cuando una mujer  está en casa está produciendo bienes y servicios para el hogar, en cambio, un  niño exige cuidados y, por tanto, gastos.

Es también una forma de favorecer al matrimonio tradicional, las  uniones donde sólo hay un sustentador. Es, además, antisocial porque es  creciente con el nivel de renta, es decir, si esa renta es baja, no desgrava;  sólo lo hace cuando es una renta más amplia. Son unos 3.000 millones de euros al  año que hay que reconvertir.  

Usted sostiene que la división sexual del  trabajo sigue muy presente, pero ¿cómo explicarlo cuando ya hay muchísimas  mujeres en el mercado laboral y las jóvenes tienen la sensación de vivir en  igualdad?

La división sexual del trabajo existe y genera mucho  sufrimiento: es el pilar económico del patriarcado. Mientras haya división  sexual del trabajo y las mujeres sigan especializándose en el trabajo de  cuidados; y los hombres, en el trabajo asalariado, la desigualdad va a seguir  existiendo y los salarios de los hombres seguirán siendo mayores que los de las  mujeres.

En lo que se llama nueva división sexual del trabajo, ya no es,  de una forma clarísima, la relación marido-sustentador, esposa-dependiente. Ya  no es que las mujeres se queden sistemáticamente como amas de casa, porque ellas  salen de los estudios y van a buscar trabajo. Pero después hay muchos incentivos  que funcionan, sobre todo si eres madre o tienes a alguien a quien cuidar: las  excedencias por cuidado, el fomento del trabajo a tiempo parcial…

Es una división ineficiente porque estamos perdiendo gran parte  del potencial productivo de las mujeres y del potencial cuidador de los hombres.  La eliminación del sector amas de casa es lo que le ha hecho dar un paso de  calidad a los países nórdicos en competitividad y Estado de bienestar.

Sin embargo, usted no está de acuerdo con lo  que algunas veces se ha planteado: pagar a las amas de casa por su trabajo. ¿Por  qué?

Estoy completamente en contra del salario al ama de casa porque  eso haría que la situación permaneciera en el tiempo. Más del 90% de las  personas cuidadoras son mujeres; el tiempo parcial está completamente feminizado  y sus dos primeras causas son no haber encontrado un trabajo a tiempo completo y  tener personas a quien cuidar. Sería un incentivo más para que las mujeres se  queden en casa.

¿Cómo hacer, entonces, para valorar el  trabajo doméstico?

¿Dónde se valora el trabajo de cuidados? En Suecia, donde se  canaliza fundamentalmente a través de los servicios públicos y donde los hombres  van teniendo derechos para el cuidado. Para que se valore, es absolutamente  necesario que lo haga todo el mundo y que salga a la luz, que salga del reducto  del hogar; esto es lo que dicen las experiencias internacionales.

¿Cuáles son los sesgos principales que  contribuyen a que las políticas públicas sigan discriminando a las  mujeres?

Lo que hay que hacer es poner las condiciones materiales para  que hombres y mujeres podamos ser iguales, y eso tiene muchísimo que ver con  resolver el problema de los cuidados. Esto se soluciona con servicios públicos,  especialmente de cuidados infantiles y a la dependencia; con derechos  igualitarios al cuidado, como la equiparación de los permisos de maternidad y  paternidad instranferibles y pagados al cien por cien. Y el tercer pilar serían  jornadas cortas y racionales.

La eliminación de los incentivos a la permanencia de las mujeres  en el hogar tiene que ser paralela al fortalecimiento de los servicios públicos.  El gran salto de mentalidad se dará cuando un hombre se quede durante algunos  meses solo con un bebé para cuidarlo; es el gran salto que se ha dado en otros  países.

Esto tiene que ser una catarsis social, como la que se dio en  Suecia con Olof Palme y el movimiento feminista. Se necesitaría un motor  político que diera un salto adelante en esta reestructuración. El avance no es  lineal y paulatino, eso no existe: en todos los lugares donde se han logrado  avances, ha sido a base de catarsis pero con efectos a largo plazo.

