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REFLEXIONES SOBRE LA DEMOCRACIA EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS DEL CAPITALISMO GLOBALIZADO (I)

La actual crisis del capitalismo globalizado, y en particular la crisis política que ha desvelado, obligan a una reflexión sobre la democracia ya que se agita el fantasma de posibles encauzamientos autoritarios ante la incertidumbre y la escasez y la memoria del ascenso de regímenes fascistas y la consolidación del estalinismo tras la crisis de 1929.

El método que vamos a seguir en este artículo es caracterizar formal y materialmente la democracia y abordar, en una segunda parte, las consecuencias de la crisis y proponer una alternativa basada en la articulación de las relaciones sociales de poder sobre el ciudadano y no al margen de éste.

1. Introducción.

Quiero partir de una afirmación axiológica: la democracia como concepto es la mayor conquista civilizatoria en el campo político de la humanidad, en tanto que excluye la violencia como forma de acción política y se basa en la igualdad esencial del ser humano por encima de cualquier otra circunstancia.

Las consecuencias de las ideología que la han, no ya negado, sino subvalorado han sido terribles. Dentro de nuestro ideario político, la democracia ocupa el primer lugar. Esto quiere decir que antes que nada somos demócratas y que luchamos por una democracia integral, en donde las personas no sólo voten a los gobernantes cada cierto tiempo sino que deseamos que vivan y ejerciten la democracia cada día. Cualquier connotación antidemocrática es una frontera infranqueable que, desde mi punto de vista, impediría llegar al Paralelo 36.

La democracia, como expuso Hannah Arendt, tiene una base ontológica en la conexión entre política y verdad. Los griegos distinguían dos tipos de conocimiento, la aleteia, la verdad científica, objetiva, y la doxa que era la verdad subjetiva, la opinable. La política requiere una certeza en última instancia opinable porque concilia intereses muchas veces contrapuestos. Todas las doctrinas que han partido de la conexión entre política y verdad objetiva, desde Platón hasta Marx, no sólo tenían una configuración dogmática sino antidemocrática: sólo los iniciados, ya fueran los sabios o el partido, estaban capacitados para conocerla y decidir.

La raíz de la democracia consiste en poner a las personas en el centro del poder político en tanto que ciudadanos y ciudadanas. Para ello son necesarias dos potestades: la isonomía, que es capacidad de los ciudadanos para intervenir activamente en el proceso de toma de decisiones, y la isegoría, entendido como el acceso a la palabra, que en las sociedades modernas incorpora también el derecho a una información veraz. La detentación material de estas dos potestades por parte de los ciudadanos y ciudadanas permite que el pueblo ejerza realmente el poder político al controlar y cambiar a los representantes que están en el poder, según unas reglas.

2. Requisitos formales.

La democracia, en efecto, requiere de unas formas mínimas para poder existir, articuladas en torno al principio de legalidad.

1. Su conexión con el Estado de Derecho que garantiza la igualdad y la universalidad de las leyes.

2. La separación vertical efectiva de poderes que evita la concentración del poder en un solo núcleo aunque se articulen mecanismos de interdependencia entre el ejecutivo y el legislativo.

3. La existencia de poderes territoriales representativos y autónomos en función de la realidad cultural de los mismos.

4. Los sufragios universales periódicos con garantía de libertad e información veraz y voto secreto, igual y directo.

5. Las existencia de parlamentos representativos.

6. Libertad de organizaciones intermedias entre las personas y el poder político.

7. Un marco jurídico de libertades efectivas.

8. La neutralidad de las administraciones en la creación de la opinión pública.

3. Requisitos materiales.

Pero también requiere requisitos materiales, en torno al principio de legitimidad:

1. Un sistema económico de decisiones descentralizadas.

2. Cierto nivel de igualdad y de movilidad social.

3. Determinados umbrales de bienestar colectivo que tienen en el empleo es su piedra angular.

4. Nivel cultural mínimo y cierta implicación política de los y las ciudadanas.

5. Una sociedad aceptablemente secularizada.

6. Un fluido mínimo de información objetiva y veraz.

7. Cierta igualdad de oportunidades entre las distintas organizaciones que optan al poder político.

Además de los requisitos formales y materiales hay un tercer género de requisitos que si bien no son imprescindibles si son deseables, agrupados también en torno a elementos formales y materiales. Por un lado la existencia de formas de participación directa de los ciudadanos y por otro que el antagonismo entre las distintas opciones representen verdaderamente opciones sustantivamente diferenciadas para la expresión de intereses en pugna, que mediante la aceptación de las reglas del juego democrático exorcizan civilizadamente el enfrentamiento violento por una batalla discursiva que tiene como árbitro inapelable a la expresión mayoritaria y garantizada de la opinión pública. Las distintas combinaciones de intensidades, formulaciones y plasmaciones de estos requisitos producen una pluralidad de modelos de democracia, de mayor o menor calidad, tal como ha explicado David Hell.

4. El deterioro de la democracia en la actualidad.

El sistema basado en el crecimiento y el consumo de las sociedades occidentales, en particular de las europeas, en la antesala a esta coyuntura de crisis del capitalismo globalizado, había generado mecanismos perversos de vaciamiento de contenido de la democracia hasta convertirla en una expresión técnica que adelgazaba al máximo tanto la isonomía como sobre todo la isegoría.

Veamos algunos:

1. Determinadas incorporaciones tecnológicas, sobre todo la TV, ha provocado el protagonismo de la imagen con altos costes económicos sobre el discurso más accesible a los ciudadanos y no sólo a las grandes corporaciones, en un entorno de explosión publicitaria.

2. La globalización ha trasladado el campo real de las decisiones a una esfera mundial privada que carece de institucionalización pública.

3. Exclusión de amplias capas de los derechos políticos de personas que carecen de la ciudadanía político.

4. Altos niveles de manipulación de la opinión pública a través de unos medios de comunicación muy controlados por conglomerados financieros y por las prácticas clientelares de los aparatos administrativos.

5. Despolitización del cuerpo electoral que difumina el papel de la ciudadanía hasta quedar estrictamente reducido al ejercicio del voto el día de las elecciones.

6. Hegemonía de un solo modelo económico que banaliza en consecuencia el enfrentamiento político hasta altas dosis de teatralización.

7. Tendencia a despolitizar y a convertir a los ciudadanos y ciudadanas en clientes que sólo aspiran a reducir impuestos y aumentar el consumo, desde ópticas muy individualistas.

8. Generalización de la corrupción política por la gran necesidad de financiación de los partidos unido a la consideración de la política como una carrera profesional de incierta duración.

9. Progresiva oligopolización de los partidos que encontraba su máxima expresión en el bipartidismo anclado en identidades pasadas de fuerte choque de intereses que ocultaba la complementariedad de compartir el mismo modelo económico.

10. Todo ello en el contexto de una democracia mediática trata de infantilizar a los electores y reemplazar el debate político por un espectáculo vacío de contenidos, en torno al líder convertido en una especie de Gran Hermano.

El resultado ha sido la tendencia hacia una “democracia sin ciudadanos”, una democracia apática, que dejaba las manos libres al poder e invertía la relación entre estos: era el poder el que moldeaba el apoyo de los ciudadanos sin dejarles gobernar y no eran los ciudadanos y ciudadanos los que controlaban al poder.

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