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Una estrategia para salir de la crisis (Parte II)

Equo  2

 

Esteban de Manuel.¿Hacia dónde vamos? Para salir de la crisis necesitamos simultáneamente atender las urgencias del presente y tener una visión del futuro al que nos queremos dirigir.

Los partidos tradicionales, desde los conservadores a los socialdemócratas, carecen de esta visión, están obsesionados con hacer políticas que tranquilicen los mercados. En realidad coinciden con la visión de futuro que nos proponen los mercados que no es otra que desmantelar el estado de bienestar en Europa para incrementar su competitividad acercándonos a las condiciones laborales y de derechos de China, la fábrica del mundo. Las políticas de privatizaciones, recortes políticas sociales, frenazo a las inversiones que estimulan la economía productiva, reformas laborales, recortes salariales y del poder adquisitivo de las pensiones, del número de los empleados públicos, etc., no son casualidad. Están ya prefiguradas en la estrategia de Lisboa y en la mal llamada constitución europea. La crisis ha brindado a los partidos de este arco la oportunidad para aplicar estas políticas que sin crisis no hubieran podido implementar. En España, PP y PSOE, no sólo han tomado este camino conla crisis. Loapoyaron ya cuando apostaron por un proyecto de constitución europea que incluía estas políticas económicas de corte neoliberal en el código genético de la construcción europea, excluyendo la posibilidad de que otras políticas económicas entraran en juego.

Pero esa vía, que por otra parte no concibe otro marco económico que el crecimiento ilimitado como única vía de creación de empleo. Y en el consenso respecto a esto el arco parlamentario llega hasta I.U. Y esta vía es una vía que nos lleva a un callejón sin salida, en un planeta de recursos finitos cuya capacidad de producción y recuperación ya hemos superado en más de un treinta por ciento. Es una utopía imposible, una quimera, que nos lleva a una lucha, violenta, por unos recursos decrecientes.

Necesitamos imaginar el futuro deseable y posible al que queremos dirigirnos. Un futuro que nos permita vivir mejor, alcanzar el buen vivir, de toda nuestra ciudadanía, no sólo andaluza y española, sino mundial. Esa es la función de la verdadera utopía, marcarnos una dirección en el camino, una meta a la que acercarnos. Como dice Eduardo Galeano,

“Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.”

Necesitamos a nuestros poetas en estos tiempos de crisis. Me viene a la mente una canción de Silvio Rodríguez que me impresionó en mi adolescencia y que siempre me ha inspirado. Es la fábula de los tres hermanos. No iremos lejos si sólo miramos los obstáculos que surgen ante nuestros pies, si la política es ciega al futuro. Tampoco si sólo miramos hacia el futuro y no atendemos las urgencias del presente. Es preciso atender a las urgencias del presente poniendo los cimientos de nuestro futuro.

Esa utopía deseable y posible, que orienta nuestros pasos, la podríamos expresar como la creación de una civilización capaz de satisfacer las necesidades de toda la población mundial, de forma equitativa, en equilibrio con la naturaleza. Esa será la civilización sostenible, la que permita satisfacer nuestras necesidades presentes sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras.

Para que esto sea así tendremos que cambiar nuestro modelo de producción y consumo para ajustarlo a lo que la naturaleza nos puede dar y absorber. Tenemos que replantear la economía para partir de esta premisa. No podemos extraer más recursos que los que la Tierra es capaz de reponer. No podemos emitir más residuos que los que la naturaleza puede absorber. Aquellos recursos que no son renovables los tenemos que gestionar de manera que nada se pierda, que todo se reutilice, se repare o se recicle. Esto implica un cambio cultural, recuperar la cultura que teníamos antes de la sociedad del despilfarro, de la cultura del envase no retornable. Reutilizar, reparar y reciclar serán actividades económicas en auge. Pero no basta con cambiar de modelo de producción y consumo, tenemos que cambiar de forma de pensar, de cultura, de forma de organizarnos, de forma de actuar. Sólo pensando de forma diferente y actuando de forma diferente podremos avanzar hacia la nueva civilización. Y para hacerlo necesitamos iniciar una gran transición en varios frentes simultáneamente.

Tenemos que iniciar, en primer lugar, una transición del modelo energético, tanto de producción como de consumo. El principal desequilibrio que tenemos hoy en nuestra balanza es el energético por estar nuestra economía basada en energías fósiles. No tenemos en España ni petróleo ni gas, los importamos, nos cuestan más de 50.000 millones de euros al año. Y la factura energética se nos puede disparar. Sin embargo Andalucía es rica en recursos naturales, en sol, viento y mar, fuentes energéticas de la sociedad sostenible. Tenemos ademásla tecnología. Tenemos centros de investigación punteros y casi únicos como la plataforma solar de Tabernas, en Almería. Y tenemos un buen tejido de empresas e incluso empresas punteras en energía termosolar, de escala internacional, que exportan su tecnología a Estados Unidos. Tenemos que invertir en este sector, intensivo en trabajo, que pondrá las bases de nuestra economía futura. Andalucía tiene gran potencial en eólica, solar y biomasa.

