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«Desobedecer a la universidad-empresa».

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Tullio Gregory. Entrevista, SinPermiso. EntrevistaAunque centrada exclusivamente en el estado de la educación superior italiana, esta entrevista con el filósofo Tullio Gregory de Roberto Ciccarelli, en la que critica con dureza los modos evaluación universitaria en su país, tiene ecos y enseñanzas para todos aquellos que se inquietan por la aniquiladora mercantilización de una universidad en la que, según el mismo Gregory, «se ha impuesto un lenguaje bancario».

Veinticinco años después de la primera evaluación de la investigación impulsada en 1986 por Margaret Thatcher en Inglaterra, también Italia puso en marcha en 2011 su primera experiencia con la Agencia Nacional de Evaluación del Sistema Universitario y de la Investigación (en italiano, Agenzia Nazionale di Valutazione del sistema Universitario e della Ricerca, ANVUR). Hoy, un sistema mal concebido, al que primero el centroizquierda en 2007 y luego la posterior reforma Gelmini [1] han otorgado gran poder, mantiene como rehén a una universidad desfallecida.

Las «clasificaciones» que debían haber instituido una gradación «objetiva» entre universidades «virtuosas» y «defectuosas» se han revelado bien poco «objetivas» (véase Il Manifesto del 26 de julio); la clausura del proceso de habilitaciones nacionales para establecer el «mérito» de los investigadores se ha pospuesto de nuevo al 30 de noviembre y han dimitido 74 investigadores extranjeros de 53 comisiones sobre 184. El motor de la evaluación se ha embalado, mientras que en Francia el gobierno socialista anunció en enero la clausura del AERES (Agence d´Évaluation de la Recherche et de l´Enseignement Supérieur), la agencia que desde 2006 lleva ocupándose de la evaluación de las universidades y de la investigación. «Un delirio burocrático» es como la definió la Academia de las Ciencias. En Italia, en cambio, se sigue por un camino que no reportará beneficios y corre el riesgo de transformar la naturaleza misma de la investigación sometida a una evaluación abstracta, imperativa y empresarial.

Así lo cree Tullio Gregory, uno de los filósofos más conocidos de Italia, académico de los Lincei, [2] que vislumbra asimismo otro riesgo en el modelo ANVUR: «La polémica en curso sobre la evaluación de la investigación en las universidades italianas y por tanto sobre las clasificaciones finales de las diversas sedes – afirma – puede convertirse un espacio de ejercicios retóricos o de competiciones de campanario si no se ven los límites de las evaluaciones y se reajusta por tanto su importancia».

¿Cuáles son los límites de este modelo de evaluación?

Su abstracción. La ANVUR pretende evaluar «entes» – con toda la vaciedad de un término «metafísico» -, prescindiendo también de las infraestructuras (laboratorios, bibliotecas, y horarios de apertura, incremento de los instrumentos científicos y de los patrimonios bibliográficos) y de los resultados efectivos de la investigación de los individuos: el investigador queda reducido a un «puesto docente» (es decir, a una casilla de un sistema informático), el resultado de su trabajo es un «producto» cuyo valor se mide por el éxito en el mercado. Como ha escrito Sabino Cassese, aplicando «técnicas de ingeniería» y métodos burocrático-administrativos, la ANVUR «ha matado la evaluación» y acaso «se ha matado a sí misma».

¿Es posible imaginar una alternativa a este sistema?

Hace falta redescubrir la investigación – y la enseñanza – en su concreción individual, que escapa a los criterios de la ANVUR. Personalmente, si tuviera que aconsejar a un estudiante qué opciones cursar, prescindiría del todo de las evaluaciones de la ANVUR. Si el joven quisiera, por ejemplo, estudiar historia de la Filosofía Medieval, le aconsejaría no sólo la Universidad del Salento, en Lecce, a la que se evalúa bien, sino también la Universidad de Bari, donde hay también una magnífica escuela de Filología Clásica. En este caso, no tendría en consideración ninguna la clasificación por parte de la ANVUR de esta sede, de las últimas entre las grandes. No consideraría en cambio  estudiar Filología Clásica, por más que la ANVUR las evalúe positivamente, en esas universidades, en las que se admite que se presente también al examen de literatura griega antigua quien no tiene conocimiento de la lengua. Y podría dar muchos otros ejemplos.

En su opinión, ¿es posible evaluar con criterios objetivos las opciones escogidas por los estudiantes o los investigadores?

No es posible evaluar universidades, facultades, departamentos como si fueran realidades homogéneas en su interior. La situación es extremadamente fragmentaria y el único punto válido de referencia lo constituyen los profesores individualmente, su enseñanza, las investigaciones que promueven. Aun cuando no se deba infravalorar el hecho de que hoy el panorama universitario está mutando con el cambio de los enseñantes por traslado o jubilación. Y esto incide mucho sobre los criterios de la elección.

La ANVUR es uno de los pilares de la reforma Gelmini. En el actual estado de aplicación de la reforma, ¿cómo juzga el futuro de la Universidad?

Creo que es uno de los aspectos que ha contribuido al declive de la universidad italiana como lugar primordial de la alta cultura y de la investigación especializada. Todo empezó cuando la universidad se vio acometida, sin reaccionar, por una serie de reformas inconexas impulsadas por una clase política, diferente según los años, pero acorde en su indiferencia por la cultura y la investigación. Se han multiplicado las materias de enseñanza sin ninguna motivación científica, creando un precariado inútil. Se han suprimido las oposiciones para disciplinas individuales, negando por tanto la especialización que debería caracterizar a la enseñanza universitaria. Los exámenes se reducen al recuento de los llamados «créditos», ejemplificación de un mundo en el que se ha impuesto un lenguaje empresarial y bancario. Al obrar así se quiere reconducir la labor de un estudiante a determinadas horas de estudio en relación con un número predefinido de páginas que estudiar para el examen. Las decenas de textos, los miles de páginas que se pedían antaño son hoy frutos prohibidos, como la discusión en la lengua respectiva de las tesis en lengua y literatura extranjeras.

¿Hay alguna manera de resistirse a la transformación empresarial de las universidades?

Si alguna universidad quisiera volver a ser lugar de enseñanza y de formación superior, debería recuperar su propia autonomía y su propia dignidad reduciendo radicalmente el número de materias de enseñanza, ignorando de facto las disposiciones ministeriales. Así me parece que se ha comportado Derecho en La Sapienza de Roma, proponiendo cursos del más alto nivel de especialización, seleccionando a profesores y estudiantes de acuerdo con esta perspectiva.

Notas:

[1] La reforma Gelmini llevada a cabo por Mariastella Gelmini (1973), ministra del gobierno Berlusconi entre 2008 y 2011, y titular de la cartera cuyo nombre es, por cierto, de “Instrucción, Universidades e Investigación”. responsable del Decreto Ley 180/2008 sobre “Disposiciones urgentes relativas al derecho al estudio, la valoración del mérito y la calidad del sistema universitario y de la investigación”. [2] La Accademia Nazionale dei Lincei, fundada en 1603, es la máxima institución cultural italiana y la academia científica más antigua del mundo.

 

Tullio Gregory (1929) estudió Filosofía en la Universidad La Sapienza de Roma, en la que fue, a partir de 1962, profesor de Historia de la Filosofía Medieval y desde 1967, de Historia de la Filosofía, dirigiendo el departamento de Investigaciones Histórico-Filosóficas y Pedagógicas. Destacan sus estudios sobre las transiciones del pensamiento filosófico, científico y teológico entre el Medioevo y el siglo XVII. Roberto Ciccarelli es periodista del diario italiano Il Manifesto

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