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«La lealtad siempre tiene un corazón tranquilo”

Francisco Garrido.La frase literal no es exactamente esta, sino aquella esta otra: “La lealtad tiene un corazón tranquilo” , viene de Ricardo III , Shakespeare. Si embargo cada vez que la recuerdo, y hoy ha ocurrido de nuevo, mi memoria le añade el adverbio de tiempo “siempre”. ¿Por qué? De modo inconsciente “siempre” , “lealtad”, “corazón”, “tranquilidad» son palabras del mismo campo semántico en el imaginario colectivo del que yo participo.

En  la obra de Shakespeare late  ya el valor autónomo de la lealtad  frente a la vieja  fidelidad  de la servidumbre  pero un mosntruo nuevo  a provocar  que   “todo lo sólido se desvanece en el aire.» La ambición mezquina del rey  simboliza el miedo a ese nuevo mosntruo que provoca  la  ruptura de todos los lazos , la generalización de la desconfianza (todos contra todos), a su al rededor.  En eso consiste  el  “estado de naturaleza“ de Hobbes, donde el “hombre es un lobo para el hombre”; no es tanto la descripción cntrafáctica   de un origen mítico contra el que hay que defenderse por medio del Estado absoluto (Leviathan), como se ha entendido durante mucho tiempo, sino un proyecto de futuro que se estaba recién inaugurando en los momentos en que Hobbes y Shakespeare escribieron sus obras.

Esta ambición de emancipación radical y absoluta de todas ligazón social y de toda lealtad han estado siempre en el programa del liberalismo. Pero es en estos momentos de la era neoliberal donde la erosión de la lealtad, clave para la cooperación social y la confianza, esta alcanzando su nivel más profundo.  Ni los lazos de clase , nulos vínculos  territoriales, religioso o de parentesco son respetados.El individuo solo ante el nuevo monstruo de la ambición , acaba como el rey Ricardo suplicando «una caballo por sus reino» en medio del campo de batalla.

El cambio incesante (la dictadura de la novedad) y vertiginoso (la dictadura de la velocidad) impiden  que los lazos de los individuos con su propia existencia social; se solidifiquen , desprovistos de cualquier asidero estable y seguro, somos arrojados a una autopista de sensaciones sin control. La deslocalización del poder político por medio del dominio del sistema financiero globalizado o la precarización del trabajo,  son dos ejemplos notorios de esta ruptura de todo lo sólido. ¿Para que ?  La generalización de un estado de inseguridad y deslealtad  facilitan la explotación y la competencia entre los individuos y destruyen cualquier contra poder social al capital

En una época, como la actual,  en la que la velocidad de circulación del capital es la velocidad de la luz; estorban los lazos territoriales, familiares, políticos o simplemente comunitarios. Al igual que  el deterioro de los recursos naturales crece a un promedio radicalmente insostenible, también crece la erosión de los recursos sociales basados en  la cooperación social. Es por eso que debemos entender que los nacionalismo, las religiones o las formas más retrogradas de comunitarismo, encuentren eco hoy entre los más pobres, son al fin y al cabo, una forma de resistencia y de consuelo ante el monstruo que lo cambia todo para seguir creciendo. Despreciar esas resistencia es un grave error dela izquierda que debe recolonizar eso espacios para dirigirlos hacia el futuro.

Por eso frente a la máquina de cambio infernal que es hoy el capital, nadie debe ser más conservador que los revolucionarios. Valorizar la lealtad, la seguridad, la estabilidad y la confianza en las relaciones sociales  es un programa político  extremadamente subversivo. Pero esto sólo es posible estableciendo  vínculos temporales   (lentitud) y territoriales (localización) de los individuos y las comunidades. Al final ese corazón tranquilo de la lealtad del que nos habla Shakespeare volverá a resurgir en el corazón del Estado, como pensaba Hobbes; pero al revés. Nadie sino el Estado podrá proteger a la comunidad y a los individuos del “estado de naturaleza” que es la globalización. financiera, ese era el monstru

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