En segundo lugar tenemos que afrontar un cambio de modelo territorial y urbano para volver a acoplar la economía a los recursos del territorio. La economía volverá a fundamentarse principalmente en la escala local y regional, primando la cercanía entre producción y consumo. Esto es fundamental en un contexto de carestía energética. No nos vamos a poder permitir seguir fabricando las cosas en China y traer productos agrícolas y ganaderos de América del Sur y de Oceanía. Pero eso es una buena noticia para nuestros agricultores, ganaderos y para nuestra industria. Necesitamos recuperar nuestra industria de transformación. La base económica del futuro se va a apoyar en la riqueza de cada comarca. Tenemos que analizar las potencialidades de cada una de ellas y elaborar planes de desarrollo rural que los ponga en juego. Vamos a hacia una situación en la que cada región, cada comarca, producirá aquello que su territorio le permita producir e intercambiará con las demás aquello en lo que es excedentaria por aquello en lo que es deficitaria. Esto, que es de sentido común, que genera oportunidades de trabajo local, ha sido trastornado por la disponibilidad de energía barata para mover las mercancías entre continentes de modo que pueda ser más barato fabricar un mueble en China y traerlo a España que producirlo en Andalucía. Eso no tiene sentido y por lo tanto no va a durar, no es sostenible.

Pero necesitamos, en tercer lugar, iniciar una transición hacia ciudades más sostenibles. En las tres últimas décadas hemos pasado de tener ciudades relativamente compactas y complejas, en las que las distancias a recorrer para ir de casa al trabajo, alcolegio o a la compra eran relativamente cortas y se podían dominar a pie o en transporte público, a ciudades desparramadas por su periferia, llenas de urbanizaciones, polígonos industriales y centros comerciales que nos obligan a coger el coche continuamente. Eso implica una gran cantidad de tiempo destinado a movernos, a sufrir atascos, y un enorme derroche energético. Este modelo de ciudad es muy vulnerable a un incremento del precio de combustible, además de ser enormemente derrochador de todo tipo de recursos.

Para reducir el consumo de energía y recursos en la ciudad tenemos que actuar equilibrándola, dotándola de servicios de proximidad, de comercios, de talleres, de oficinas, de equipamientos de todo tipo. Esto nos hace ganar en habitabilidad, en calidad de vida urbana y reduce la necesidad de movernos. Por otra parte tenemos que dotarnos de un sistema moderno de transporte público, de carriles bici, de caminos peatonales, que nos permitan prescindir del coche. Y tenemos que rehabilitar todos nuestros edificios para hacerlos más habitables y para mejorar su aislamiento y ahorrar energía. Tenemos que convertir nuestros edificios en minicentrales eléctricas y almacenadores de energía. Y tenemos que transformar nuestros barrios en ecobarrios, relativamente autosuficientes, con una gran diversidad de actividades económicas y de servicios, con calidad en su espacio público, suficientemente arbolados para mejorar su adaptación a las variaciones climáticas estacionales, absorber CO2, reciclar y recuperar. La transformación de nuestrosbarrios esuna inversión generadora de empleo, dinamizadora de la economía y nos permitirá producir y ahorrar energía. Es una inversión retornable, con gran beneficio social, estratégica.

En cuarto lugar tenemos que iniciar una transición hacia una agricultura sostenible, no dependiente de semillas genéticamente modificadas, fertilizantes y pesticidas, de alto consumo de agua y energía. En Andalucía somos ricos también en agricultura y ganadería extensiva, con nuestras dehesas. Somos punteros en agricultura y producción ecológica. En las últimas décadas hemos perdido la mitad de los puestos de trabajo en el sector agrícola. Tenemos la oportunidad de duplicar los puestos de trabajo agrarios con una agricultura y ganadería sostenible, intensiva en mano de obra, con pequeñas y medianas explotaciones de base familiar y cooperativa, complementada con una industria de transformación.

Para hacer posible estas transiciones es preciso financiarlas y para ello es imprescindible realizar una transición económica y financiera, para volver a colocar las finanzas al servicio de la economía y para colocar la economía al servicio dela sociedad. Necesitamos una banca pública y una banca social, reinventar las cooperativas de crédito que permitan que el ahorro de Andalucía, que nuestros planes de pensiones, financien la transición del modelo productivo.

Todas las anteriores transiciones sólo serán posibles con una transformación social, de los valores sociales. Esto implica una nueva base ética y cultural, una nueva forma de pensar y de vivir. En un mundo de creciente escasez sólo hay dos caminos. En uno ya estamos, nos lleva a competir por hacernos por los recursos disponibles. La civilización industrial viene transitando este camino desde sus inicios y quiénes vivimos en el Norte nos hemos apropiado de las riquezas de quiénes viven en el sur y más aún, con las riquezas que necesitarán y no tendrán las generaciones futuras. Nuestra opulencia se ha basado en la miseria de la mayoría de los habitantes de nuestro planeta y en la hipoteca de las generaciones futuras. Frente a ese camino, la transición que queremos se fundamentará en la solidaridad yla cooperación. Sólo una sociedad cooperadora y solidaria tendrá capacidad de impulsar los cambios garantizando que nadie quede excluido, que todos podamos llevar una vida buena.

Y la sociedad ya ha iniciado ese camino. Tenemos asociaciones de voluntariado, de cooperación internacional al desarrollo, cooperativas de producción y consumo, redes de consumo responsable y ecológico, asociaciones culturales, ambientalistas, … La sociedad se ha organizado para reivindicar sus derechos, para plantear alternativas.

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