¿Qué le parece la medida que incluyó la  reforma de las pensiones para que los años que se hayan dedicado al cuidado de  los hijos cuenten como cotizados para la pensión?

Me parece bien que se haga con efectos retroactivos, pero no con  efectos hacia delante. Me parece mal que a una persona que vaya a tener un hijo  se le diga que no pasa nada por que se retire del mercado porque luego le  compensarán. Me da igual que sea para mujeres o para hombres: nadie tiene que  quedarse sin salario y ser dependiente económicamente de otra persona.

Son además compensaciones mínimas y no atacan los grandes  problemas. Hay muchas otras gravísimas que hay que solucionar. Es muy grave que  haya miles de mujeres viviendo con 300 euros al mes con pensiones no  contributivas, incompatibles con todo tipo de rentas. Se podrían equiparar con  las pensiones mínimas contributivas, esto no generaría ningún incentivo perverso  porque ya están jubiladas.

¿Habría que eliminar la pensión de viudedad  para las nuevas parejas?

La pensión de viudedad para los nuevos matrimonios es una  barbaridad y habría que eliminarla. ¿Por qué se les va a prometer que, si uno  muere, el otro puede vivir de eso? En Suecia existen pensiones de viudedad de  dos años para poder recomponer la situación pero no son las vitalicias, que ya  existen en pocos países, son incompatibles con otras rentas y suelen depender de  las responsabilidades familiares que se tengan.

Aquí hay un montón de hombres que tienen salarios altos y que al  mismo tiempo cobran una pensión de viudedad, que es compatible con todo tipo de  rentas. Sin embargo, las no contributivas son incompatibles con otras  rentas.

Si todo el mundo se mantiene en el mercado de trabajo, toda la  vida tendrá su pensión. Lo que hay que hacer es quitar los desincentivos y poner  las condiciones materiales para que eso sea posible. Si aun así hay quien quiere  quedarse en casa, que se quede; pero que existan las condiciones para que  realmente haya capacidad de elección y que el Estado no pague incentivos para  quedarse inactivo, que no se desgrave del erario público.

¿Es la discriminación positiva    [primar la elección  de mujeres cuando hay dos candidatos para un puesto con iguales  condiciones ]  una  buena herramienta?

Es algo que no se debe hacer, porque no es efectivo. Por un  lado, las políticas públicas nos dan un trato de disfavor, por otro, aparecen  este tipo de signos narcotizantes con apariencia de trato de favor hacia las  mujeres. Eso nos impide avanzar porque nos impide ver dónde están los verdaderos  obstáculos y las verdaderas soluciones.

¿Y las cuotas?

Son la eliminación de una discriminación, intentan eliminar un  tapón de favorecimiento a los hombres y es una medida que se ha demostrado  eficaz.

Hay gente que aún defiende que son las  mujeres quienes eligen o prefieren coger esos incentivos para quedarse en casa  al cuidado de hijos o dependientes, ¿qué le parecen estas  afirmaciones?

Eso no está demostrado. En los países donde hay otras  posibilidades, las mujeres eligen otras cosas. En Dinamarca, por ejemplo, no hay  casi mujeres que elijan dejar el trabajo para cuidar a personas dependientes  porque los servicios públicos son buenos y nadie deja el trabajo por eso, ni  hombres ni mujeres, salvo en casos extremos. Les dan tiempo de calidad, pero no  tienen que dejar sus trabajos.

Si puedes pagarlo, normalmente no eliges dejar tu trabajo.  ¿Quién lo elige? Quien se ve en una situación sin otra salida. El CIS pregunta  de vez en cuando qué tipo de familia prefiere la gente y el 80% prefiere una  familia igualitaria donde las dos personas tengan la misma dedicación al trabajo  asalariado y a la familia; y, sin embargo, esto no es lo que ocurre. No se logra  vivir coherentemente porque las políticas que te empujan a la desigualdad:  culturales, educativas; o las económicas, que determinan unas condiciones  materiales, demuestran que, mientras no cambiemos, no cambiará lo demás.

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