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Trastorno bipolar de la fiscalidad

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Vaya por delante que apoyo subir los impuestos. No porque sea masoquista, sino porque creo que son útiles. Se me ocurren tres ideas sobre ello: son la mejor forma de financiar los insuficientes servicios públicos (alternativas como incrementar la deuda pública eternamente no me parece muy razonable); un sistema impositivo bien diseñado puede ayudar a una mejor distribución de la renta (aunque esta idea haya perdido apoyo en los últimos años), y los impuestos nos permiten hacer que los costes (o beneficios) que el mercado no contempla sean finalmente considerados por empresas y consumidores.

Por eso no me gusta la política económica del PP (que es la que ha practicado el gobierno de Zapatero) de “jibarizar” las cuentas públicas bajando los impuestos sin ton ni son. Ahora amaga el gobierno con una rectificación, pero me temo que obligados más por el puritanismo fiscal del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea (¡Europa antes rota que deficitaria!, dicen Trichet, Almunia y cía) que porque pretendan lanzar una política fiscal activa. Y vistos los antecedentes, mis esperanzas se desvanecen.

Volviendo a por qué creo que es bueno subir los impuestos… Me parece oportuno empezar defendiendo su legitimidad, ante la crítica liberal de que deben reducirse porque el individuo sabe mejor que el Estado en qué se debe gastar su dinero. Supongo que la burbuja inmobiliaria no habla muy bien de la “inteligencia colectiva” del mercado, pero la cuestión es que tan “libre” es el ciudadano gastando su dinero en El Corte Inglés como votando una opción política que implique más y mejores servicios públicos financiados con impuestos. ¿O es que el individuo-consumidor es omnisciente y el individuo-votante un perfecto imbécil? Si el argumento es que los partidos políticos “interfieren” en el proceso democrático, no creo que las empresas se limiten a esperar sentaditas a que les lleguen los clientes.

Evidentemente, que una opción sea legítima no significa que estemos obligados a adoptarla. La cuestión es si es necesaria. Y visto el estado y nivel de nuestros servicios públicos, sobre todo en comparación con otros países europeos, creo rotundamente que sí. Porque mejorar significa en muchos casos invertir más, y la factura siempre la paga alguien; lo que tenemos que hacer es elegir bien quién. ¿El bienestar de la sociedad, con malos servicios (pero baratitos)? ¿Las generaciones futuras, haciéndose cargo de la deuda? ¿La justicia social, privatizando los servicios “públicos”? ¿O la sociedad, con unos impuestos distribuidos con criterio? No se puede no decidir: no hacer nada es también una decisión (e implica un coste social).

“Impuestos distribuidos con criterio”… En realidad quiero decir con unos determinados criterios. Por ejemplo, que la carga fiscal no resulte abusiva. Es un concepto relativo, y la carga fiscal española es menor que en otros momentos de nuestra historia reciente, y menor también a la media de la UE. Como criterio, no me parece mal para decir que hay margen. La cuestión es cómo lo repartimos. Y aquí es donde el gobierno ha perdido todo su crédito. Porque las medidas adoptadas hasta ahora en política fiscal no han sido precisamente “progresivas” (ni siquiera “proporcionales”). Por ejemplo, ha reducido linealmente 400€ la cuota del IRPF (además de reducir el tipo máximo de cotización en dos puntos): medidas que no han supuesto nada para quien tuviera ingresos medios-bajos (parados, mileuristas, y los muchos trabajadores y trabajadoras que ni a eso llegan), y sí una gratificación para las rentas medias y, sobre todo, las altas. Más grave es la desaparición del impuesto sobre el patrimonio, que sólo afectaba al 2% más rico de españoles, y que les ha supuesto un reembolso de más de 2.000 millones de euros al año. También redujo el impuesto de sociedades, y le “regaló” a los ejecutivos bancarios 25 puntos porcentuales al considerar las retribuciones que les da su propia entidad (esta gente no cobra un salario normal) no como rendimientos del trabajo (que cotizan en ese tramo al 43%), sino del capital (al 18%). Supongo que formaría parte de los acuerdos de las reuniones en Moncloa con los banqueros.

Muchos economistas dicen que hoy la política impositiva no tiene efectos en la redistribución de la riqueza con criterios igualitarios. Que es preferible ir a política de transferencias (subsidios y ayudas directas a la población-objetivo). Creo que pueden tener razón. Pero eso no significa dar vía libre a la desigualdad impositiva, y eliminar el impuesto sobre el patrimonio, practicar descuentos lineales, rebajar la tributación de las empresas o reducir los tipos altos del IRPF. Que es lo que ha hecho hasta ahora el gobierno Zapatero. ¡Ah! Olvidaba que también aprobó un tipo del impuesto de matriculación reducido para aviones privados y yates.

¿Revocará el gobierno sus mismas decisiones? ¿Eliminará realmente las desgravaciones a la adquisición de vivienda (uno de los combustibles de la burbuja)? Además del globo sonda sobre el impuesto sobre el capital… ¿Se atreverá a tocar el IVA? Sí, ya sé que es una herejía tocar el IVA en una crisis de demanda pero, ¿no sería razonable vincular el tipo de IVA al impacto ambiental del producto? ¿O un tipo especial para productos de lujo?

Y hablando de condicionar los impuestos a algo distinto a la renta o capacidad de gasto… Los impuestos también sirven para intervenir en el mercado de una forma sutil, trasladando señales a consumidores y productores más que con el “ordeno y mando”. El proclamado “cambio de modelo productivo” se vería reforzado si los precios dicen la verdad, si las externalidades (costes y beneficios que no son tomados en cuenta por el mercado) son “internalizadas” mediante impuestos. Una reforma fiscal “verde”, que incentive productos y servicios sostenibles y castigue los menos eficientes desde el punto de vista del uso de los recursos naturales resultaría de gran ayuda, aunque no parece que estos sean los criterios de la “economía sostenible” versión ZP.

Más impuestos no tiene que ser peor. Si con ellos se garantiza la financiación de servicios sociales de calidad; si se reparten con una cierta equidad social; si incentivan la necesaria “revolución verde” de la economía (y la sociedad). Frente a lo que dice el PP, la política fiscal nos puede ayudar a salir de la crisis. Siempre y cuando se haga con un planteamiento estratégico, no con el tacticismo made in Zapatero, con sus cheques (como los inútiles cheque-bebé o cheque-vivienda) y planes abre-cierra zanjas. Después de decir que bajar los impuestos «era de izquierdas», ahora dicen que subirán los impuestos «por solidaridad»… ¿Será un episodio más de trastorno bipolar de la fiscalidad del presidente, o el comienzo de una rectificación en su política económica?

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