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Un 28F para recordar… Y un sindicalista en el Parlamento Europeo

Manuela Martínez / Hace un par de semanas, más o menos, recibí una invitación del Alcalde del Ayuntamiento de Padul, Manuel Alarcón, a los actos programados para celebrar el Día de Andalucía.  Confirmé sin pensarlo dos veces. De hecho, de no haber recibido la invitación, habría ido en plan turista porque desde que me enteré de que habían concedido el Mamut de Oro 2014 al sindicalista francés Édouard Marti, Eduardo Martín para los paduleños y paduleñas, había decidido no perderme esa cita de ninguna de las maneras. Quería hablar con él, conocerlo personalmente.

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Y me alegro de haber tomado esa decisión…  Sí, celebrar el Día de Andalucía en Padul ha sido un verdadero placer;  un soplo de aire fresco frente a la asfixia a la que nos somete el quehacer diario; y una experiencia que nada tiene que ver con los actos institucionales encorsetados en formalismo y protocolo, plagados de frases huecas y discursos manidos alejados de la realidad que se vive en los centros de trabajo y en la calle.

Cuando llegué, Manuel Alarcón estaba dirigiendo unas palabras a las mujeres y hombres que se congregaron frente al Ayuntamiento. Su mensaje era nítido, pegado al terreno, cercano y preñado de humanidad y de valores de izquierdas. Pero el hilo conductor de sus palabras, y del acto en sí mismo, es el valor de la solidaridad.

En primer lugar, la solidaridad con los emigrantes. Fue el suyo un sentido homenaje y un reconocimiento público a quienes, como la familia de Eduardo, habían emigrado para buscar un futuro mejor en otras tierras. Emigrantes que Padul recibe con los brazos abiertos cada vez que vuelven para reencontrarse con su familia y sus raíces.  Realidad que nos recordó que, con la crisis,  la emigración ha vuelto a ser una alternativa para muchos de nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, lo que debería hacernos reflexionar sobre nuestra percepción de los inmigrantes y ponernos en guardia contra el populismo anti-inmigración que recorre Europa

En segundo lugar, la solidaridad de clase y la defensa del sindicalismo, en un momento en el que el ataque a los sindicatos y a los sindicalistas parece estar de moda, tanto desde la derecha política, económica y financiera, con la inestimable colaboración de ciertos medios de comunicación, como desde los que se autodenominan “izquierda verdadera” o movimientos sociales “transversales”.  Ataque que se produce precisamente ahora que los sindicatos son más necesarios que nunca para defender y proteger los intereses de los trabajadores y trabajadoras.

Y en tercer lugar, la solidaridad con los más vulnerables, habitual en un municipio que se caracteriza precisamente por sus muestras de solidaridad.  En este caso con la pequeña Lara, una niña que padece una enfermedad de las consideradas “raras”, concretamente el síndrome de West, y que precisa un costoso tratamiento. El Ayuntamiento y varios colectivos de Padul se han volcado con la familia, organizando diferentes actos en este día tan especial, para recaudar fondos que se destinarán a sufragar las terapias que Lara debe recibir en Galicia.

Terminada la intervención, Manuel invitó a Eduardo a izar juntos la bandera, mientras sonaba el Himno de Ändalucía… la emoción se leía en sus caras y estoy por asegurar que también en la mía.

Rápidamente la gente comenzó a entrar en el patio del Ayuntamiento y, en cuestión de minutos, estaba a rebosar. De hecho, los vecinos y vecinas más jóvenes ocuparon posiciones en la barandilla de las plantas superiores. Manuel me presentó a Eduardo y comenzamos a conversar… Lo que primero me llamó la atención fue su naturalidad y su sencillez.  Estaba emocionado, como un niño pequeño al que le acaban de regalar un juguete que no se esperaba.  Y es que está convencido de que no ha hecho nada especial, sólo lo que debía hacer y que cualquier otro sindicalista en su lugar habría hecho. Me presentó a su mujer, a sus tíos, primos… Me contó que solía venir de vez en cuando a ver a la familia, aunque no con tanta frecuencia como le gustaría.  Se le veía orgulloso de su gente y de sus orígenes. Sus ojos brillaban de alegría.

Tras recibir el Mamut de Oro 2014 de manos del Alcalde y ocupar el atril para agradecer públicamente tal distinción, se hizo el silencio. Eduardo comenzó a hablar en la lengua que aprendió de niño y que, según dijo, no había olvidado gracias al  empeño de su madre. Hablaba con soltura y con un casi imperceptible acento francés. Sus primeras palabras fueron para su padre, que por su enfermedad no había podido acompañarlo en un momento tan especial para él, tampoco su madre porque debió quedarse en Francia cuidándole. En ese momento las lágrimas casi se asomaron a sus ojos, pero rápidamente recuperó el tono y comenzó a relatar la historia que le ha hecho famoso, sin que esta fuera su intención. Dos años liderando las movilizaciones contra el cierre de la fábrica en la que trabajaba en Florange, ante la incredulidad y la desconfianza de la mayoría de la plantilla. Sólo 50 de los 3.000 trabajadores de los altos hornos estaban con él cuando comenzó la lucha. Pero no hay ni un atisbo de resentimiento en sus palabras, al contrario, está contento porque hoy esos 2.950 compañeros están agradecidos por lo que han conseguido gracias a ellos.

Para Eduardo, la solidaridad de clase es un valor fundamental y el sindicalismo su mejor instrumento. Se trata, ni más ni menos, de la solidaridad que practican los sindicatos de clase, dentro y fuera de nuestras fronteras, y que, en el caso de Eduardo, se manifiesta en su lucha como delegado sindical para defender los derechos de sus compañeros e impedir el cierre del alto horno de Florange, que la multinacional Arcerol-Mittal había decido. Una lucha, no sólo por los puestos de trabajo, sino también por un modelo económico y social más humano, centrado en las personas y contrario al que pretenden imponer las multinacionales con la aquiescencia del poder político. De ahí su duro enfrentamiento con Sarkozy y, posteriormente, también con Hollande.

Esa lucha por un modelo social y económico distinto al que promueve la actual Unión Europea, le ha llevado a presentarse como candidato a las próximas elecciones al Parlamento Europeo.  Frente a quienes dicen que da igual izquierda que derecha, Eduardo plantea que la derecha es precisamente la que domina hoy Europa y que es necesario cambiar esa situación. Por eso  considera fundamental que los trabajadores participen y voten izquierda.  Recordó que si la izquierda consigue la mayoría, el Parlamento podrá, por primera vez, elegir al Presidente de la Comisión que mejor defienda la Europa Social en la que creemos.

No cabe duda, tiene sangre en las venas y está decidido a luchar en el Parlamento Europeo como hizo en Florange. Pero necesitará ayuda.

Ojalá su fuerza sirva para que la izquierda se una y haga suyos los planteamientos del movimiento sindical europeo y se inicie un nuevo camino para Europa.

Cuando terminó, su familia y amigos se lo llevaron casi en volandas para hacerse fotos en la calle. Tras las fotos, me acerqué a él para despedirme y me contó su experiencia con los medios de la caverna esa misma mañana. En una de las entrevistas que le hicieron, le preguntaron de manera incisiva por la corrupción de los sindicatos españoles… él contestó con un lacónico, “de corrupción nada, puede haber un sindicalista sinvergüenza, como en cualquier otra organización, pero no se debe generalizar”,además, continuó “cuando una sociedad le da caña a los sindicatos, es la democracia la que está en peligro”.  Luego me dijo que a ellos en Francia también intentaron desprestigiarlos, de hecho, Sarkozy llegó a calificarlos de bandidos. Y ya ves, sonrió, ganamos la guerra.

Vosotros también la ganaréis, me susurró al oído mientras nos dábamos un par de besos de despedida. Y terminó con un “saluda de mi parte a los compañeros de la UGT de Granada”.

Orgullo de sindicalista.

@Manuela_MJ

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